Ello pudiera ser así puesto que según ciertos analistas chilenos, si por algo la Concertación de Centro Izquierda logró, a pesar de la derrota, mantener casi la mitad de los votos, el 48,12, de los 8 millones de electores, esto se debe fundamentalmente a sus políticas sociales favorables a los sectores sociales más empobrecidos de Chile.
Ante este panorama, el candidato ganador se adelantó y dijo que de ninguna manera desmontará los programas sociales de la socialista Michel Bachelet. Sólo que habrá que esperar que una vez la crisis global del capitalismo vuelva a sufrir unas de sus convulsione y afecte inmediatamente los ingresos chilenos, que provienen en su mayoría de exportaciones de productos agrícolas hacia los EE UU, para ver cómo actuarán sus funcionarios de economía, que, como es sabido, son adoradores del dogma neoliberal y por lo tanto de todo recorte en gasto social, y de la precarización de la fuerza de trabajo, cuando está en juego la acumulación capitalista.
Lo cierto de todo es que los posibles cursos que habrá de tomar la dinámica política chilena en los próximos 4 años, estarán signados por elementos tensionantes que pueden tentar a la derecha pinochetista, ahora en el gobierno por vía electoral -lo que le daría a los ojos de la opinión pública internacional cierto velo de legitimidad-, a ejercer una gobernabilidad “reluctante” o represiva, apoyada además en una odiosa Constitución heredada de la era Pinochet.
Y ello pudiera ser así debido más que nada a que si algo fue posible en los 20 años de gobiernos de la Concertación de Centro-izquierda, ese algo fue la recuperación de los movimientos sociales chilenos, los cuales vinieron tomando cada vez mayor protagonismo en los últimos años, incluso hasta llegar a poner no pocas veces al gobierno de la Bachelet en dificultades, e incluso a echar atrás medidas antipopulares.
Cabe destacar en este sentido la insurgencia del movimiento estudiantil, tan golpeado por la dictadura de Pinochet, el cual logró arrancarle importantes reivindicaciones al gobierno de la Concertación, valiéndose de grandes movilizaciones de calle, donde, al lado de los estudiantes también estuvo el movimiento magisterial, así como un gran movimiento ciudadano.
De igual modo, y aquí es donde se visualizan a corto plazo conflictos harto peligrosos para la pacífica gobernabilidad a que aspira la derecha chilena, es la insurgencia de un poderoso movimiento indígena de la etnia originaria y mayoritaria de Chile: los Mapuches, que debieron resistir todo este tiempo la represión legitimada por la deplorada constitución Pinochetista, en su creciente lucha por sus tierras ancestrales, arrebatadas como han venido siendo por la voracidad del capitalismo global transnacional y sus socios de la oligarquía chilena, que le han puesto el ojo a los inmensos recursos acuíferos y minerales que subyacen en su subsuelo.
Una actitud premonitoria de lo que le puede esperar al señor Piñera, se reflejó en su clamoroso llamado a la unidad, quizás a sabiendas de que no hay nada que sea más imposible que unir el vinagre con el aceite.
Y finalmente una advertencia para la derecha venezolana que pudiera estar de pláceme en cuanto a que este triunfo de sus patners chilenos pudiera frenar los avance de la estrategia de unión latinoamericana impulsada con especial énfasis por el gobierno del presidente Hugo Chávez: El señor Piñera tiene un cuadro económico, social y político interno nada fácil como para abrirse otro frente de batalla.