Mate a la operación jaque

El “rescate perfecto” de Ingrid Betancourt empieza a asomar sus imperfecciones, lo que paradójicamente, podría hacerlo más creíble. Tener en sus manos a la ex rehén de las FARC ya era, por sí solo, un rotundo triunfo del gobierno de Uribe y el ejército colombiano, pero resultaba tentador sacarle a esa victoria “valor agregado”. Los asesores gringos son expertos en estos montajes, como el impecable rescate en Irak de la soldado Jessica Lynch que, una vez develada la farsa, resultó un “bochorno militar y mediático”.

La aventura de Jessica duró algunos meses, los suficientes para rodar una película. La de Ingrid parece llegar a un “end”, no muy “happy” que se diga, demasiado rápido. Las piezas de los dramaturgos del tablado militar colombiano se resisten a encajar: una guerrilla candorosamente ingenua, por no decir otra cosa, que nadie se explica cómo ha batallado durante 40 años; una fuerza armada oficial, angelicalmente misericordiosa, que le perdona la vida a los 60 guerrilleros que se quedaron en tierra, viendo bobamente cómo se alejaban los helicópteros; unos comandantes que suben a las naves, entregan sus armas para no ofender a los misioneros de paz y aceptan sentarse donde puedan ser sometidos. Etcétera, pues.

Un vocero del Departamento de Estado se precipitó a informar que la operación fue apoyada por Estados Unidos, para luego ser desmentido. Un diario israelí, Haaretz, informó que Tel Aviv asesoró a los comandos. Washington se apresura a decir que no hay que restar méritos al ejército colombiano, pero entrega un parte de su “apoyo” en Bogotá:

“El Comando Sur de Estados Unidos se encarga de la relación militar con los países de América Latina y el Caribe, y tiene una fuerte intervención en el conflicto armado de Colombia. Entre el 13 de febrero de 2003 y el 2 de julio realizó 17.000 horas de vuelo durante 54 desplazamientos operacionales en territorio colombiano. Destinó 50 millones de dólares anuales en operaciones directas e indirectas de rescate y planificó 6 escenarios de crisis, en los que intervinieron 300 hombres del Departamento de Defensa estadounidense y personal de interagencias”.

Agréguele a lo anterior una pequeña ayuda de $ 4.000 millones en asistencia militar desde 2000, cuando arranca el llamado Plan Colombia. Semejante “inversión” no puede hacerse sin su correspondiente “plusvalía” mediática, mucho menos si, como informara la Radio Suisse Romanda desde Ginebra, en lugar de rescate, se trató de una “negociación” que costó 20 millones de dólares.

Es cierto que en la guerra la primera baja es la verdad. Esa baja, en Colombia, lleva 40 años. Pero esto no quiere decir que las puestas en escena, como sustitución de la realidad, no requieran de algún cuidado y algo de respeto a la inteligencia de los espectadores. La perfección operativa, en escenarios de guerra, atenta contra la credibilidad. Siempre es recomendable dejar ver alguna pifia por aquí y otra por allá, para que el teatro parezca verdad. Esto es, hacer lo impoluto, verosímil.

Caso contrario, la operación jaque tendrá un auto-mate que, al develarse, convertirá un triunfo político, en un bochorno militar y mediático. Pregunten si no a la soldado Lynch.

earlejh@hotmail.com



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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

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