La democracia se quita y se pone a conveniencia. Es portátil, pues, como he dicho en otros escritos. Tanto sirve para abrir una puerta como para cerrarla, según esa puerta descubra tras sí una realidad denotadamente adversa o favorable, lo cual generará que la no la cierres o no la abras. O sencillamente no pienses en ella y hagas tus operaciones por la ventana.
Hace poco leí estupefacto cómo un diario de gran influencia en los EEUU, acostumbrado ya a presentar a Hugo Chávez como un tirano que aspira al mando eterno, realizaba una apología sobre la reelección para un tercer período de un alcalde (si no me equivoco, de Nueva York). Del modo más franco decía en sus páginas que sería una perla de la democracia que una figura como el actual alcalde optase por un tercer período, dada la imposibilidad que aparentemente se presentaba para su reelección. Si así el pueblo lo deseaba, no se podía impedir reelección a nadie.
Vaya, vaya -se me movía la cabeza para allá y para acá y me acordé de un político local nuestro que una vez preguntó en las cámara de TV "¿Con que se come eso?"-. Porque, al pasar la página del diario, usted fácilmente podía toparse con una comidilla periodística de ese mismo diario, como ésa que dije, que Chávez es un dictador que aspira a morir en el cargo. Democracia buena para unos y mala para otros. Por supuesto, no me pregunte qué hice con el diario, dado que no lo tenía entre mis manos (todo fue electrónicamente); pregúnteme más bien que habría hecho de tenerlo.
El difunto Adriano González León puso a la ciudad a respirar conciencia con su País portátil, casi señalándonos la estupidez plástica y sobrepuesta de nuestra cultura, de nuestros valores, de la Venezuela que supuestamente nacía y luchaba por su democracia. Allá en aquellos cuarenta años hacia atrás, cuando el país se llenó realmente de populismo financiado con el dinero del petróleo. O empezaba a llenarse. Lo que es lo mismo decir, se cimentó la cultura adeca o "acción democratista", como se recitaba muy orondamente en los discursos. Cuando se le decía a las masas que “vivan en casas de lata pero tengan un gran televisor, porque Caracas es una ciudad de imágenes”,¹ y se les invitaba a vivir en la ciudad, y a votar, y a recibir un pote de leche durante las marchas de los “candidatos del pueblo”. ¿Se acuerdan de Carlos Andrés Pérez y sus brazos abiertos, cuales molinos de viento, prometiendo sueños y engañando gentes?
Se entronizaba la democracia de los partidos en Venezuela y el país se alineaba bajo el manto protector del policía del mundo, los EEUU, país que sólo aspiraba a petróleo a bajos precios y a cambio te defendía de los problemas internos, es decir, de los clamores de tu propia gente, esa misma que supuestamente disfrutaba de las mieles del mejor invento del mundo en materia de ejercicio político. La democracia por aquí y la democracia por allá, en aquel entonces el discurso de los discursos, la herramienta civilizatoria por civilización.
En su nombre se realizaban espectaculares exorcismo de control popular, tratando de convencer que el hambre era un "daño colateral" (para decirlo con una neo tecnología) de la implantación de la más perfecta práctica política, inventada en Grecia, pero reformada por los luminosos países desarrollados del presente, como los EEUU y el conglomerado europeo. Venezuela y EEUU constituían una invencible llave de precios baratos del petróleo y vigilancia extrema del cumplimiento democrático. Por supuesto, el comunismo, o socialismo; los brotes guerrilleros y las manifestaciones estudiantiles de toda la vida del período "democrático", esto es, de la Cuarta República, eran expresiones antidemocráticas. Por ello recibieron el trato que recibieron.
Acción Democrática, el presunto partido del pueblo, vilipendiaba el concepto a su antojo. Se lo metía en el bolsillo y se lo sacaba por cualquier otro lado del cuerpo o de su vestimenta. La versátil democracia. Muchos fueron los golpes "democráticos" asestados a tanto bicho insurgente de la época, mismos que están donde los dejaron, bajo tierra. El partido del pueblo unía su cultura, su expresión, su destino con la gran nación de Abraham Lincoln, donde también hacían lo que querían con aquellas sus palabras: un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. No importando que matasen a presidentes incómodos o inconvenientes, como Kennedy; ni importando que tan maravilloso sistema de gobierno prefiriera en todo tiempo auxiliar al que muere de prosperidad, como en la actual crisis, cuando se le da la plata a la banca y no a los pendejos de la calle.
Lo dicho: la democracia es una herramienta versátil. Casi una llave maestra. El discurso invencible. Tanto en Venezuela como en los EEUU, quienes habían sellado su destino a pie juntillas. Engañosamente pregonaban el idealizado concepto de la bendita palabra, de la desastrosa cosa en la práctica; y en el ejercicio, en la práctica, en la cosa escrita como ley que manda, idealizaban como infinito el engaño sobre los pueblos. Se te decía el "pueblo manda" y te ponían a votar para mandarte después a recibir tus daños colaterales; y todavía por ahí (en los EEUU) se te dice que el pueblo manda y se obtienen como presidentes a los candidatos menos votados.
La democracia, pues, como venimos diciendo. El acomodo de los acomodos. Discurso y práctica. Teoría y práctica. Propaganda y ejercicio real. Mitología de un supuesto pueblo rey, que nunca manda. El discurso de los discursos para que unos pocos se enriquezcan, como fue hechura labrada en la Cuarta República, bajo la cultura adeca, y como es credo capitalista en el país que la amparó, los EEUU. Los ricos más ricos, los pobres más pobres. Ricos de Venezuela y el mundo: ustedes me dan baratos su petróleo y su riqueza natural y yo los legalizo en sus desmanes, en sus consecuencias por causa de la entrega. Y los protejo. Y les proveo armas. Contamos con la OEA, con la ONU... Democrático es mantener la riqueza de la familia transnacional del mundo.
Y quede por allá, pequeñito, si es posible que no se vea, que el pueblo tiene que ver también con el significado de la palabra. ¡Cuidado! Si es posible que no aprenda la letra, para que no comprenda su semántica. Que pasen los siglos así, sumidos en el progreso y el desarrollo, perfectamente analfabetos. Democracia, pues, como dijimos, acomodada. Controladora y controlada. Lejos de fastidios históricos como Bolívar, que mandaba al pueblo a instruirse; como Lincoln, que pregonaba el poder genuino de las democracia; de Jefferson, quien llegó a decir -a propósito de la crisis financiera que vive “la mejor democracia del mundo”- que un banco fabricando dinero era más peligroso que un ejercito.
Pero la democracia se acaba, porque es tan flexible que también da para eso. Es una expresión e invento maravillosos del género humano. De las clases políticas del mundo, en el poder, por supuesto. Cuando esa palabra del carrizo empieza a acercarse a su verdadero significado, a su matriz genésica, a su real realidad, entonces no empieza a convenirle a nadie y empieza a ser derogada. Como en Venezuela, por ejemplo, donde se despliega un esfuerzo para que el sistema político sea participativo y no representativo (como lo era en el pasado), y para que las comunidades realmente participen de la cosa pública, de los poderes institucionalizados, incidan sobre sus propios destinos; y, donde, por consiguiente, la democracia se muere.
Así lo presenta el decir adeco, esa cultura cuartorrepublicana de la democracia venezolana. Que las masas, con su solar olor a vinagre y a cebolla del mercado, incidan en las políticas del país y en la exquisitez perfumada de los grandes líderes educados en las mejores universidades del mundo, es una soberana cochinada. Fin de mundo. La dictadura de los "patas en el suelo". Que se ande por allí inventando Consejos Comunales y bancos populares es una ridiculez de Apocalipsis. No es democracia ni nada parecido. Porque democracia es cultura, modelaje, refinación, poder de uno, baluartes que debe de soportar el pueblo. No poder del pueblo en tanto populacho; sino poder del pueblo en tanto plutocrático. Porque los ricos también son pueblo, y viven en Venezuela y en los EEUU, perpetuamente traficándose entre sí.
Ni hablar en los EEUU, donde no se encuentra cómo tapar el hueco de los déficit y se propone cada día ampliar más el del pueblo, el de la gente en la calle. Ya usted lo vio con la Historia y lo sigue viendo con la crisis presente. Y no lo querrá ver a futuro, por allá en el 2.009. Para entonces sí que es verdad que se habrá acabado la "democracia" en los EEUU, cuando la pobre gente empiece a hacer valer el concepto de mando del pueblo para el pueblo. Cuando reclame su dinero, casa y empleo. Como desde allá hoy mismo se critica hacia acá, hacia Venezuela, pues. ¡Ay, fundadores próceres!
Pero la "democracia" tiene sus propias armas de supervivencia, sus propias reglas de combate. La principal es que ella se acaba cuando realmente empieza a ser lo que debería ser, esto es, mando y reclamo de la gente. Así se dice que en Venezuela ya no la hay y en los EEUU está amenazada. En el primer país porque se paga la deuda y se deja de ser presa de organismos crediticios internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), para concentrar (desperdiciar, según crítica) esa riqueza que iba al exterior en las sudadas masas de la ignorancia; en el segundo, porque la gente debería pagar más por las necesidades de los ricos, contribuyendo con más impuestos, siendo el malestar que ello podría originar contraproducente para el establishment. Estos puntitos nomás que para poner un ejemplo.
Entonces se empieza a trabajar para recobrarla. En Venezuela, con la gran naturalidad que le da el hecho de defender derechos "democráticos" tradicionales (la cultura adeca, estemos claro), se llena el país de armas de contrabando y se contratan paramilitares para inundar de sangre a las zonas populares, como se hace hoy en día en Catia (Gramovén), Petare (La Bombilla y Filas de Mariche, José Félix Rivas) y Los Valles del Tuy. O como se hace en Apure, Táchira y Zulia. El objetivo es crear entre la célula popular terror e inestabilidad, aprovechando para asesinar a sus pobladores (en especial a los dirigentes comunales) y pescar luego en el río revuelto de las protestas.² Mientras por el otro extremo, en la altura más sofisticada de la operación de rescate, se intentan agitar a los militares en los cuarteles y a los estudiantes en la calle. Mientras así se dice que con la nueva democracia la vida no paga. Simple esfuerzo de un parto final: inestabilidad, revueltas, golpes de Estado.
Como si dijéramos democracia ajuro, pues, como se dice en Venezuela. El regreso del pasado porque regresa y que no se ha querido ir. La tradicional obligación del pueblo de mantener a sus ricos, por la fuerza o como sea. Democracia a la fuerza, flexibilidad esa que da para todo, hasta para ser martillo o mandarria sobre los pueblos. La obligación de la gente hacia el pasado, a mantener a sus adecos en el sitial de los privilegios políticos y en la usanza vieja de servir al país hacia lo extranjero, regalando el petróleo a cambio de que países y comunidades internacionales apadrinen y velen las nefastas consecuencias populares de su entrega, como es regla cuartorrepublicana. La riqueza del uno: "o votas por mí o te boto. O me haces volver o no hay democracia. O soy o no eres. O te denuncio. Te repelo. O te mato. Aunque mil veces la ejerzas (a tu nueva democracia) votando por otros distintos a nuestro porte y estampa".
O como ya empiezan en los EEUU a tomarse medidas para preservar su "democracia". Se esfuerza el gobierno por implementar sus tropas militares en la calle para controlar a la gente que se le pueda ocurrir protestar ahora, en medio de la angustia de la depresión económica, sin dinero, empleo o casa; pero no unas tropas cualquiera, sino las militares destacadas en Irak, específicamente el comando élite de lucha contra la insurgencia, esa que perseguía por allá a los iraquíes, casa por casa, para asesinarlos y luchar así contra el terrorismo o buscar armas atómicas.³
Tal es la democracia de plastilina de la que hablamos, la herramienta de defensa de las castas económicas; la vieja, la de la cultura adeca en Venezuela, la misma que unió su destino de extinción con la del "mejor país del mundo", el mismo que hoy día se debate en su ejercicio político bajo sombríos nubarrones. La "democracia" que se va y no se quiere ir, y por ello mismo, como molestos fantasmas del pasado, pretenden sembrar el terror entre pobladores (para ellos votantes). Su eslogan aquí en Venezuela: "O me resucitas o te mueres"; y allá en los EEUU, su patria de entrega final: "O me preservas o te controlo [para no decir 'mato']". Al final de cuentas, no es descabellado que también exijan que voten por ellos aunque estén muertos o anden en ese trance.
Notas:
¹ Vea la alusión al tema social, político y cultural que entraña la obra en la reseña "Adriano González León" [en línea]. En Letras: El periódico de los Universitarios en la Red. - 10 feb 2008. - [7 pantallas]. - http://eresuniversitario.com/2008/02/10/adriano-gonzalez-leon-vida-en-un-pais-portatil/. - [Consulta: 4 nov 2.008].
² José Vicente Rangel ha sido sistemático en la denuncia del paramilitarismo en Venezuela. Vea las siguientes direcciones, publicadas en Aporrea.org: "Se planea atentado terrorista contra medios de comunicación" y "Los Confidenciales' de José Vicente Rangel (28.09.08)"
³ Oscar J. Camero: "¿Perdidos para el mundo y viajando a través de las cañerías?" [en línea]. En Animal político. - 11 oct 2.008. - [Pantalla 8]. - http://zoopolitico.blogspot.com/2008/10/perdidos-para-el-mundo-y-viajando-travs.html. - [Consulta: 4 nov 2.008].
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