El gobierno de Estados Unidos seleccionó a 20 países para discutir, en Washington, políticas comunes ante la crisis financiera (G20). Una crisis financiera cuya base es la relación incestuosa del gobierno norteamericano con los bancos de Wall Street1. El texto de la declaración que salió de allí hace un leve saludo a la supervisión financiera y recomienda más de lo mismo; más de los mismos errores que llevaron a la crisis. Mejor dicho, de las crisis, porque se entreveran varias donde destacan la quiebra fraudulenta de las finanzas y el agotamiento del consumo.
Las crisis tienen su raíz en la violación de los acuerdos de Bretton Woods (1947), que fijaron el Dólar como moneda internacional de referencia, pero respaldado con un patrón de US$38 por onza de oro. Desde entonces, el Dólar paso a ser la principal reserva de todos los bancos centrales. En 1973 subió el precio en dólares del petróleo y el gobierno de Nixon lo neutralizó abandonando el patrón oro: dejó “flotar” (hundir) el Dólar y emitió dólares sin respaldo. Un grave incumplimiento unilateral que levanto protestas, a las que respondió la frase altanera del Secretario del Tesoro, John Connolly: “Es nuestra moneda y ese es su problema”.
En efecto, es nuestro problema mundial; 35 años después la onza de oro llegó a valer 960 dólares (marzo 2008), una devaluación del 2742 %. Esa erosión endémica del dólar viene devorando ahorros, salarios y precios reales de todo el mundo, incluso los norteamericanos. Un tributo mundial a Estados Unidos que nutre las especulaciones de la bolsa newyorkina, el financiamiento de sus empresas transnacionales y la voracidad consumista. Un modelo defendido tanto por la Secretaria de Estado Condoleeza Rice, como por su eventual sucesora, la Senadora Hillary Clinton; ambas repiten que “el nivel de vida norteamericano no es negociable”. Un buen nivel pagado con dólares sin fondos; cuyos billetes los respalda Dios2.
La referencia del G20 y la AIPAC a la OMC
La declaración los 20 países en Washington o la de los países del Pacífico en Lima, dan apoyo verbal a reforzar el modelo. Hay algunas propuestas concretas y son discutibles. El aumento de fondos a las instituciones financieras internacionales (FMI, BM, etc.) es a cargo de los “países emergentes y en desarrollo”, que tendrían una mayor cuota en las decisiones. Ilusiones vacías, mientras Estados Unidos tenga poder de veto con su 20%.
Una nota sobresale, porque esta fuera de contexto. En el punto 13, se dice: “Debemos tratar de llegar a un acuerdo este año sobre modalidades que lleve a la conclusión exitosa de la Agenda para el Desarrollo de Doha en la OMC, con un resultado ambicioso y balanceado. Instruimos a nuestros ministros de comercio para que logren ese objetivo y que estén listos a asistir directamente, como es necesario”3 Es justo ese intento de forzar la negociación en el seno de la OMC el asunto que deseamos comentar.
La razón oficial de la OMC es la de mejorar y estabilizar los intercambios comerciales con reglas claras y previsibles; algo que parece razonable. El modo como se le conduce evidencia que su razón verdadera es abrir mercados a las empresas transnacionales. Nada nuevo, porque, el imperialismo siempre ha sido comercial y desde la revolución industrial, se conquista para obtener consumidores. En África cada conquistador inglés traía un acuerdo comercial. En India, la importación de textiles industriales ingleses arruinó la manufactura textil tradicional y causó la Revuelta de los Cipayos4 (1857). Ahora la conquista se hace con acuerdos vinculantes.
Es incoherente que se mande una conclusión de la ronda Doha, cuando se acaba de terminar – en julio pasado- una “mini-ministerial” sin ningún acuerdo y sin que haya novedades, como no sea un aumento de las exigencias norteamericanas. Es irritante que se ordene la conclusión de un acuerdo sobre modalidades (rebajas arancelarias) y que tanto las autoridades de Estados Unidos, como el propio DG de la OMC, digan que el objetivo esencial de la Ronda de Doha será la consecución de nuevos mercados. Sin embargo, no hay una palabra sobre reducción de subsidios, que es el mandato principal y la razón de ser de la Ronda Doha. Al contrario, el documento del G20 proclama que la crisis será combatida con medidas de política fiscal, lo que legitima la permanencia o el aumento de los subsidios. Esa es precisamente la política que sigue el gobierno de Estados Unidos como lo confirma el escandaloso e inédito subsidio de 700 mil millones de dólares a los grandes bancos, para que sobrevivan su deshonesta estupidez.
La crisis ha sido causada por una pirámide financiera sideral, con emisión de títulos sin respaldo por un valor estimado- por ahora- en unas 44 veces el PIB mundial (65,6 billones [trillions], 2007). Las cifras andan ya en miles de billones [quadrillions]. Todo eso tiene que ver con corrupción en el gobierno norteamericano, fraudes contables, emisión inorgánica de dinero, obligaciones sin respaldo, etc., pero nada que ver con el comercio. La prueba de que el comercio no puede remediar la crisis financiera es que, desde los años ochenta, el flujo de los capitales es muchísimo mayor y distinto al flujo de las mercancías5 y que la apertura en servicios financieros fue utilizada para extender el efecto del fraude hipotecario.
La urgencia por abrir mercados en la OMC tiene otros motivos, que más parecen relacionados con mitigar la factura del colapso financiero a expensas de los países en desarrollo. El capitalismo vive del consumo y la masa consumidora de Estados Unidos, que era el motor de la economía mundial, yace exhausta en sus deudas. En general, los países desarrollados han encogido sus mercados al precarizar el empleo y exportar puestos de trabajo para aumentar la ganancia de sus transnacionales. Las únicas economías que crecen son de países en desarrollo o emergentes; en 2007 crecieron: Argentina 8,5%, China 11,4%, India 9,4%, Rusia 8.1% y ninguna se rige por las predicas del gobierno norteamericano, del FMI o el papel del G20.
Desde los 70 se enseña en centros de estudio norteamericanos o satélites, que Estados Unidos es una economía “Post Industrial” basada en los servicios; donde destaca la creación de “productos” financieros. Con ese criterio se eliminó y exportaron puestos de trabajo en el sector de manufacturas y Estados Unidos es el único país donde ha disminuido la producción de acero (-10%, 2000 -2006). Un país que produce mucho dinero y pocas manufacturas, no tiene mucho que financiar en casa, por eso lo exporta. Lo exporta con sus productos agrícolas subsidiados, con “productos” financieros y como bonos de su tesoro inexistente.
La aceptación de las modalidades sobre rebajas arancelarias que propone Estados Unidos no lo beneficia gran cosa como país en bienes industriales (NAMA), porque ya no produce gran cosa. Se benefician en cambio las transnacionales, que mudaron sus fábricas a países con salarios más bajos. También aumentaría la exportación de productos agrícolas subsidiados, que producen la ruina y el hambre de millones de agricultores en otros países. Eso no es un remedio para el mundo, ni resuelve deudas financieras.
La caída drástica del consumo en Estados Unidos presagia un colapso ulterior del sector servicios, porque muchos – tema para investigar- están ligados al consumo. Eso será grave, porque el aporte de los servicios a su PIB [GDP] es de 76% (2005). Cierto que calcular el PIB como la suma de todos los valores transados de la economía es hoy un criterio contestado y que es difícil medir una economía cuya base dinámica son servicios. Hay precios subjetivos para mercados específicos (divorcios en Hollywood) y hay servicios cuyo crecimiento es un indicio económico y social negativo (policía, tribunales, vigilancia, cárceles, salud). En todo caso, no se contesta su importancia para crear trabajo y su colapso augura alto desempleo.
Conclusión:
En la OMC nada ha cambiado desde el fracaso de la “mini-ministerial” abusiva de julio y es irresponsable ordenar un acuerdo inmediato. Para eso habría que ceder y el gran inflexible ha sido Estados Unidos, que pretende mantener su nivel de subsidios y que encima le abran los mercados. Mientras tanto, junto con la Unión Europea, viola sus compromisos en el Acuerdo General sobre Servicios (GATS) subvencionando sus bancos a niveles astronómicos.
El momento no puede ser más inoportuno para buscar un acuerdo sobre Doha en la OMC. En época de crisis e incertidumbre es absurdo hacer concesiones que limiten la discrecionalidad en política económica – que eso son los acuerdos de la OMC. No es el momento de hacer concesiones a un sistema fracasado, sino de protegerse con cautela de los desmanes ajenos.
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