Juan Bosch, pentagonismo y nueva ocupación militar

El pentagonismo es parte de una agenda de temas que fueron objeto de intenso debate desde finales de los años sesenta por intelectuales como John Saxe Fernández, Richard J. Barnet, Noam Chomsky, Adam Yarmolinsky, Dieter Senghaas, Seymour Melman, entre otros. Pero fue con el dominicano Juan Bosch, que la tesis del pentagonismo tuvo gran difusión e impacto a nivel internacional.

El contexto inmediato de la tesis del Pentagonismo es la derrota militar y política de las fuerzas constitucionales de la República Dominicana luego de la invasión imperial de 1965, y la consolidación del gobierno de Joaquín Balaguer con el apoyo de Estados Unidos. El contexto más amplio es el abandono de las políticas reformistas de la llamada “Alianza para el Progreso” bajo el presidente “demócrata” Lyndon Johnson, y el comienzo de un ciclo de golpes militares de derecha a través de gran parte de América Latina, así como el revés que había sufrido la estrategia guerrillera cubana por la muerte del Che Guevara en Bolivia en 1967. La clave de los golpes militares era derrotar la insurgencia de los nacionalismos populares antiimperialistas en América Latina y el Caribe.

De allí, que el Pentágono se haya impuesto a cual aggiornamiento en la Casa Blanca. El verdadero poder tras las mascaradas electorales de la democracia de segundo grado de los EE.UU, es el complejo económico-tecnológico-militar. El resto es asunto de conserjes del edifico imperial.

En 1967 Martin Luther King había calificado a Estados Unidos como “el mayor productor de violencia en el mundo”. Propuesto una alianza entre los movimientos de derechos civiles y de oposición a la guerra de Viet Nam. Aun hoy sus palabras adquieren gran vigencia. Su asesinato indica hasta donde pueden llegar las fuerzas que sostienen el edificio imperial. Para el momento en que el dirigente dominicano Juan Bosch escribe el prefacio de “El pentagonismo”, se estaba produciendo la ofensiva Tet en Vietnam.

Bosch ya experimentaba su ruptura total con los “liberales norteamericanos”, quienes trataban de domesticarlo en función de reformas superficiales. Bosch retrata a los personajes liberales que lo habían cortejado durante la brevísima primavera de la Alianza para el Progreso, como un grupo sin liderato y sin principios, meros burócratas capaces de cambiar su postura en 72 horas. Una lección para algunas de las diplomacias latinoamericanas que creen que las administraciones demócratas son esencialmente progresistas, y que permitirán cambios profundos de las estructuras de poder, desigualdad y explotación de América Latina y el Caribe (El espejismo Obama en Trinidad y Tobago).

Uno de aquellos liberales que cortejo a Bosch, llamado George Ball dice en sus memorias que Bosch era “…unrealistic, arrogant and erratic. I thought him incapable of running even a small social club, much less a country in turmoil. He did not seem to me a Communist… but merely a muddle-headed, anti-American pedant committed to unattainable social reforms.” Es decir (en una traducción libre): una suerte de personaje irrealista, arrogante y errático. Lo pensé incapaz de carrera aún en un pequeño club social, y mucho menos un país en la confusión. Él no me pareció…Comunista pero simplemente era un pedante atolondrado, un antiamericano que realizó reformas sociales inalcanzables. Una descripción más o menos prototípica de los que se imaginan ciertos círculos políticos de los EE.UU de muchos dirigentes de América Latina y el Caribe.

Y llama la atención, esto de “reformas sociales inalcanzables”. ¿Sera este el sinónimo de las revoluciones sociales, democráticas y pacíficas de acuerdo a las visiones del Pentágono?

Bosch colocó gran énfasis en la importancia de los factores estratégico-militares para la geopolítica hemisférica. El peso de los factores militares en la política caribeña fue evidente para un pensador que fue derrocado por una ocupación militar imperial, como Bosch. Después de la derrota infligida a los EE.UU en Playa Girón, y bajo el lema de “no más Cubas”, vino la aventura pentagonal en Santo Domingo. Luego de la experiencia de la invasión de 1965 en República Dominicana, y sus secuelas políticas, se conformó un nuevo Leviatán imperial.

Bosch cita en su Libro el discurso del Senador W. J. Fulbright del 13 de diciembre de 1967: “Hoy destacaré la creciente militarización de la economía y de las universidades…el complejo militar-industrial no es el producto de una conspiración sino que es inevitable resultado de un poderosos establecimiento militar permanente…Este ha dado nacimiento a una vasta industria privada ligada a la fuerza armada por el lazo natural de los intereses comunes… el complejo militar-industrial se ha convertido en una fuerza política mayoritaria porque generales, industriales, comerciantes, políticos, etc se le han unido y es una poderosa fuerza nueva para la perpetuación de acciones militares extranjeras, para la introducción y ampliación de costosos sistemas de armamentos, y como resultado, para la militarización de grandes porciones de nuestra sociedad…muchas de nuestras universidades se han unido al monolito, añadiéndole en gran medida poder e influencia, la honestidad intelectual (en los Estados Unidos) es producto de un mercado similar a una caja de detergentes.”

Todo esto dio lugar a la concentración creciente del poder en el Pentágono, en el estamento militar, que escaparía a cualquier control electoral del pueblo norteamericano. Encontró expresión en los presupuestos militares cada vez más abultados, sobrepasando los gastos civiles del Estado. Dice Bosch, “cuando Kennedy pasó a ocupar la presidencia de los Estados Unidos, ya el poder militar era más fuerte que el civil en términos de fondos para gastar.” Además, el poder militar promovió una cada vez mayor concentración del poder industrial.

El pentagonismo sería la combinación del creciente poder del Pentágono con una sociedad de masas. Sus condiciones subjetivas son el anticomunismo y la exaltación del culto a los héroes militares. No se trata ya de que líderes militares lleguen a la presidencia luego de conflictos militares, como en el pasado. El Pentagonismo, según Bosch, es una nueva forma de estructurar el poder político y la economía. Y no fue hasta la década de los sesenta que los estadounidenses se dan cuenta que lo tienen instalado “en el centro de su sistema”.


Aunque Bosch reconocía que el proyecto pentagonista fue inicialmente propio de las derechas económicas, militares, políticas de la sociedad norteamericana, la disponibilidad de grandes recursos económicos amplió su base de apoyo para abarcar las universidades, el centro político e importantes segmentos algunos liberales. De hecho, la sociedad entera se pentagoniza a medida que los vínculos de dependencia económica penetraron hasta la clase obrera y los mecanismos de persuasión masiva, como la televisión. En este sentido Bosch menciona el apoyo de la AFL-CIO a la invasión de la República Dominicana, y los niveles de aprobación del 70% a esa intervención y la guerra de Vietnam. Frente a esta realidad contundente, Bosch no le dió muchas posibilidades de éxito a los opositores de la guerra, los “dissenters”, ni a los liberales, a quienes llama la “flor exótica”.

Pero hay un aspecto fundamental de la reflexión de Bosch: El pentagonismo no significa el ejercicio del poder político directo por parte de los militares. No hay en Estados Unidos las condiciones para un golpe de estado tradicional, a menos “que se produjera una derrota militar norteamericana de carácter decisivo…” Lo que ha ocurrido es una división de los campos de acción donde los civiles han retenido el control de la política interna, mientras que los militares se han hecho dominantes en la política exterior. Cualquier aparente control de los civiles en el Departamento de Estado y de la política exterior es una mera ficción.

Son los militares imperiales quienes la controlan. De allí, que sus objetivos sean subordinar a los ejércitos de los países dependientes, que también se pentagonizan. Las nuevas formas de dominio internacional no se basan exclusivamente en la adquisición de territorios y colonias, sino en la subordinación de los ejércitos a través de múltiples mecanismos de cooperación. Cuando esos ejércitos entran en crisis, es que se pone en acción la política de fuerza de la intervención directa. Su justificación está en la doctrina de las guerras subversivas, que Bosch ilustra con el manual de guerra de guerrillas del ejército de Estados Unidos de 1961. La Doctrina Johnson, que se enunció en el caso dominicano, no era más que una expresión de esa doctrina del intervencionismo global.

El pentagonismo cobra creciente actualidad analizando los movimientos del tablero estratégico en la coyuntura reciente. Actualmente, un nuevo liderazgo civil se pliega a las visiones de mundo y las exigencias del estamento militar. Lo que muestran los pocos cambios en el comando militar que realiza Obama, y que son parte del legado Bush indican que hay un personal neo-pentagonal en posiciones claves de la política exterior norteamericana; que siguen pensando en reafirmar el poder unipolar de Estados Unidos en el mundo usando mecanismos de fuerza, a la vez que se construye al interior de Estados Unidos un estado militar-policial bajo el pretexto de la “lucha contra el narcotráfico y el terrorismo”. Por eso, la próxima ratificación del “convenio bilateral y soberano”, como lo calificó Hilary Clinton, entre EE.UU y Colombia será el inicio de una nueva era de pentagonismo y ocupación militar bajo la nueva doctrina de las “localidades de cooperación para la seguridad” (CSL). Una simple redefinición semántica producto de poder tecnológico de movilidad y telemática del complejo militar-industrial. Como para darle la importancia que tiene. Hay que releer a compatriota nuestro-americano Juan Bosch.


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Javier Biardeau R.

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

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