“La vida es un combate donde cuesta sobrevivir”

¿De dónde salen los boxeadores?

¿En cuál calle del Country Club vivió aquel boxeador que nos representó en unos Juegos Olímpicos? ¿Cómo se llamó aquel que vivía en la Lagunita Country Club que perdió el campeonato mundial un mes de enero por culpa del referí? Todas estas preguntas no tienen respuestas, porque de ningunos de esos lugares sale ningún boxeador. Los boxeadores emergen del barrio, de la orilla de la carretera, del bloque, de la aldea provinciana. Nos sorprende que algunos medios amarillistas, que precisamente han vivido de esos boxeadores en sus páginas, sobre todo aquellos llamados “deportivos”, digan que el boxeador fulano de tal era vago, drogadicto, peleón, pandillero. ¿Qué clase de mundo es este? ¿Quién recuerda a Sonny León en un chalet por el litoral, a Vicente Paúl Rondón escuchando música clásica en una mansión de Chulavista? Los boxeadores son sangre sudor y alma., esperando de la vida la solución a sus problemas

Los boxeadores emergen del dolor, de la ruina humana a la que los somete una sociedad prejuiciosa, ¿Qué sorpresa puede causarnos que un boxeador después que llega a campeón mundial dilapide el dinero? Él nunca lo tuvo, lo consiguió dando trompadas e igualmente lo gastó recibiendo derechazo de la droga, del licor, de la ignorancia. Es ridículo escribir que los boxeadores dejan los salones de Yale, de la Sorbona para dedicarse a consumir droga. La droga social los volvió adictos. Las penas de los boxeadores salen de la promiscuidad, del padre golpeando a la madre en una noche de viernes entre tragos y despechos, de la ausencia de comida, del abandono, de la televisión que les presenta chicos “bien vestidos mientras ellos adolecen de una franela para imitarlos. ¿Qué respeto le puede tener una prensa amarillista a la sociedad diciéndole tantas estupideces, escribiendo nefastas barrabasadas, derrochando pulso para vender ejemplares? Excepciones las hay: Cotúa, Esparragoza, Rengifo, tres ex boxeadores VENEZOLANOS que hoy son abogados de la República Bolivariana...

En las noches de Bolero Alto no había cable, no había Internet. Había calles, pobrezas, humildad. En ella los chicos son hiperkinéticos, traviesos, pandilleros, ¡son niños! No son autómatas, nadie les prohibía nada, estaban en lo suyo, nada los detiene. El mundo, de la moda, de los lujos, de los deseos de viajar a recorrer “·disneis” es utopía. Los boxeadores no estudian danza clásica, ni modelaje, menos actúan patrocinados por el jet set: son habitantes de las sombras, de la oscuridad, son GENTE DEL PUEBLO. Así era el Inca Valero y así le contestó a José Vicente Rangel en una entrevista que le realizó éste hace pocos meses.

Nació en Bolero Alto, una aldea de Mérida y de niño era peleoncito, pero no como para pensar que se iniciaría en el boxeo. Piensa que incursionó en este deporte por pura casualidad porque comenzó a trabajar en la ciudad en un taller de bicicletas a los 13 años y el dueño - fue boxeador, yo no sabía - un día comenzó hablar con un cliente sobre boxeo. Allí le picó la curiosidad por esta intensa afición, conoció así el gimnasio y le gustó, comenzó a practicar a tal punto que se fue de su casa y vivió allí por 8 años.

Recordó que tuvo un accidente en una moto y tuvo fractura de cráneo pero esto no le ha afectado. No obstante, donde ha ido a pelear como Argentina, Francia, Panamá, Japón, México, EEUU, Filipinas, etc. le han hecho exámenes minuciosos para no comprometerse. "Sí algún día algún doctor encuentra alguna anomalía en mí cabeza, cuelgo los guantes. Yo no quiero morir. Es mi pasión pero yo no quisiera morir en el ring".

Es casado desde hace 9 años tiene un hijo de 7 y una niña de 4. "Mí vida familiar, es mi motor. Lo más importante son mi esposa y mis hijos, son mi vida. No me interesa el dinero, no me interesa nada más que mis hijos. El cariño que tal vez yo no recibí, yo se lo doy a mis hijos". Su esposa siempre asiste a las peleas, se pone nerviosa y llora. "Más que todo, cuando el réferi va a tocar la campana comienza a temblar".

aenpelota@gmail.com


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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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