Dos cara-caras entre dos descarados caraduras

Dentro del marco de las elecciones a celebrarse mañana en España, se realizaron dos debates denominados allá cara a cara y que, a decir de los datos oficiales, no se realizaban desde hace quince años con motivo de previas campañas electorales. Ambos entre Rodríguez Zapatero y Rajoy, dentro de una fastuosidad hollywoodense con cuenta regresiva y todo y con cortinita de fondo a guisa de Globovisión o RCN de Colombia, para tratar de erizar los pelos y por tanto estimular el mecanismo de alerta, pero con un lamentable contrasentido: el moderador, dentro de aquello de tanta espectacularidad imperial romana, lucía como un gallego recién arribado a estas tierras, quien además no hubo de puntualizar nunca algo que debían saber los españoles y las españolas: la muy enjuta diferencia ideológica entre uno y otro. Pero bueno, a cualquier academia de artes se le escapa un despiste, incluso, por no habérsele ocurrido poner de moderador a Mario Vargas Llosa con su habitual guedeja escénica, quien habiendo desertado del Partido Popular, decidió militar ahora en otra ultra derecha, pero esta vez, y al parecer, “pasteurizada y homogeneizada”…

Los presuntos antagonistas entraron al plató detrás del mortecino moderador y se pararon frente al público viéndose intranquilos y como en vieja rueda petejotera de reconocimiento en su sede del Parque Carabobo: Rajoy, con el paltó campechano a lo barra de tasca, y Zapatero abrochado, pero ambos de manos muertas para por último dárselas antes de sentarse cara a cara y darle inicio al bodrio.

A Rajoy se le notó de entrada -y por cierto- como no querer pasar por modrego en ningún momento, y una entonación y modulación como más propias de un rollizo bebé de ocho meses muy consentido por la mai, y con un seseo, no sé si potenciado tanto, por alguna eventual patología, notándosele al máximo cuando le preguntara a Zapatero, con bribona interpelación, “quézezo”, que puso de manifiesto también la grave ignorancia sobre las instituciones populares y en especial sobre lo que significa el conocido “bonobús”, y a Zapatero, sólo el ser salvado por la energía de unos “ojos verdes como el trigo verde y tan verdes como el verde limón”… pero la boca muy seca y con renuencia a abrírsele para modular. En fin, a ambos notóseles también como un caset grabado en el cerebro por la circense velocidad de reproducción que exhibían, no de unas ideas válidas y trascendentes, sino más bien de los que jamás dejaron de lucirles no más que como unos simples y meros spots publicitarios que, en general, contienen mentiras comprobables, y no obstante un libro gordo y blanco como de Petete consignado por Zapatero con aparentes fines de comprobación de sus asertos.

Rajoy criticaba la política económica de Zapatero, la inseguridad, y se burlaba de su “alianza de civilizaciones” y de sus otras “tonterías”, entre ellas, el haber negociado con ETA. (A estas alturas, los ojos verdes, pero ya hieráticos de Zapatero, seducían a pepetistas e intimidaban a Rajoy, cuyos suyos, vulgares y aguarapados, a veces lucían como queriéndose salir de su órbita, y a veces tan lánguidos como los de una vaca cagona…). Y en otro “en fin”, discutían sobre datos fríos y disímiles y sin manera posible de poder, qué carajo creerse…

Zapatero defendía su política económica y Rajoy se reía en sus narices además con cara de Aznar, a quien usara por cierto la víspera del segundo round como refuerzo en un “apoteósico” mitin de diez mil personas en León. Además, decíale mentiroso a Zapatero como Uribe, la hiena famélica, acusaba con cinismo de feria al digno Correa antes de lo que, por fortuna, ocurriera ayer en República Dominicana en la XX reunión del muy prometedor Grupo de Río bajo la increíble (y muy suya) iniciativa de Chávez… “Usted ha dividido a los españoles”. “La discordia la ha sembrado usted”, era parte de aquel aburrido toma y dame.

En la víspera de la segunda vuelta, además de llevarse al infausto Aznar como refuerzo, como quedó dicho, en cada acto Rajoy llamaba a Zapatero “este señor” tal como le dicen las mujeres maduras a sus maridos cuando están arrechas con ellos, mientras el presidente, en concentraciones similares en otras plazas de toros –presumo- pretendía dar unos pasitos a la izquierda diciendo que nunca cambiaría sus principios por un voto (sin especificar por cuántos sí) y negando, a ultranza, un fulano trasvase del Ebro.

Ya en esta vuelta, cambiarían de posición física y la moderadora sería una dama de mucho más ambiente que quién la precediera, dándole cierta mayor profundidad a la puesta en escena. A Zapatero se le notaría la boca más seca, y a Rajoy, además de lo catastrófico y del mortificador seseo, la lengua saburrosa y como protáctil al sacarla muy seguido, cual serpiente, cuando expresaba algo: “¡Usted me habla de patatas!”. “¡De educación no me hable!”. “Usted no tiene política social”! “¡Está usted muy brillante: sólo se ha encargado de cosas que no interesan a nadie!” “¡Ustedes han vivido sólo de la herencia y de la inercia dejada por el PP!” decíale a Zapatero con la tartamudez de una ametralladora, no dejando ambos de concentrarse, en su íntegro tránsito, en la nimiedad de si en la primera interpelación de las Cortes, a Zapatero, Rajoy había hablado o no de economía.

Allí quien en realidad brilló por su ausencia, fue el rey borrachín, para que, por primera vez y con sobradas razones, los mandara callar en nombre del Caudillo...

Total, confieso haberme quedado dormido, pero no por lo avanzada de la hora como le ocurriera a Juan Goytisolo en sus noches de Marrakech, sino por lo ladilla que me resultara el asunto.

crigarti@cantv.net


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Raúl Betancourt López


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