No se necesitan muchas palabras para ordenar una conclusión que simboliza todo el monstruoso período de ocho años del gobierno más repugnante de los últimos tiempos, el del señor George W. Bush. Quizás hubo algún perdido de oficio en el espacio que llegó a pensar que el gobierno de Bush podía cerrar su ciclo y entregar la Casa Blanca a Obama realizando alguna acción humanitaria en algún rincón del planeta. Simplemente, se equivocó de banda a banda en su tiempo.
Definitivamente, el cinismo político grotesco es un crimen contra la misma ciencia política y, por consiguiente, contra la humanidad. Ese es el polvo cotidiano con que se colorea la cara el imperialismo. El mundo es en este momento como un pequeño campo de ojos que se sonríen y otro campo inmensamente gigantesco de ojos que lloran, con indignación y hasta con impotencia pero lloran.
El genocidio –verdadero holocausto- que está cometiendo el Estado sionista de Israel contra el pueblo palestino está a la vista de ambos campos de ojos. El hecho no requiere de anteojos para ser mirado, pero de lo que se trata es de verlo que es mucho más profundo y mucho más indignante aunque la ONU no haya hecho más que demostrar su careta de institución al servicio de un mundo que ahora corre velozmente patas arriba hacia hecatombes que ponen en auténtico peligro la existencia humana. Dos Estados (Estados Unidos e Israel) se dan el lujo de sacar la lengua y hacer mofas a todas las resoluciones de la ONU que condenen los actos criminales por aquellos en el mundo. Lo que es más: se dan el lujo de atacar, bombardear y destruir a las mismas delegaciones de la ONU que traten de mediar, con buenas intenciones, en solventar las nefastas consecuencias sociales que son producto de la escalada bélica y genocida del sionismo israelita. El mundo se puede estar desangrando y en la ONU, la generalidad de los o las representantes de las naciones más poderosas, hace chistes y se ríen a carcajadas sin importarles el dolor humano o que miles de millones de ojos llorando esperen con ansias una solución al conflicto que los devora y los sumerge en el exterminio social.
El imperialismo –militarmente Israel es una potencia imperialista en el Medio Oriente- nunca defiende patria sino intereses económicos, mercados, esferas de influencia, porque siempre lleva en su entraña el ansia de expansionismo y de dominio a otras regiones. El genocidio que se comete en Palestina por parte del sionismo israelita no hace más que confirmar que el único desarme que puede garantizar la paz es el de los Estados que mal gobiernan el mundo para entregar los fusiles a los pueblos como la vía más segura que conducirá, inevitablemente, a la cremación posterior de todas las armas de la guerra.
Los bombardeos son a diario, las matanzas son a diario, las violaciones a los tratados internacionales son a diario, las burlas y desobediencias a los dictámenes de la ONU son a diario por el Estado sionista en el caso del genocidio al pueblo palestino. Por su parte, la ONU, como si el genocidio fuese simplemente una discusión acalorada entre dos vecinos desarmados de armas de la guerra, prolonga sus sesiones hasta que la sangre de las víctimas comienza a inundarle la sede de sus pasiones burocráticas. Por supuesto, no todos los que integran la ONU se hacen de la vista gorda ante los graves conflictos que vive el mundo, pero lamentablemente son peces chicos que si elevan mucho el tono de la voz de protesta la mayoría de los peces grandes abren su boca para tragárselos de un solo impulso. La ONU, ya no es garantía de paz para nada, porque allí sólo cocinan las grandes potencias que dominan el mundo mientras que a los demás naciones sólo quiere repartírseles las migajas que sobran de los banquetes. Estados Unidos e Israel, así lo han demostrado.
Sin embargo, por vez `primera, en el caso de los genocidios continuados que ha venido cometiendo el Estado sionista con el mundo árabe –en general- y con los palestinos –en particular-, se llegó a una resolución con catorce (14) votos del Consejo de Seguridad de condena a la política sionista de exterminio o genocida, de solicitud de cese inmediato del fuego y de retiro inmediato de las fuerzas agresoras de los territorios ocupados. Si eso ha resultado extraño, más extraño aún es el voto de abstención de la representación del más poderoso imperialismo del planeta: Estados Unidos. Pero para nadie, con cuatro dedos de frente, eso no es más que la expresión más acabada del cinismo político que el voto de veto que siempre ha caracterizado a la representación estadounidense en relación con los genocidios que ha cometido el Estado sionista en el Medio Oriente. Todo el mundo, por efecto del sentido común y no de análisis políticos, sabe que el voto de abstención es una vulgar complicidad del gobierno de Estados Unidos con el de Israel, es un aval al genocidio, es una firma de Bush en papel en blanco para que sea el Estado sionista quien escriba los argumentos inargumentables de sus tropelías contra el pueblo palestino.
¿Cuál fue el cínico argumento de Condollezza en la reunión del Consejo de Seguridad?
Sencillo pero profundamente macabro: debe esperarse que concluyan las diligencias que está realizando el gobierno egipcio con el de Israel antes de tomar resoluciones. Mientras tanto: poco le importa al gobierno de Bush los centenares y centenares de víctimas del genocidio. Definitivamente: ni Bush debió tener semen para engendrar hijos o hijas ni Condollezza ha debido tener matriz para crear y dar a luz hijos o hijas. Son asesinos por contumacia. Si el Estado sionista no le para ni un milímetro al Consejo de Seguridad de la ONU aun cuando el voto de Estados Unidos fue de abstención, mucho menos hará caso al gobierno egipcio que por cierto, muy poco le duele que sea exterminada la población palestina con tal que los sionistas no se metan con el territorio de Egipto. Mientras en el Medio Oriente existan gobiernos árabes despóticos con sus propios pueblos, serviles al capitalismo más degradante del género humano, el pueblo judío muy pocas oportunidades tendrá de arrebatarle el poder al sionismo y acabar con las razones imperialistas de éste. Sólo el socialismo puede poner fin eterno a las guerras, a las monstruosas desigualdades entre pueblos, y abrirá las compuertas para que las fronteras y las relaciones capitalistas reproducción no continúen perturbando el desarrollo de las fuerzas productivas y el derecho a la felicidad de la humanidad entera. Mientras tanto, los genocidios seguirán, desgraciadamente, estando a la orden del día de la política imperialista.
El genocidio que se comete por parte del sionismo contra los palestinos, ante los ojos impávidos y no de pocos complacientes del Consejo de Seguridad de la ONU, reafirma con mayor vehemencia que estamos viviendo un tiempo en que la lucha por la creación de un nuevo orden social –con justicia y verdadera paz- es la suprema razón de la solidaridad entre los pueblos, es la mayor urgencia de la universalidad de nuestro tiempo. Los zapatazos del periodista iraquí, esquivados velozmente por Bush, no dejaron en éste ninguna enseñanza política.
¿Y qué tal el silencio de Obama para los que creen que la política exterior estadounidense tendrá un vuelco del cien por ciento y se traducirá a favor del desarrollo y progreso social del mundo? Como nié, ponte a creé.