Tiger Woods: ¿escándalo sexual o moraleja burguesa?

Dicen, expertos analistas, que el golf es el deporte que ocupa el primer lugar en la audiencia o asistencia de fanaticada en una sociedad donde, aun en las peores crisis económicas, todos los escenarios deportivos, artísticos y faranduleros se llenan hasta que no cabe un alma más. Y, de paso, el valor de las entradas es bien alto. El golf, como el tenis de campo, han sido deportes casi de exclusividad de la raza blanca donde un negro es una excepción. Acthur Ache, en tenis, llegó a ser raqueta número uno en el sector masculino, como las hermanas Willians han sido estrellas en el campo femenino. Pero es mucho más fácil encontrar un tenista negro que un golfista de la misma raza.

En Estados Unidos, producto de la farsa moraleja burguesa, es más importante y provechoso -desde el punto de vista privado- económicamente hacer un escándalo público, por la conducta de un deportista o un artista, que por los genocidios y las torturas injustificables que comete el ejército estadounidense invadiendo países para expropiarle sus riquezas. Cuando Muhammad Alí (el más grande boxeador de todos los tiempos) se negó a prestar servicio militar para no ir hacerle la guerra a los vietnamitas, no sólo se le despojó del título de campeón mundial del peso pesado, sino que fue a prisión, y el gobierno a través de los grandes y poderosos medios de comunicación privados trató de reducir la información a la mínima expresión, porque la actitud de Alí podía influenciar a miles de jóvenes estadounidenses que no estaban de acuerdo con la guerra imperialista del Estado de Estados Unidos en Viet-nam. Así se maneja la información en Estados Unidos, porque la esencia de la misma es desinformar.

Tiger Woods es un joven de raza negra que ha tenido la facultad, la inteligencia, la astucia, la habilidad y, se podría decir, los medios para llegar a ser el número uno, el gran campeón de golf en el mundo y, de otra parte, quien más dinero haya ganado no sólo por concepto de triunfos de copas y remuneraciones económicas sino, también, por concepto de publicitación de mercancías deportivas. El negrito, en dicho popular, se las ha comido o se las sabe todas en golf y en publicidad y, por qué no, en mujeres. Pero, además, de negrito y rico no se puede negar, por el hecho de ser uno del sexo masculino, que Tiger es físicamente simpático. Y vivimos en un mundo donde el interés personal sigue sobrepasando el interés colectivo, por lo cual muchas personas, de ambos sexos, buscan tener relación con otra persona de sexo opuesto para obtener ganancias económicas sin llegar a sentir, en la profundidad del corazón, los más arraigados y respetados sentimientos del amor. Un hombre, como acontece en algunas regiones árabes, que conviva sexualmente –por costumbre ya hecha ley- con tantas mujeres como pueda su bolsillo mantenerlas es, sin duda, promiscuidad, es desvalorizar al sexo femenino, es degeneración aunque le busquen la justificación moral o religiosa o económica que se quiera, es machismo vulgar disfrazado de poligamia de clase explotadora y opresora. Imaginémonos, por un momento, que Tiger Wood perteneciera a una región donde se permite tener la cantidad de mujeres que la posesión económica del hombre lo permita sin estar acosado de escándalo sexual. Bueno, lo más seguro, es que tendría un harem que sería comparable a un Estado particular “feliz” dentro de un Estado general infeliz. ¡He allí cómo el factor económico sigue siendo el determinante de la vida social! Federico Engels, quien fue rico, sabio y con un físico muy deseado por miles de mujeres de su tiempo, sostuvo que una de las características del comunismo sería la monogamia dejando atrás, para siempre, a la poligamia.

Lo cierto es que en Estados Unidos y muchos otros países viven actualmente el escándalo amoroso o sexual del gran campeón de golf, el negrito y rico Tiger Woods. Casado con una hermosísima mujer blanca y con dos hijos, luego de un choque y no sé ni me interesa por cuál causa o motivo, reventó el escándalo. Tal vez creyeron que el negrito se iba a morir y salió a flote una legión de hermosísimas mujeres que aseguran han pasado por la bragueta del famoso golfista. Tanta preocupación ha causado el hecho y el escándalo que la suegra de Tiger sufrió de un aparatoso golpe “moral” interno que le produjo reacciones físicas y tuvo que ser trasladada a un hospital para reponerle la salud. Quizá, no lo sé ni me interesa, la suegra no está dispuesta a que su hija y sus nietos compartan la herencia con mujeres “quita” maridos o “inescrupulosas”. Sin embargo, el negrito es muy selectivo y no se acuesta con cualquier mujer sino, preferentemente, con aquellas que tienen por profesión la actuación artística o el modelaje.

Pero lo cierto es que el negrito está vivo, sano y coleando. Sometido, eso sí, a todos los improperios y escándalos que los grandes medios de comunicación –guiados por la farsa moraleja burguesa- crearon en torno a su suceso, es decir, al choque de su vehículo contra un árbol. Medios que están haciendo lo imposible por arruinarle la carrera deportiva a Tiger Woods. ¿Será que la crisis económica estadounidense necesita, con urgencia, de un campeón de raza blanca en el golf? Eso lo sabrán los magnates de la economía. ¿Será una reacción de los monopolios económicos contra los países exportadores del negro petróleo?

Quienes se ocupan de estar pendientes de los sucesos informativos de personajes de toda índole, podrán darse cuenta, con mucha facilidad, que el escándalo publicitado por los actos sexuales cometidos por el expresidente Clinton en plena Casa Blanca quedan en pañales ante los que se han creado en torno al Tiger, gran campeón de golf. La diferencia estriba, entre otras cosas, que Clinton era Presidente de Estados Unidos y de raza blanca mientras que Tiger es deportista y negro. El peso de la moraleja burguesa debe caer, con mayor intensidad, escándalo y condena sobre el segundo y no el primero. La sociedad estadounidense continúa dando pruebas, a pesar del matrimonio de Tiger con una blanca, de espasmos racistas. Bueno, es el género de sociedad que no puede vivir sin los escándalos, especialmente individuales, que tratan de tapar el sol con un solo dedo. Hace pocos días se encendió el arbolito de navidad en la Casa Blanca implorando por la paz y la democracia en el mundo, pero quienes desde allí gobiernan están plenamente conscientes de los genocidios que sus guerras y sus soldados causan en otras regiones del planeta en procura de esa “paz” que les garantice el pillaje a la riqueza ajena; es decir, “paz sin justicia social”.

Los grandes medios de comunicación privados, de la manera más hipócrita, se publicitan opiniones de perfección ética. En eso son los que más han aprendido de la prédica farsa de la intelectualidad pequeñoburguesa. Esa moraleja es una expresión psicológica de la inconsistencia política para engañar pueblos. Para esas opiniones no se toma en cuenta, para nada, las diversas tendencias, la naturaleza de las clases ni el rol histórico de las mismas. Se van por la menudencia. Todo lo que cuestione, de una u otra forma, los basamentos de la moral burguesa termina siendo, para los burgueses que son –por cierto los menos santos y los más promiscuos polígamos- una inmoralidad inaceptable. No se percatan, o no quieren hacerlo mejor dicho, que la putrefacción y degeneración del capitalismo actual conlleva, de manera inevitable, a la putrefacción y degeneración de su Derecho y su Moral. Por eso, le parece a los burgueses, que un escándalo sexual es la forma de moraleja más oportuna para hacerle creer al mundo que el capitalismo sí siente respeto por la mujer y la valora como la medida de la redención humana, cuando –hasta ellos mismos lo saben- la verdad es que si algún ser sufre todos los perversos rigores de la explotación y la opresión sociales no es otra que la mujer. Precisamente, entre sus grandes y primarios objetivos, el socialismo sí crea las condiciones para la verdadera liberación de la mujer como el termómetro que mide la temperatura para determinar si existe o no fiebre en el cuerpo humano. Y la fiebre, contrario a la concepción qe de ella se tiene en la salud, sería ese momento en que todo indique que ya están aseguradas la base y la superestructura para la emancipación de toda la raza humana.

Tal vez, un admirador o amigo de Tiger, haya dicho -más como queja que de crítica- “El negro no tira una para el mingo, las quiere todas para él y ninguna para su amigo”. En el sexo, como en muchos órdenes de la vida económico-social capitalista, no sólo existe el celo, sino, igualmente, el egoísmo. Y muchos ricos en Estados Unidos tienen egoísmo contra el negrito. Imagínense que de existir una separación entre Tiger y su esposa, a ésta le toca la macoca de trescientos (300) millones de dólares que saldrán del bolsillo del gran campeón de golf. ¿Acaso los medios de comunicación, en el sentido contrario a Tiger, no publicitaron en demasía los brincos anárquicos de baile del presidente Obama frente a Talía? Eso es parte esencial de la cultura burguesa: distraer a los pueblos de sus grandes problemas para que se dediquen aplaudir las menudencias, graciosas o no, de distinguidos personajes de la vida social.

Nota : cuando se escribió esta opinión, Tigre no había anunciado su retiro del golf para dedicarse a salvar su hogar. Triunfó la moraleja burguesa.



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Freddy Yépez


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