Casi todos los discursos se parecen, poseen coincidencias estratégicas, hacen uso de las mismas palabras y hasta conceptos o categorías científicas e históricas, algunos victimarios se presentan como las víctimas. Pocas veces se puede apreciar contradicciones antagónicas, porque todos, los mentirosos y los sinceros, los que gobiernan a favor de la burguesía y los que lo hacen en provecho de los pueblos, terminan hablando de redención social para toda la humanidad. Todo eso en la teoría, pero ésta sólo puede ser confirmado por la práctica social de los seres humanos sin que intervengan para nada los mandamientos del reino de los cielos ni las esquizofrenias venidas del reino del infierno. El purgatorio continúa pareciéndose a un escombro de cadáveres buscando definición de destino. El limbo sigue siendo la prisión para que las almas de proletarios se olviden para siempre de hacer su revolución en otros reinos.
Nos llamó mucho la atención el discurso del Presidente Obama por su coherencia, su respeto a la diversidad de criterios, su intención de contribuir en la creación de un mundo un millardo de veces superior al actual, su disposición de búsqueda de relaciones internacionales que se correspondan con la exigencias materiales de cada región en particular, el compromiso de hacer valer la igualdad de oportunidades en un planeta donde predomina la ley del desarrollo desigual, su claridad en torno a la recuperación de todo ese espacio dañado a la naturaleza que pone en peligro la misma existencia de la humanidad. Fue, sin duda alguna, un discurso pausado, bien pensado y maravillosamente hermoso. Pero no olvidemos que eso es en teoría. No hemos llegado aún a la práctica, esa que se produce fuera del recinto de la ONU, donde Estados Unidos e Inglaterra son capaces de violar todas las normas y tratados internacionales y ser indiferentes y desobedientes a las opiniones y vetos que vengan de Rusia, China y Francia.
El discurso del Presidente Obama, si utilizáramos un termómetro medidor de la posición de ubicación política, diríamos que fue de un izquierdista que se ha leído los textos más importantes de la doctrina marxista. Y si Lenin estuviese vivo, así lo creo, terminaría por decir: “El discurso del Presidente Obama es en sus tres cuartas partes de un socialista moderado y en una de un filántropo burgués que entiende los grandes peligros de este mundo si no cambia aunque sea en una tercera parte, pero su gobierno sigue representando a la cocina de ladrones”; es decir, a las naciones imperialistas más poderosas del planeta, las que deciden inconsultamente el destino de más de seis mil quinientos millones de habitantes, las únicas que tienen voz y voto al mismo tiempo. Sin embargo, el mismo hecho que el Presidente Obama produzca un discurso tan crítico del mundo actual como el que dictó en la Organización de Naciones Unidas del presente año (2009), es digno de tomar en consideración y hasta de analizar para reflexionar sobre su contenido aun cuando terminen, los opositores al capitalismo salvaje, siendo perseguidos como terroristas o bandoleros por el mismo gobierno del Presidente Obama.
El Presidente Obama, mirando con atención y ojos bien abiertos y dirigidos hacia todas las posiciones geográficas en la sede de la ONU como cualquier mandatario humilde, dijo algo que muy pocos gobernantes en el mundo se da cuenta de ello y casi nunca lo advierten. Obama espera que todo gobierno sea el reflejo de la voluntad de su pueblo. Quieran Dios y Marx, en primer lugar, que todos los pueblos del planeta llegasen a pensar en el mismo deseo de redención social, para que todos los gobiernos, en segundo lugar y antes de extinguirse el Estado como instrumento de poder político, sean verdadero reflejo de la voluntad de sus pueblos. Pero sabemos que un Presidente o mandatario no es más que la expresión de la primera voz de un gobierno que representa a un Estado que defiende determinados intereses económicos de clase social. Y, aunque no quieran reconocerlo, en Estados Unidos gobiernan los grandes monopolios económicos del mercado mundial. Y si Obama no se sujeta a ese principio, sencillamente, lo desgobiernan de alguna manera o por algún método que no es, precisamente, el de respetarle su derecho a la vida y el de su mandato presidencial. Incluso, el Presidente Obama llegó a decir que ninguna sociedad tiene que calarse un despotismo ni foráneo ni interno; es decir, avaló el derecho a la rebelión popular. Esto, son poquísimos los mandatarios que lo pronuncian y, mucho menos, quienes lo respetan.
Ahora, vayamos a la práctica. Para esto valgámonos de algunos ejemplos irrefutables. El caso más patético, más ejemplarizante que desdice en la práctica lo que se dice en la teoría o que contradice al conjunto de palabras e ideas expuestas por el Presidente Obama, sigue siendo, sin duda alguna, Cuba. Si se midiera la popularidad o el reflejo fiel de un Presidente, como expresión verdadera de la voluntad de su pueblo, el único que cumpliría con ese lujo, virtud y mérito de la política sería, no le quede duda a nadie, sería el primer mandatario cubano. Si esa elección se hiciera en Cuba, Raúl Castro ganaría con un porcentaje de alrededor del noventa por ciento (90%) y con una abstención menor al cinco por ciento (5%). Y si fuese Fidel, pudiéramos atrevernos a decir que ganaría con un noventa y ocho por ciento (98%) de los votantes. Las autoridades de Estados Unidos (sean legislativas, ejecutivas, judiciales o de cualquier otra naturaleza), no tienen ningún derecho ni deber a exigir ese género de elección en Cuba, porque la elección, para determinar la Presidencia estadounidense, no es directa sino de segundo grado decidida no por los votos del pueblo sino por un consejo superior que, por cierto, le quitó el triunfo al candidato Al Gore para dárselo a Bush antes de ser elegido Obama. ¿Entonces, por qué no reconoce, el gobierno de Estados Unidos, al gobierno cubano si éste es un verdadero reflejo de la voluntad del pueblo cubano? ¿Por qué se conspira o se permite la conspiración constante para derrocarlo? ¿Por qué exige democracia en Cuba para suspender el fracasado embargo que durante más de cuatro décadas ha tratado de derrumbar o buscar la caída de la revolución y no lo ha conseguido?
Otro ejemplo: Israel, tal vez, el único país donde todas las tendencias de pensamiento (incluyendo la que se autodenomina socialista o comunista) defienden su derecho a la existencia como Estado judío y que han demostrado ser capaces de ir a cualquier género de violencia para sostenerlo sin importar lo que se lleven por delante, los procesos electorales no demuestran que un mandatario o su primer ministro sean la el reflejo fiel de una verdadera voluntad del pueblo israelita. Ganar, cualquiera elección, teniendo más de un cuarenta por ciento (40%) de oposición y con una abstención superior al treinta por ciento (30%), en cualquier país del planeta, no es jamás un reflejo fiel de una voluntad popular verdaderamente global. Pero como se sabe, por lo menos en elecciones directas y de una sola vuelta, gana quien saque la mayoría de los votos de quienes concurran a votar en las urnas electorales, mientras que se dan casos en que el ganador de la primera vuelta resulta siendo perdedor en la segunda o negada la voluntad de la mayoría de los votantes en un congreso nacional, que es quien termina decidiendo la escogencia del Presidente.
Otro ejemplo: Estados Unidos cuenta con el mayor poder de armas nucleares, de auténtica capacidad de destrucción masiva y, para ello, alega la defensa de la democracia, de la libertad, de la paz del mundo y, por otro lado, no dejan de reconocer la seguridad estadounidense como primordial. Para el gobierno estadounidense eso es válido, eso es un deber, pero si otro gobierno intenta elaborar armas alegando lo mismo, entonces, inmediatamente el gobierno de Estados Unidos alega que esa nación representa un peligro para el mundo, que va a utilizar sus armas para atacar a otros países y apoderarse del planeta, que eso no puede permitirse y debe ser atacado, invadido, bombardeado y sometido a los designios de las poquísimas grandes potencias imperialistas que dominan, a su antojo y en su propio provecho, el mundo. En fin, la política exterior de Estados Unidos se fundamenta en dos principios o en dos dichos: la salsa que es buena para el pavo no lo es para la pava, y la ley del embudo: lo ancho para los imperialistas y lo angosto para el resto del mundo.
Preguntemos: ¿la salsa que es buena para el pavo no puede ser buena también para la pava? En la respuesta a esa interrogante se refleja la coherencia o la contradicción de cualquier posición política. Es todo.