No conozco de las actividades que llevaron a prisión al ciudadano cubano Orlando Zapata. Si Raúl Castro, lamentó la muerte del prisionero, no existe ninguna razón para que, desde lejos y sin conocerlo, salga uno a expresar alegría por el fallecimiento de Orlando Zapata o de cualquier otra persona. Más bien, hay que reconocerlo, murió defendiendo su ideal por medio de una huelga de hambre, aunque uno no comparta su visión de la vida ni su oposición a la revolución cubana. Es respetable la firmeza que mostró por su creencia, porque echarse a morir en huelga de hambre no es una decisión fácil y, sobretodo, cuando el alarido de las tripas diariamente va anunciado con mayor intensidad los dolores de la muerte. El pueblo irlandés, en lucha contra el imperialismo inglés, sabe mucho de eso. Tampoco tengo nada de crítica contra quienes, en Cuba, hicieron alguna expresión de protesta contra su muerte. Eso es lógico y, especialmente, nada debo decir sobre las acusaciones gravísimas que hizo su madre contra el comandante Raúl Castro y contra la revolución, porque hay que entender el dolor de una madre por la pérdida de un ser tan querido, sea su hijo un reaccionario o sea un revolucionario.
Sin duda, al conocerse la noticia del fallecimiento de Orlando Zapata, los grandes medios de la comunicación social orquestaron una conmoción internacional, un escándalo mayúsculo semejante o más a la destrucción y derrumbe de las torres gemelas en New York o a los genocidios que las fuerzas militares de Estados Unidos o de la OTAN cometen en Irak o en Afghanistán. La periodista del programa “La noche” no parecía una presentadora de noticias o informadora sobre el suceso, sino una acusadora furiosa, una iracunda fiscal presentando cargos contra la revolución cubana y, especialmente, contra Fidel y Raúl. Su odio no sólo lo vomitaba por la boca sino, igualmente, echaba fuego por los poros enrojecidos de rabia, de los ojos le brotaba la ira y lo confirmaba con sus manos y movimientos del cuerpo. Estaba cegada y buscaba, con afán desmedido e incontrolable, que el mundo entero saliera a las calles a condenar al gobierno cubano y ofrecieran recompensa por las cabezas de los hermanos Castro.
Es una noticia importante, sin duda, el hecho de que un preso que combata a la revolución cubana muera en la cárcel. Eso no se discute. Es obra del Estado cubano estudiar esa situación y sabrá dar una explicación donde lo crea necesaria, aunque con ello no se pondrá en juego los principios de la revolución. Pero, que Dios y los familiares me disculpen o me perdonen y –especialmente- su madre, si bien tiene importancia la divulgación y hasta la protesta de los medios poderosos de comunicación por la muerte de Orlando Zapata no es menos importante hacerlo contra el genocidio que cometió la OTAN en Afghanistán y que creyeron darlo por concluido y satisfacer al pueblo afgano con sólo pedir perdón por haberse equivocado imaginándose que la caravana era de los talibanes y no de gentes inocentes que no están participando directamente en la guerra, pero sí se vanaglorian de la más alta tecnología para detectar enemigos bajo tierra o bajo árboles frondosos en los bosques. Ni la periodista del programa “La noche” ni el escritor Montaner, que se conozca, salieron a condenar a los gobiernos de la OTAN y a solicitar que sean juzgados los culpables de tan abominable crimen. ¡Viva el capitalismo salvaje y su impunidad y sus comunicadores sociales!
No sé cuáles consecuencias en Cuba traerá la muerte de Orlando Zapata. El imperialismo capitalista continúa mandando en el mundo. Seguramente ampliarán el bloqueo económico; implementarán mecanismos de mayor provocación al gobierno cubano; dificultarán algunas relaciones internacionales del Estado cubano; incrementarán la represión contra los presos políticos cubanos en Estados Unidos y no sé cuáles otras. Lo cierto es que, con el fallecimiento de Orlando Zapata se desató una campaña monstruosa, mediática hasta nivel de lo diabólico, acusando al gobierno cubano de torturas a los prisioneros disidentes con la revolución.
Marx –léase bien: Carlos Marx el padre del marxismo- era un hombre tan profundamente humanista que en su cuantiosa y valiosa obra cualitativa hubo espacio para invocar un trato respetuoso y realmente humano, incluso, para los presos comunes. Estoy seguro que en Cuba eso se aplica con rigurosidad. Nadie vaya a acusarme que esté afirmando que Orlando Zapata era un delincuente común. En el mundo existen presos políticos reaccionarios o contrarrevolucionarios como también revolucionarios. Carlos Ilich Ramírez es un ejemplo de preso político revolucionario.
Hay un dicho que dice “Preso es preso y su apellido es candado”. En Guantánamo, a los presos políticos que tiene allí el Estado estadounidense, habría que agregarle: “y grillos”. Pero decir que en Cuba se tortura no es una verdad, no es una realidad, es sí una mentira descarada. ¿Por qué lo digo, aunque nunca he visitado una cárcel cubana? Creo que una revolución proletaria (y la de Cuba lo es aun con todos los errores que haya podido cometer porque no existe, hasta ahora, ningún régimen perfecto como tampoco hombre perfecto ni mujer perfecta) no tortura, eso lo prohíbe aun cuando el detenido o la detenida sea un contrarrevolucionario que haya cometido una cruel acción de criminalidad. No pueden ser los detenidos disidentes actuales de la revolución más peligrosos que aquellos que invadieron a Cuba en 1962 para derrocar por las armas a la reciente revolución cubana. Ninguno de los prisioneros de esa acción, incluso creo que no queda uno solo preso, declaró haber sido torturado después de haber sido puestos en libertad. Sépase que en Cuba estuvo preso un venezolano por actividades contrarrevolucionarias que fue liberado hace unos cuantos años y al llegar a Venezuela lo entrevistaron tratando que dijera que había sido torturado, lo cual negó y reconoció que lo habían tratado bien y con mucho respeto. Por cierto, un estadounidense dedicado al narcotráfico de estupefacientes que fue capturado y juzgado en Cuba y por cierto conocí a la abogado cubana que lo defendió cumpliendo cabal y acertadamente como lo demanda su deber, reconoció que la administración de justicia en ese país era acertada o correcta y se mostró conforme con la sentencia le fue dictada. Los terroristas que pusieron bombas en hoteles no hace mucho tiempo en Cuba y mataron personas inocentes, jamás podrán decir que fueron torturados. ¿Podrán decir lo mismo los presos, políticos o comunes, de muchísimos países capitalistas o de las pocas naciones imperialistas que gobiernan casi todo el planeta?
Que le hayan planteado a Orlando Zapata, en prisión, acogerse a métodos de educación para su reinserción a la revolución, es factible, es posible, no es negable, pero eso lo hacen –incluso- con muchos presos en Estados Unidos pero a favor del régimen capitalista, del orden social discriminatorio y vejatorio. Y nadie debe criticar eso. Es más bien, una función del Estado. Que Orlando Zapata se haya negado a eso, es cosa respetable, que no se le puede criticar. Pero de allí a realizar una campaña internacional diciendo que lo torturaron y que casi, en varias oportunidades, lo matan, creo que es una mentira mediática para desinformar a la opinión pública mundial y que muchos gobiernos del mundo condenen a Cuba por violación a los derechos humanos.
Que un policía fanático de la revolución, por su propia cuenta, torture a otra persona, no es descartable pero en verdad no tengo conocimiento ni de un solo caso. Pero si lo hiciere, al otro día –sería lo lógico- debería estar sentado en el banquillo de los acusados por violación a derechos humanos. Conozco un caso en que una persona, en Cuba, mató en seguidilla a cuatro señoras mayores de edad. Obra de vulgar delincuencia común, sin duda alguna aunque muy enfermo mental haya sido el asesino. Lo descubrieron y lo capturaron. La justicia cubana llevó el caso ante la opinión pública y no hubo un solo ser, ni siquiera de los familiares, que no solicitara el fusilamiento para un criminal de esa naturaleza, pero jamás lo torturaron. Esta es la verdad. El gobierno de Estados Unidos que es el primero en pegar el brinco de protesta cuando en Cuba juzgan a activistas que combaten a la revolución o cuando han fusilado a personas que han cometido crímenes de lesa humanidad, jamás ha dicho algo o ha condenado las torturas que se graban públicamente en ciudades, calles o avenidas de su país. ¿Cuántos presos existen en Estados Unidos por las horribles y denigrantes torturas que fueron grabadas y recorrieron el mundo hechas por soldados estadounidenses a prisioneros tenidos como sospechosos de terrorismo? ¿Acaso no han legalizado la tortura cuando se trata de obtener informaciones de seguridad de Estado?
Con sinceridad y eso en nada mitiga el dolor de los familiares de Orlando Zapata, lamento mucho la muerte de éste aun sin conocerlo y sin que nada me una a él en materia de pensamiento social, pero no comparto y rechazo la andanada y abundancia de acusaciones de que en Cuba se tortura a los presos. Para mí, eso es complemente falso.