Mientras en Costa Rica se hacen esfuerzos para negociar lo que en sano juicio es innegociable, la cùpula eclesiástica hondureña, por boca del cardenal Oscar Rodríguez, sigue legitimando el golpe de Estado.
Este alto representante religioso, que casi accede al papado, estaba bien dateado con respecto a lo que ocurriría en el aeropuerto de Tegucigalpa si el presidente Manuel Zelaya hacía realidad su palabra de retornar a su paìs .
Ni la Iglesia hondureña ni el cardenal Rodríguez han condenado al gobierno de facto del señor Micheletti ni han llamado al cese a la represión, que ha dejado su saldo de varios muertos, decenas de heridos y centenares de prisioneros y perseguidos.
El cardenal Rodríguez acompaña las intenciones del gobierno que hoy usurpa la democracia en Honduras, y por eso pretendía trasladar a Zelaya la responsabilidad por la arremetida militar contra ciudadanos desarmados. La actitud de este alto representante de la Iglesia hondureña es diametralmente opuesta a la de un sacerdote, también centroamericano, pero nacido en El Salvador, quien tuvo que pagar con su vida el atrevimiento de reprochar la conducta del gobierno militar de su país. “En nombre de Dios, les pido, les ordeno, que cese la represión!, fue la frase que monseñor Oscar Arnulfo Romero pronunció pocos días antes de que fuese acribillado en plena misa ,en la catedral de San Salvador.
Es sumamente peligroso y negativo que en América Latina, una región mayoritariamente católica, la Iglesia sea arrastrada por algunos de sus prominentes voceros a hacerle coro a gobiernos impuestos por la fuerza, que secuestran al Presidente, lo expulsan a otro país, desatan la represión contra el pueblo y aplican medidas que anulan los derechos fundamentales de la ciudadanía, entre ellos el derecho a la vida y a la libre expresión. Cuando la dictadura de Augusto Pinochet hacía de las suyas en Chile , la Iglesia se convirtió en refugio para los perseguidos. No faltaron los llamados de ésta para que cesaran los abusos y las violaciones a los derechos humanos.
Aquí también, y valga un recordatorio, algunos voceros de la Iglesia asumieron una conducta similar a la de Rodríguez en tiempos de la breve dictadura de Pedro Carmona Estanga. Y creo que ese error todavía sigue resaltando en nuestra memoria colectiva. La idea no es reabrir esa herida no del todo cicatrizada en nuestra sociedad. Pero sí salirle al paso a la estrategia de presentar como un hecho constitucional, que incluso merece la bendición divina , un clásico golpe de Estado, frente al cual no puede haber medias tintas.
El golpe de Estado no puede ser la salida ni siquiera frente al peor de los gobiernos nacidos de la voluntad popular. Allí es donde patinan algunos demócratas auténticos y otros no tan auténticos cuando se dejan cortejar por la idea de que hay golpes “constitucionales” que son catalogados de sucesiones presidenciales rutinarias, como la que pretenden consolidar en Honduras gorilas de paltó y corbata apoyados por una poderosa sotana.
A màs de dos semanas del golpe en Honduras, y màs allà de lo que pueda pasar con las gestiones de Oscar Arias en Costa Rica, y frente a las cuales hay màs escepticismo que expectativas, el peligro sigue siendo el mismo.
Si se legitima el gobierno de Micheletti ,estarà abierto el camino para que entremos en una dinàmica que pone en peligro la democracia y la paz en Amèrica Latina. Y què làstima que una vez màs un alto jerarca de la Iglesia bendiga al gorilaje que pugna por reconquistar los espacios perdidos en este lado del mundo. Si tienen dudas pregunten a la democracia cristiana chilena lo caro que saliò a su paìs la carantoña que esta agrupación le hizo a los militares para que derrocaran a Salvador Allende.
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