Debemos reconocer –aunque los conozcamos y nos de pena- que hay periodistas que respiran por las branquias. No lo hacen como los demás mortales que disfrutan de ese aire refrescante que viene siempre acompañado con un saludo del Waraira Repano o Ávila.
Hay periodistas que uno cree que han torcido su camino, aunque realmente no es así, porque han tenido siempre en su mente y en sus acciones ese camino muy torcido, solo que han disfrazado su imagen ante los demás. Por eso es que a veces uno se encuentra con amigos que te dicen:
-¿Viste como fulano habla como todo un empresario, si él no lo es? ¿Él no era un reportero trabajador, sencillo que informaba?
La cuestión radica en que ese sujeto del cual habla el amigo, siempre tuvo esa mentalidad, pero como mantiene una cubierta, pocos se enteran de que ese periodista anduvo disfrazado de modo permanente.
Y como tal, va a ser imposible que vea el mundo como la mayoría y por eso tuerce sus ideas y se cree –porque adquirió capacidad para escribir y tiene cierta elocuencia- que esos dones le permiten apreciar y analizar en profundidad la sociedad en la que vive, en la que se mantiene.
¡Hay varios por allí con esas características!
Cuando esbozamos una crítica, siempre debemos tener como base sólida un argumento muy claro, preciso, irrebatible. Si hago una crítica al gobierno local por los huecos y alcantarillas en mal estado de mi parroquia es porque los huecos existen, están allí y la alcantarilla sigue en su sitio, aunque dañada, porque obraron mal en su montura.
¡Demostrable todo!
Pero argumentar con nubes que el viento siempre arrastra, acerca del ejercicio político del gobierno y su poca efectividad, es intentar entrar a jugar en las grandes ligas y enarbolando el lenguaje gastado e insistente de la gran empresa comercial.
¡Eso es todo!
Porque se parte de la idea de que el periodismo que se ejerce es de una altísima calidad -según los mentirosos del mercadeo-, que se adquiere, de modo instantáneo la cualidad de juicio, a la que puede ser sometida cualquier jerarquía. Los economistas del sistema forman parte también de esa lista.
Y todavía esa gente –ya dije que hay varios por allí- no logra captar que existen dos fuerzas en Venezuela: los que quieren que la nación siga como antes, víctima de los depredadores y un país con una mayoría que captó todo el desastre anterior y hoy está identificada con la transformación verdadera.
No hay mucho de que hablar, simplemente dos fuerzas, una muy poderosa que es la constituida por la población y la otra representada en quienes han constituido por siglos, esa oligarquía comercial venezolana, con una gigantesca capacidad para depredar y meterse en los bolsillos espirituales de unos cuantos periodistas.
Como la sociedad de cómplices funciona, a pocos les gusta entrar en esas conversaciones o discusiones y se conforman con reír nerviosamente y voltear la cara hacia otro lado, como quien no quiere saber del asunto.
El temor a hablar claro
Por lo general, en temas como este, la gente suele “hacerse la loca”:
-Dicen sí o no, moviendo la cabeza y hasta se reirán y soltarán una mueca, pero no expresarán palabra alguna que los comprometa. Así anda parte del otrora bravo periodismo, hoy maltrecho por el dinero, por lo que algunos suelen llamar el bozal de arepa o simplemente los dominados por el espíritu de la lisonja o los pobres de espíritu.
Y esos pobres de espíritus y nefastos comunicadores, volverán a repetir –en las elecciones del 6D- sus faenas de la mala comunicación y la consuetudinaria repetición de las conocidas mentiras y donde solo cambian las personas a quienes acecharan, porque el guión sigue siendo el mismo.