Un personaje romano dijo “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”. El presidente Chávez, motivado por el acuerdo guerrerista entre los gobiernos de Uribe y Obama, de instalar siete bases militares en el territorio del primero, repitió aquella frase.
Unos cuantos desde el poder la han repetido y sin trascendencia alguna. Es solo un llamado a estar alerta, no descuidarse y sobre todo no dar síntomas de debilidad que puedan atraer la agresión. Pero más contundentes que las palabras son los hechos. El alto mando militar norteamericano, justificando su solicitud de aporte económico al Congreso para financiar la creación de esas bases, habló de la existencia en el área de gobiernos antiestadounidenses.
Esa argumentación, por sí sola, es una amenaza y reconocimiento de los fines agresivos del tratado en cuestión. Y más contundente que un simple llamado a estar alertas.
Pero el simple enunciado de aquella frase, sirvió para que los medios y órganos políticos de la derecha acusasen al presidente venezolano de guerrerista. Lo hicieron desde el Departamento de Estado y el alto gobierno colombiano y hasta el senado brasileño tomó aquello como lamentable excusa para posponer su decisión acerca del ingreso de Venezuela a MERCOSUR. Unos cientos de medios de comunicación y políticos tomaron la seña y la difundieron hasta donde pudieron.
Anteayer, en la oportunidad de recibir el premio Nóbel de la Paz, pese sus “logros escasos”, como dijese él mismo, el presidente Obama, olvidado de los discursos que desde sus espacios se lanzaron contra Chávez por haber pronunciado aquella frase, expresó que “los instrumentos de la guerra tienen un papel que jugar para mantener la paz”. Y agregó además que “decir que la fuerza es a veces necesaria no es un llamamiento al cinismo, es reconocer la historia”.
El premio Nóbel, no habla sólo de prepararse para la guerra, como dijese Chávez, sino que reconoce y pondera el uso de la fuerza para justificar la conducta guerrera y agresora de quienes, incluyéndole, han gobernado su país. Esto incluye el lanzamiento de bombas atómicas sobre Japón.
Aquello de no hablar del pasado y escribir una nueva historia, que fue el canto de sirena de Obama en Puerto España, para darle un paso a la torera al debate, quedó atrás, pues ahora recoge y relanza el discurso inamistoso de sus antecesores. Para decirlo con una manida frase, Obama se despojó de la careta. Hasta tuvo el cinismo, en su discurso para recibir el injustificado premio, por sus “logros escasos”, de mencionar a Martin Luther King. Este luchó por la dignidad y derechos civiles de ciudadanos tratados con desprecio, por los mismos que ahora alientan a Obama.
El “gobernante” estadounidense no habla sólo de prepararse sino que justifica el uso de la fuerza con las palabras y los hechos. Pues acaba de autorizar el envío de 30.000 hombres más a Afganistán. Y la señora Clinton, hablando en nombre de aquel, amenaza descaradamente a Venezuela y Bolivia, por las relaciones de intercambio comercial y tecnológico, en el área de la producción para la paz, con Irán. Dijo la actual jefa del Departamento de Estado, al mismísimo estilo de los viejos cowboys que por su cargo pasaron, sin delicadeza alguna, si “quieren flirtear con Irán, deberían considerar las consecuencias que podrían tener para ellos y esperamos que se lo piensen dos veces”.
Esta forma de abordar nuestras relaciones no tiene nada que ver con esa historia nueva que debemos escribir, de la cual falsamente habló Obama, sino es tal cual como la vieja. Aquella del patio trasero.
No obstante, tales indelicadezas o descaradas amenazas y enunciados guerreristas, tanto de Obama como de la Clinton, no hirieron la exquisita sensibilidad de quienes saltaron ofendidos, porque Chávez repitió una frase, que por el tiempo de nacimiento, en época del imperio romano, se ha vuelto manida.
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