El presidente Hugo Chávez ha anunciado la necesidad perentoria de profundizar en el fortalecimiento de la OPEP, elevando en su carácter geopolítico los lineamientos para enfrentar la arremetida de las potencias mundiales contra los países productores miembros del organismo multilateral, además de seguir implementando acciones tendentes a la ayuda a los países más pobres, como la propuesta venezolana hecha durante el reciente encuentro en Riad, Arabia Saudita, de asumir el suministro de 700.000 barriles de crudo bajo condiciones particulares a los 50 países más pobres del mundo.
Al convertir la OPEP en un ente geopolítico, el presidente Chávez le está dando concreción a los postulados originarios fundamentales de su creación, los cuales concebían el petróleo como un instrumento de política exterior y, por lo tanto, había que establecer mecanismos de protección contra las potencias mundiales que diseñan estrategias con la finalidad de ejercer el control de la fuente principal energética para garantizarse el suministro.
Producto de la pérdida de valores y falta de gobernantes con acendrado nacionalismo, visión estratégica y geopolítica, fuimos víctimas de la implementación del modelo neoliberal, cambiando la política petrolera para ponerla al servicio de las grandes transnacionales, en detrimento de la capacidad de acción de las respectivas industrias petroleras, desguarneciendo el interés nacional, al extremo de que la OPEP había perdido 40% de su participación en el mercado mundial, aunado a la ausencia de cohesión que la había caracterizado en otros tiempos y a la caída en picada de los precios. Sin mezquindad alguna, hay que reconocer en el comandante Chávez el acertado viraje hacia la organización, en la búsqueda de soluciones colectivas a los retos planteados, que van desde la estabilización de un precio justo hasta la cohesión de sus miembros.
Ahora lanza el desafío vital de imprimirle el carácter geopolítico, en el entendido de que la energía se erige en un símbolo del poder político y económico, además de darle un sentido de solidaridad y justicia social a los precios. Por lo tanto, se hace necesario blindarse de los ataques, pues Estados Unidos debe su supremacía a la energía, y en consecuencia existen suficientes evidencias de que están dispuestos a defender su estabilidad económica energética por cualquier medio que disponen: económico, diplomático, comunicacional (guerra de cuarta generación) e incluso la vía militar. Por eso, la batalla más importante que debe librar la OPEP estriba en el auspicio del nacimiento de una nueva generación de actores para transformar el statu quo energético.
En este sentido, es importante resaltar que para lograr una estabilidad sólida en la OPEP se hace necesario avanzar en la estrategia de sustitución del dólar por el euro como divisa de intercambio en el mercado petrolero mundial, pues cada día la Reserva Federal continúa imprimiendo dólares irresponsablemente y la moneda sufre una continua devaluación; por lo tanto, el cambio hacia el euro es imprescindible, y la OPEP tendrá que dejar de un lado impedimentos de carácter técnico como lo es que los tres principales crudos "marcadores" están denominadas en dólares. Mientras esto no se resuelva, seguiremos dependiendo de la política monetaria estadounidense. Llegó la hora de generar el Big Bang y asumir con sagacidad la tarea impuesta con los riesgos que ella conlleva, si creemos verdaderamente en la construcción de un nuevo orden, dando paso a nuevos actores, y lograr así posicionar geopolíticamente la OPEP.
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