Don “Pepe” Mujica es una institución, por sí sólo y por acompañamiento, de la lucha revolucionaria en Uruguay. Es un hombre hecho a la medida de su tiempo. Militante y dirigente del célebre movimiento Tupamaru. Guerrillero clandestino en lucha contra el Estado burgués y su régimen y, luego, rehén de guerra clandestino en contra de la voluntad del pueblo uruguayo, mientras su voz continuaba libre de boca en boca entre la gente del pueblo que creía y luchaba por el ideal en que él creía y por el cual luchaba. No lo conozco, jamás lo he visto en persona y nunca he leído algo escrito por él, pero es un símbolo de perseverancia revolucionaria. Así lo creo y así lo escribo.
En verdad, don “Pepe” Mujica llegó con demasiada tardanza a la Presidencia de Uruguay. Méritos tiene, experiencia posee y conocimientos le sobran para ponerlos al servicio de la más noble de las causas que aspira el pueblo uruguayo: justicia, libertad, amor, solidaridad, porque en su propia carne, en su propia alma vivió con intensidad el sueño de todo pueblo que ansía hacerlo realidad para bien de toda la sociedad. Sin embargo, toca a los uruguayos y uruguayas decidir su destino y uno no inmiscuirse en ello a una distancia de miles de kilómetros sin haber puesto ni siquiera un granito de arena en la lucha de ese pueblo de Artigas y de Sendic por sus conquistas más sagradas. Ahora, una opinión sincera y reflexiva, es otra cosa. El internacionalismo proletario es harina de otro costal que continúa teniendo vigencia mientras haya necesidad de lucha de clases en cualquier región de este planeta.
Ocho años vivió don “Pepe” en un hueco rodeado de profunda soledad salvo los gritos de los carceleros para ofenderlo y amenazarlo y torturarlo. Tal vez, allí fue que mucho se forjó don “Pepe” para descubrir y elaborar pensamientos que ordenó con coherencia en las largas horas, en los prolongados días, en los interminables meses de soledad que se parecían a los años que transcurren como si no se fuesen dejando atrás de una vida humana en el reducido espacio de su mirada perceptiva. Y por entre las paredes, seguro, vio a distancia las realidades que no eran los verdugos capaces de observar más allá de sus narices. Nunca los verdugos pudieron matarle la esperanza de libertad para su pueblo a don “Pepe” Mujica. Don “Pepe”, sin duda, es un símbolo de la lucha revolucionaria.
Sus dos discursos, el protocolar y el popular, fueron en el lenguaje y en el estilo de su pueblo para su pueblo. Hombre sincero, político sencillo, ideólogo humanista, revolucionario integral. Conoció la rabia pero nunca se armó de odio personal contra nadie ni nada, porque mucho sabe que en política ese es un sentimiento abominabley. No es, don “Pepe”, un orador en el sentido estricto del término. No comulga en lo absoluto con los estigmas del sofisma. Quizá, la clandestinidad lo hizo más propagandista ideológico que agitador político. No lo sé. Tal vez, la soledad del largo cautiverio lo hizo profundamente reflexivo y meditativo que discursiador. Sin libros, sin papel, sin lápiz y sin compañía, lo que realmente trabajan es la memoria y la imaginación y es mucho más fácil construir un Robinson Crusoe realista que en una isla solitaria a un idealista que puede desplazarse libremente en ella sintiéndose amo de la naturaleza. Si Defoe hubiese conocido a don “Pepe” en cautiverio, su pluma hubiese escrito el realismo de su héroe y no la fantasía de un personaje para comercializar el texto y ganar fama como escritor. Tal vez, no nos hubiera vendido el ideal de la clase media como el “perfecto” sino la esperanza redentora del proletariado.
Don “Pepe”, creo, ha sido siempre un soñador realista pero nunca ilusionista, porque ha sabido ponerle sentimientos a su lucha, ha sabido ver con el corazón entendiéndolo lo que los verdugos descuartizaron con sus ojos, y ha tenido la humildad y la magnanimidad que en los tiempos difíciles guían el alma en las lides de palucha de clases. Don “Pepe” tiene siete décadas y cuatro años de edad, de haberlos vivido con intensidad, con sacrificios pero con la convicción de alcanzar el sueño por el cual se rebeló. Sin duda, eso implica, y hay que reconocerlo, dificultades físicas aunque no mentales. El supo equilibrar con suficiente estabilidad sus fuerzas físicas y espirituales en el transcurso de los cuarenta a los cincuenta años de su vida. Eso lo enseña o lo explica bien, creo, la psicología. Don “Pepe” habló en pocas palabras y con mucha claridad para entenderlo, de ello. Pidamos a las bondades de la naturaleza y a la sabiduría de las ciencias que le otorgue larga vida, que concluya su mandato de gobierno dejando al pueblo uruguayo en un nivel mucho más elevado de justicia y bienestar social que el actual, y que cuando entregue la banda presidencial a quien le sustituya vuelva a su hogar natural sobre los hombros, los aplausos y los vítores de victoria de su pueblo… Y que un grito se escuche en todas las regiones y rincones de Uruguay: ¡Deber cumplido, camarada don “Pepe”! Lo que sí es completamente cierto ews que don “Pepe” no ha entrado a la senilidad política, porque aun cuenta con capacidad y simpatía para atraer a la juventud hacia el ideal que profesa y por el cual gobernará. Importante es que don “Pepe” no anda mirando el pasado para enamorarse de él, vivir de él, sino para asirse de todo aquello que contribuya a enriquecer el presente asegurándose de un mejor futuro para su pueblo.
La ceremonia en la plaza Artigas o de la Independencia fue tan sencilla como don “Pepe” mismo. Y si aceptó el protocolo de presentación de armas y juramento militar al gobierno civil, no fue por compartir esa vieja costumbre burocrática heredada de la monarquía, sino por no chocar innecesariamente con la mentalidad de quienes en el fondo no de sus pechos deseaban fervientemente que no ganase la Presidencia de Uruguay. La invitación que hizo a un campesino que sentó al lado de su esposa en la tarima presidencial fue, por demás, un gesto hermoso y fue, por demás, admirable.
Ahora, cuando don “Pepe” ha sido envestido de Presidente de Uruguay, han proliferado, más que antes, críticas sobre su ubicación política o ideológica. Algunos lo tildan de que ha ido de la izquierda hacia el centro; otros, que ya está situado en la derecha viniendo de la izquierda; y hay quienes lo sitúan en el pleno centro. No sé si eso sea cierto o falso. Eso es mucho más un problema de los uruguayos que de otros. Vivimos un tiempo, y con esto no estoy justificando a don “Pepe” si ciertamente se ha inclinado hacia otro lado desde la izquierda, en que creer, con radicalismo político o ideológico, que se puede construir el socialismo independiente del mercado mundial, aislado de los factores capitalista que predominan en el mundo y, especialmente, en una nación subdesarrollada, de un técnica que no está a nivel de la existente en los países de capitalismo altamente desarrollado, es tan semejante a un grupo de personas muy pequeño, sin una escalera grande y una chiquita, tomar el cielo por asalto. El pueblo uruguayo, en su mayoría, será el juez que dictamine sentencia sobre el gobierno de don “Pepe” Mujica.