El beso amarillista Credito: Agencias |
Por este noviembre de 2011, la transnacional italiana Benetton lanzó una campaña publicitaria, supuestamente “contra el odio”, en la que aparecen líderes del mundo en un beso boca a boca. De inmediato saltó el vocero presidencial de Estados Unidos, Eric Schultz, para advertir (ya sabemos lo que significa una “advertencia” de Washington): “La Casa Blanca tiene una política de larga data de desaprobar la utilización del nombre del presidente y su imagen con fines comerciales”
Menos eufemismos empleó el Vaticano ante la imagen trucada del papa Benedicto XVI en un beso con el imán sunita de Al Azhar. La santa sede condenó el fotomontaje de Benetton y ordenó a sus abogados proceder contra la transnacional. Desde Caracas, el cardenal Urosa Sabino calificó de bochornosa la publicidad de marras y declaró que “espero que no la pasen” en el país. ¿Es esto censura o insinuación de la autocensura? Al parecer, Washington y Roma acaban de descubrir que la libertad de expresión no es un principio absoluto, tal como lo entienden cuando lo aplican para condenar a Hugo Chávez o descertificar a Venezuela. Cosas.
El mismo día que la Casa Blanca y el Vaticano condenaban el amarillismo mercantilista de Benetton –el capital no tiene ética-, la SIP y la jerarquía eclesiástica venezolana salían en defensa –otra vez- del semanario que publicó una miserable foto del ex contralor Clodosbaldo Russián en terapia intensiva y un fotomontaje en el que aparecen como cabareteras y ficheras las presidentas del Tribunal Supremo de Justicia, del Consejo Nacional Electoral, la Fiscal General de la República, la Defensora del Pueblo y la Contralora General de la Nación. Registremos el día en el que se condena un amarillismo y se defiende otro: jueves de 17 de noviembre de 2011.
El semanario venezolano que mancilló al camarada Clodosbaldo Russián en su agonía y tildó de meretrices a las mujeres que están al frente de nuestros poderes públicos, lo hizo en nombre de la “libertad de expresión”. La transnacional Benetton “vendió” como gays a los presidentes de Estados Unidos, China y Venezuela, y a los líderes católicos y musulmanes Benedicto XVI y el imán Ahmed el Tayeb, también en nombre, por supuesto, de la “libertad de creación”.
La transnacional busca vender sus productos. El semanario, golpear y desprestigiar las instituciones. Para alcanzar uno u otro objetivo, no hay barreras éticas ni políticas. En ambos cosas, se invocan principios “sagrados” de “libertad”. Allá de “creatividad”, aquí de “expresión”. La hipocresía permite que se pueda estar de acuerdo con uno y en contra de otro. Y viceversa.
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