Pese a sus reiterados
e hipócritas lamentos, la política de genocidio sistemático contra
el pueblo palestino no sería posible si Israel no fuese el matón
del imperialismo estadounidense y europeo en Oriente Medio. Un Estado
teocrático y racista, que practica el terrorismo, en el que la tortura
es legal, que se sostiene únicamente por la inyección de capital y
armamento de EEUU y por la complicidad europea, y que destinado a perpetuar
la defensa de los intereses estratégicos de Estados Unidos y de sus
subordinados europeos en la región.
Pero si hay que hablar
de que EEUU son los amos, la UE los compinches de los
amos e Israel los killers, también habrá que señalar el papel
de vendidos de la mayoría de los países árabes, gobernados
por atrabiliarias monarquías y por bandas de oligarcas corruptos, que
dependen del apoyo imperialista para imponerse a sus propios pueblos.
Mención aparte merece
el quintacolumnismo interno palestino, que personifican Mahmud
Abbas y la cúpula dirigente de Al Fatah. Entre otros el coronel Mohammed
Dahlan, jefe de seguridad de la OLP, conocido agente de la CIA y el
Mossad. Que mientras los civiles palestinos seguían cayendo asesinados
por los bombardeos de la aviación israelita, Abbas saliera a decir
que ya él le había advertido a Hamás que no respondieran al cerco
israelí, demuestra hasta que punto esa cúpula, bien vista y privilegiada
por EEUU, la UE e Israel, está podrida.
Esos “palestinos
buenos” son los que perdieron las elecciones legislativas ante el
Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), que consiguió un respaldo
abrumador del pueblo palestino. Ni Israel, ni Estados Unidos, ni la
Unión Europea quisieron reconocer el triunfo aplastante de los “palestinos
malos”. Tampoco Al Fatah: mientras Israel se dedicaba a detener a
los diputados electos de Hamás y a cercar por hambre y sed a Gaza,
Abbas, aún presidente de la Autoridad Palestina, corrió en socorro
de los ocupantes destituyendo ilegalmente al primer ministro Ismail
Haniya.
A partir de ahí las
provocaciones, las detenciones masivas, los ataques y los atentados
terroristas de Israel han ido en aumento, hasta culminar en esta última
ofensiva criminal. Así entienden las potencias imperialistas la “democracia”
y el respeto a la voluntad popular expresada en las urnas.
¿Por qué ahora esta
agresión? A nadie se le esconde que el ataque contra Gaza se da como
consecuencia del pulso que mantienen los partidos políticos israelíes
cara a las elecciones parlamentarias del próximo 10 de febrero. Para
el gobernante partido Kadima, las acciones militares son obligadas por
la situación. Según la última encuesta dada a conocer el día 25,
si se realizara ahora la votación, los partidos derechistas encabezados
por el Likud derrotaría a los partidos de “centro izquierda” encabezados
por el Kadima por una gran ventaja de 12 escaños.
Al mismo tiempo, para
la coalición de gobierno, tomar acciones militares pronto es evidentemente
más ventajoso que hacerlo más tarde porque, desde el punto de vista
militar, aún cuando Israel ocupe de nuevo Gaza, le será imposible
impedir el lanzamiento de misiles por parte de Hamás. Por eso, lo que
trata de hacer Israel es debilitar la posición de Hamás a base de
machacar Gaza, para obligarles a una negociación en los términos más
favorables para los sionistas.
Cuanto más pronto
atacara Israel, más posibilidades creen tener de conseguirlo antes
de las elecciones, mientras cuanto más tarde atacaran, se encontrarían
con mayores posibilidad de ser inmovilizados por Hamás, de modo que
el gobierno israelí perdería la iniciativa tanto en el campo de batalla
como en las elecciones.
Por su parte, para
la extrema derecha israelí, las acciones militares son un buen negocio.
Por un lado, si logran impedir los lanzamientos de misiles de Hamás,
el Likud, que siempre ha abogado por recurrir a la violencia extrema,
podrá atribuirse el éxito y colocarse mejor cara a las elecciones.
Por otro lado, si las acciones militares resultan desfavorables e incluso
quedan en una mala situación como durante el conflicto libanés-israelí
de 2006, le echará la culpa a la coalición gobernante.
*Teodoro Santana es militante del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)