“El Nacional” es un chapapote. Su editor-sectario y libertino-desafía a la ley y a la autoridad, es que se le amontonan todas las estupideces en la cabeza; su autodestructiva estrategia editorial lo llevó a su propia procesión funeraria.
Suicidarse no es un acto de valor ni de lo contrario; suicidarse es un acto de enajenación de la conciencia. Dicho de otra manera, el que se suicida es que anda locoebolas.
Nosotros los obreros estamos obligados a pensar en forma correcta pero, los editores de periódicos privados, no hacen más que manipular la noticia porque piensan que somos bolsas. No obstante, sus agotados mensajes hacen poca mella en nosotros y, prueba de ello es que a partir del 11 de abril de 2002 nos echamos a la calle a rescatar a Chávez, de las zarpas de Carmona Enrique Otero.
En esa ocasión, El Nacional apostó a que la “La batalla final será en Miraflores” pero, afortunadamente, le dimos una patada en el culo.
De El Nacional es evidente que una cosa es lo que dice y otra muy distinta, lo que muestra y, en ese ínterin, se evidencian mil y más contradicciones que llevan a sus escasos lectores, hacia la locura.
Entre el lenguaje libre y el lenguaje controlado al que los medios de supuesta comunicación deben atenerse-al menos-debe haber un espacio de tiempo y de lugar dedicado expresamente a los niños.
Los niños no tienen interés en asustarse. A los niños no les gusta asustarse. ¿Acaso el editor de El Nacional lo ignora?-no obstante, él los asusta-es que él parece estar enfermo de maldad.
Manipular la información es característica cotidiana de toda sociedad cerrada.
Para una sociedad en proceso de transición, de apertura hacia espacios de pensamientos abiertos, periódicos como “El Nacional” (y etc.) ya no tienen vigencia alguna. Antes se estuvo bajo su maléfico influjo pero, al emerger de ese marasmo, el pueblo ha cambiado de actitud y ahora exige la verdad que dichos editores no pueden ofrecer.
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