Bolivia pica y se extiende

Afirmaba Fidel Castro respecto del 1º de Mayo que mientras unos se abocaban a celebraciones conmemorativas −ellos mismos, los cubanos, celebraron los cincuenta años del triunfo de la Revolución−, la nación boliviana por su parte parecía próxima a sumirse en "acontecimientos dramáticos". Con gran pena lamentó que sectores militares de ese país se prestaran al juego trasnacional estadounidense para el desalojo de Evo Morales de la presidencia, más allá de realmente comulgar con la desmembración de su país. Concluye, en su corta reflexión, que el ataque a Bolivia es una "prueba de fuego" para los latinoamericanos: "por no prever y meditar sobre los factores que conducían a una profunda crisis internacional" (1).

Como si el capítulo con Chile y Salvador Allende −habría que agregar− hubiera pasado de largo por nuestra historia sin sembrar en nuestra psique republicana y continental una severa lección de precaución soberana y de unidad. Como si no se hubiera aprendido nada de la experiencia. De no ser por el caso reciente de Venezuela, en cuya increíble y exitosa recuperación democrática seguramente pesó grandemente la enseñanza estratégica de los capítulos chilenos y cubanos −por cierto−, habría que aseverar con gran consternación que la historia nos pasó por encima y de largo, sin siquiera notarnos, sin tener la dignidad nosotros de recogernos y levantarnos para seguirla y hacer de ella una escuela, como ha de ser el trabajo de los hombres que aspiren a la libertad y real liberación en este mundo. Una hermosa historia escrita por la derecha en sus libros, donde se referiría la existencia de un ideal magnánimo de libertad para los pueblos, propalado por unos cuantos hombres en América Latina, teniendo como viejos antecedentes de toma del poder los hechos emblemáticos del Chile frustrado y la cercada Cuba, aun victoriosa ésta. Ni más ni menos.

Pero el caso Venezuela pasó (tan fresco en la memoria aún), como pasó el chileno y otros tantos, más lejanos, pretendidamente inconexos entre sí, separados reciamente por el tiempo y la inconciencia: al menos así lleva a pensar la situación boliviana, el nuevo Chile de la América combatida en su libre albedrío político, de cara inclusive al hecho favorable de que la causa izquierdista crece cada vez más en el continente latinoamericano. ¿Cómo explicarlo? ¿Cómo es posible que se pueda ser más débil cuanto más condiciones se ofrecen para la fortaleza?

Hay sin duda un engaño en la percepción de este asunto: ¿o no es cierto nada que la izquierda haya tomado auge hoy entre los países −¿por qué tanta inconsistencia y falta de ojo avizor, pues?− o sólo es verdad que ha crecido el rechazo al modelo tradicional político y no se ha sabido canalizar efectivamente hacia la matriz del cambio? El caso Bolivia es evidencia de que, si hay izquierda en nuestros países, cada una de ellas va por su lado, nunca dejando de reconocer el esfuerzo integrador y a veces hasta solitario de los liderazgos de Cuba y Venezuela. El reciente golpe de Estado en Venezuela ha debido servir, primero, para recuperar el manual de lucha antineocolonial en América Latina, para reescribirlo y fortalecerlo en su poder de previsión; y, segundo, para sembrar el árbol de la solidaridad verdadera, efectiva y compañera (valga el pleonasmo) entre los países de nuestra América. El enemigo está suficientemente desenmascarado como para que se actúe ahora como si se fuera analfabeta.

Bolivia es nuestra responsabilidad, porque no es cierto que exista una izquierda superindividual en el continente, capaz de resistir en la perfección de su peculiaridad los embates siniestros del enemigo, aisladamente, del mismo modo que no existe una derecha particular y sustraída en el mundo, con sobreviviente éxito. Porque el mecanismo de la supervivencia política se funda en la solidaridad, soterrada o confesa, pero siempre existentemente efectiva. De hecho, habla la derecha recalcitrante, con su modelo económico en boga, fundamentalmente explotador, de un modelo único para todos, de unipolaridad, de una maquinaria perfecta de la sincronía política planetaria, necesariamente establecida sobre el hecho ideológico de la solidaridad, aunque sea en el abyecto sentido de un sentimiento humano.

Dado que como no parece que la luz llegue a nuestros oscuros aposentos idealistas, habrá que mandar a nuestros aprendices de redención a la escuela ideológica contraria para la enseñanza de tan elemental concepto supervivencia, con todo lo mancillado y bastardo que luzcan los conceptos en sus aulas. ¿Qué debe ocurrir, pues, para aprender una buena lección de humanidad, solidaridad e inteligencia para la supervivencia social y política? ¿No es ya clisé el cuento de cómo ha de ser la verdadera sabiduría y aprendizaje en el hombre, saber que llega al alma a través del auxilio de la ciencia, la maestra de la Historia y el alimento de la experiencia? ¿Debe acaecer otro terremoto latinoamericano −dando vergonzosamente por hecho la desgracia boliviana− para aprender a prevenir y no a lamentarse tanto? Ha sido la izquierda en América Latina un oficio de plañideras, hábito de otro hábito: la propia incapacidad de coordinación de futuro, asumiendo aquí a la "izquierda" sencillamente, nomás en su condición de "segmento del espectro político" , de organización política per se, extendida y sistematizada, apenas aspirando al logro de la igualdad social y combatiendo el individualismo, sin complicar la plática con el extremado reto práctico de tumbar el sistema de la democracia liberal y capitalista (2). Dígasele socialismo light, si se quiere, pero ni eso ha podido coordinarse en previsión y solidaridad para salvaguardar el breviario de humanismo y filosofía que aún aferra.

Es un hecho, hay que reconocerlo, sin justificar la incapacidad propia: los EEUU han sabido sectorizar sus ataques a la unidad latinoamericana, focalizándose en puntos estratégicos del espacio geopolítico, replegándose incluso de aquellos lugares donde la confrontación directa les hubo de resultar en derrota, como en Venezuela, por lo menos momentáneamente. De este modo, con sus pequeñas trifulcas locales, con su guerra de cuarta generación en cada caso, obliga a la concentración ensimismada de los gobiernos atacados, entreteniéndolos en su propia defensa, restándoles capacidad de maniobra integracionista, perdiéndoles la unidad. El ataque de Colombia a Ecuador y la posterior actuación solvente y mediadora de la Cumbre de Río se tradujo en un hecho ejemplar de respuesta comunal en virtud de la misma gravedad del asunto: un bombardeo abusivo. Pero pasado el tiempo, de cara hoy a la tragedia de Bolivia, el mecanismo de la unidad de los países para ripostar lo que se cuece intrafrontera, la mancomunidad de Río luce debilitada, floja, exponente de mayores intereses y posiciones más endurecidas, cuando no intervencionista. Hasta podría creerse que el teatro de operaciones entre EEUU y Colombia contra Ecuador es una finta de distracción y provocación contra Venezuela y el mismo país agredido para ganar tiempo de ensamblado en Bolivia. Porque en el fondo uno de los objetivos fundamentales es Hugo Chávez y Venezuela, como lo ha sido Fidel Castro y Cuba durante la mayor parte de su vida, ello hoy en un panorama extendido donde ni Brasil se salva con su descomunal Amazonia (3).

De modo que cada quien se ocupa de lo suyo como para andar atendiendo a los demás, cayéndose así redondamente en la trampa imperial. La izquierda parece acicalarse en el espejo particular de sus habitaciones, resolver solícita los problemas en su inmediato entorno (en aquellos países donde ha brotado y ensaya un crecimiento), cimentándose hacia adentro, suicidamente, olvidando ventanas y puertas para mirar hacia fuera, acercándose sólo cuando oye gritos. Así sólo se cultivan las guerras. La máxima viejísima de dividir para dominar es de flagrante aplicación en el continente, con resultados naturalmente dispersadores, sistemáticamente monitoreados por dispositivos de ocupación como las bases militares de ubicación estratégica. Porque el problema concreto de la apetencia imperial y su satisfacción son los hombres con ideas y los recursos naturales de sus países: los primeros como objeción a vencer y los segundo como la satisfacción de la necesidad, amén como trofeos de guerra.

Al Brasil y a Lula, su presidente, por la osadía de proponer un Consejo Suramericano de Defensa, sin participación gringa, le pasean el portaviones más grande del mundo, el George Washington, como un "recordatorio de fuerza", mismo que tendría que escarmentar también a Venezuela y, sobretodo, subir la moral de las huestes separatistas de Bolivia, haciéndola temblar toda. En el macro plan no parece haber nada casual, como desde los viejos tiempos, siguiéndose recetas. Implementa los EEUU su plan de desmembrar los departamentos más ricos de Bolivia a través de sendos referendos mientras a cada país del orbe le lanza un hueso ofensor de pequeñas vanidades: a Venezuela le refresca su supuesto papel de poca cooperación antinarcótica y le deja descubrir otro supuesto plan de secesión de uno de sus estados petroleros para este mes de mayo, a Lula le pasea el portaaviones, a Rafael Correa lo acusa en directo de estar ligado a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) (4) y a la Bolivia misma, a pocas horas de practicarle una secesión quirúrgica, le espeta que es un potencial espacio para el desarrollo de "actividades terroristas" (5). Un todo simultáneo, como si hiciera receta de la "terapia de shock" descrita por Naomi Klein en sus libros, faltando nomás el acaecimiento de un desastre "natural" para desmoralizar de una vez por todas al enemigo (6). ¿Se tiene que ser más explicito y gráfico para generar una reflexión? Como si dijeran: "Cada quien a lo suyo, latinos, que yo ir por lo mío [Bolivia, después Venezuela, Paraguay, rodeando, finalmente, al Brasil]". Y Bolivia provisionalmente, porque su efecto balcanizador en la región es previo contexto requerido para un accionar mayor.

Se tiene, en fin, que quien actualizó el manual de acción imperialista, alimentándolo con la experiencia de Venezuela y Chile, fueron los EEUU mismos, el gran agresor, en vez de ser tomado por los movimientos de izquierda en el continente para su prevención propia, para asimilar la tremenda lección de cooperación y unidad, tan necesaria para acabar con el individualismo, no importando que la toma se hubiera dado en un sentido defensivo. Ellos fueron quienes reescribieron el manual de ataque, certeramente concebido para Bolivia con las fallas corregidas en Venezuela: dado en éste último la realización de once consultas electorales favorables a Chávez, que lo hicieron prácticamente invulnerable a la tradicional modalidad latinoamericana de golpe de Estado para defenestrarlo, en Bolivia cobró forma el concepto de la legitimidad defenestrante (o deslegitimante, si el sentido lo acepta), es decir, como lo dijera el ministro de Relaciones Exteriores ayer en el Consejo Permanente de la OEA, la aplicación de un mecanismo legítimo y democrático, como la consulta popular, para obtener un resultado que es antidemocrático y anticonstitucional (7). Eso es Bolivia hoy, descomunal drama y, con la voz de Fidel, prueba de fuego para la integridad latinoamericana.

Notas:
(1) "Una prueba de fuego" en Diario Gramma [en línea]. 30 abr 2008. Págs.: 2 pantallas. - http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/ref-fidel/art16.html. - (Consulta: 3 mayo 2008).
(2) "Izquierda política" en Wikipedia [en línea]. 1 mayo 2008. Págs.: 25 pantallas. - http://es.wikipedia.org/wiki/Izquierda_pol%C3%ADtica. - (Consulta: 3 mayo 2008).
(3) La relativa tranquilidad que hoy vive Venezuela, disminuida en el asedio por parte de la maquinación norteña, es sólo una cuestión de tiempo. Los EEUU desatan nudos prelatorios antes de llegar a Venezuela, y es curioso cómo llama la atención que su movida "contra independentista" en el continente tenga la orientación contraria a los pasos dados por el Libertador: de Bolivia hacia arriba.
(4) "Le guste o no al Ecuador, Raúl Reyes y su grupo murieron en su territorio. Por lo tanto, Ecuador no está asegurando su territorio como a nosotros nos gustaría" dice ayer el embajador estadounidense en Ecuador Dell L. Dailey. ("Ecuador 'lamenta y rechaza' acusaciones del zar antiterrorista de EEUU" en Aporrea.org [en línea]. 2 mayo 2008. Págs.: 2 pantallas. - http://www.aporrea.org/internacionales/n113471.html. - (Consulta: 3 mayo 2008)
(5) "El documento emitido por Washington señala que 'la inestabilidad política, un marco legal débil y fluctuante, el creciente cultivo de hoja de coca y la apertura de relaciones diplomáticas con Irán, muestran a Bolivia con un nuevo potencial como posible lugar de actividades terroristas". ("Evo Morales desmiente acusaciones de Washington de amparar terrorismo e instó al gobierno EEUU a retirar sus tropas de Irak" en Aporrea.org [en línea]. 2 mayo 2008. Págs.: 2 pantallas. - http://www.aporrea.org/tiburon/n113472.html. - (Consulta: 3 mayo 2008).
(6) Doctrina del Shock: El ascenso del desastre capitalista, citado por Oscar J. Camero: "Terapia de shock y magnicidio" en Animal político [en línea]. 9 ene 2008. Págs.: 10 pantallas. - http://zoopolitico.blogspot.com/2008/01/terapia-de-shock-y-magnicidio.html. - (Consulta: 3 mayo 2008).
(7) El ministro David Choquehuanca no dudo en conceptuar la nueva práctica como la nueva amenaza para las democracias del continente: "Si en el pasado fueron los golpes de Estado los que provocaban la ruptura de esos principios, hoy estamos frente a un hecho que puede generar funestos precedentes para nuestras democracias".

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Oscar Camero Lezama

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental. Animal Político https://zoopolitico.blogspot.com/

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