En vista de las tremendas dificultades por las que estaba atravesando el país, dificultades que hacían prever un futuro inmediato cargado de siniestros y ominosos presagios, y envista, asimismo, de que el Presidente Maduro, ajeno por completo a las preocupantes circunstancias que se estaban viviendo en esos momentos se negaba tercamente a escuchar y mucho menos a atender el justo reclamo de la nación, que le exigía en términos perentorios un cambio radical de sus políticas y, especialmente, las relacionadas con el proceso económico, el 30 de julio del año que acaba de finalizar le dirigí al doctor José Vicente Rangel la siguiente comunicación en la que le proponíamos la creación de una Junta de Notables. Esta es esa comunicación:
"Doctor J.V.Rangel, ¿usted cree que lo que dice el bastardo de El Nacional acerca de la grave situación que vive en estos momentos el país es falso, es mentira? Por el tono que usted empleó en su artículo publicado en Aporrea, se puede deducir que no cree en absoluto lo que ese crápula con pretensiones de órgano informativo afirma. Ahora, ¿por qué usted cree lo contrario de lo que la mayoría de la población está pensando en estos momentos y que lo recoge la mencionada comunicación? Tal vez usted adopta esa actitud porque no está muy bien enterado de lo que está ocurriendo en el seno de la mayoría de la población, esa que en los socavones de la sociedad ve, sufre y espera...-¿por cuánto tiempo?-. Lo cual es muy lamentable, porque personas como usted, con su innegable prestigio y ascendencia, podría incidir, mediante sus acertadas opiniones y recomendaciones, a un mejor desempeño del actual equipo gobernante. Ese mismo, que durante 15 años ha estado depredando inmisericordemente a este país ante la mirada indiferente de quienes han podido hacer algo para evitarlo y que no obstante no lo hicieron. Sin embargo, al contrario de lo que usted cree, la situación es tan grave, tan gravísima, que hemos llegado a pensar que hasta podría presentarse, de no corregirse el rumbo a tiempo, situaciones realmente preocupantes.
Y no es para menos, porque hay que ver lo que significa para una madre querer darle un tetero a su hijo o darles sus cereales por las mañanas y no poder hacerlo por no poder encontrar la leche con la cual preparárselos. Pero, además, también hay que tomar en cuenta lo que representa para una persona querer bañarse y no tener el jabón para hacerlo adecuadamente, lo que lo obliga a tener que usar jabón de lavar, hecho insólito que por primera vez ocurre en nuestro país. O tener la necesidad urgente de una medicina, como es mi caso, por ejemplo, y no hallarla por ninguna parte. Y así, con todas las cosas que se necesitan para satisfacer las necesidades más urgentes y primarias de la población.
Pero lo anterior, que podría representar el colmo de la penuria de un pueblo, de ninguna manera es todo, porque ahí no termina el calvario de la gente. Ya que cuando ésta logra conseguir lo que con tanta urgencia y en algunos casos hasta con desesperación buscaba, entonces se encuentra con que el precio es tan elevado que no le permite adquirirlo. Para que tenga una somera idea de lo que en materia de precios está ocurriendo, permítame decirle lo siguiente: cuando redactamos el artículo titulado "El azúcar de Maduro" en octubre del año pasado (2014) y del cual le hice llegar una copia, el kilo de este producto en las panaderías, tiendas y abastos era de 12 bolívares. Hoy, después de apenas nueve meses, no se consigue por menos de los 115. o sea, un incremento que supera todos los límites de la racionalidad. O el caso de la carne, cuyo costo es de 1200 bolívares, casi el 50 por ciento del salario mínimo. O el de cartón de huevos que es de 500, o el de un miserable plátano que no baja de los 40 bolívares. O el de un kilo de detergente cuyo valor normal es de 40 bolívares se está vendiendo a 250 Es decir, un cuadro verdaderamente aterrador, que podría dar lugar a toda clase de hechos indeseables.
Pero lo más grave de lo anterior es la conducta del propio gobierno que no parece tomar muy en cuenta las tribulaciones de la población. En este sentido, jamás se refiere a los serios problemas que confronta la economía y que son la causa evidente de los hechos anteriormente mencionados. Tampoco dice nada acerca de lo que se debe estar haciendo para buscarle una solución a tantas y tan graves dificultades. Actitud que nos parece una incalificable torpeza, porque la idea que transmite es que no se está haciendo nada, lo que por cierto, tampoco se puede poner en duda. Ahora, ante tanta inexplicable indiferencia, que podría enviar a la población un mensaje nada tranquilizador, ¿qué se podría hacer para obligar al gobierno a entrar en razón? ¿Obligarlo a asumir su responsabilidad, a encarar con la seriedad que el caso amerita una crisis cuya agudización y agravamiento pareciera no tener fin? Es evidente que algo se tiene que hacer, puesto que lo que está en juego no es sólo su permanencia en el poder sino el destino de 30 millones de venezolanos y de una país que no tienen por qué pagar las trágicas consecuencias de una pésima y caprichosa gestión de gobierno.
Pero si lo anterior es, desde el punto de vista social y humano, verdaderamente trágico y aterrador, las implicaciones políticas que de ese desmadre de la economía podrían derivarse no las serían menos. Pues significaría la infausta llegada al gobierno nada más y nada menos que el fascismo, con toda su siniestra y criminal siembra de terror y muerte. La llegada al gobierno de un régimen, repito, cargado de un odio tal, que no buscaría saciarse de otra manera que bañando en sangre el país por sus cuatro costados. Con el agravante de que toda esa pavorosa orgía sangrienta, que dejaría atrás las perpetradas por las dictaduras más sanguinarias y sádicas del continente, estaría acompañada de la entrega del país, atado de pies y manos, a los peores intereses transnacionales. El solo hecho de que pensaban bombardear la Plaza Venezuela y otros lugares de la capital, asesinar a la doctora Tibisay Lucena y el crimen cometido contra Robert Serra, son un convincentes indicios de lo que estamos diciendo.
De lo dicho se desprende que algo hay que hacer para impedir que ese pavoroso holocausto pueda abatirse sobre nuestra desgraciada e infortunada nación. Y la único que a mano puede haber, según nuestra modesta opinión, es convenciendo al gobierno, que hasta ahora se ha venido mostrando reacio a rectificar su errática política económica -si es que lo tiene por tal pudiera calificarse así-, de que tiene que cambiar, que es imperativo dar un vuelco de 180 grados a la forma como hasta ahora se ha vendo comportando al frente de la nación. ¿Como hacerlo? Creando una junta de notables, de personas de una reconocida solvencia moral e intelectual, de personas de una incuestionable fidelidad a los intereses de la patria, quienes se encargarían de hacer un diagnóstico del estado actual del país y presentar un informe con sus conclusiones y recomendaciones al Presidente de la República. Este verá que hace, que actitud va a asumir ante los venezolanos y ante la historia". No hubo respuesta.
Nota; En ningún país del mundo cuya economía sea capitalista, pre-capitalista o rentista como la nuestra, existen los controles de precios y mucho menos una situación en que los gobiernos mantienen una ruinosa confrontación con los sectores productivos como ocurre en Venezuela. De allí que la difícil situación en la que nos encontramos no sea producto de la casualidad, sino la consecuencia inevitable de políticas económicas completamente erróneas y equivocadas. Bolivia, con muchísimos menos recursos de los que ha dispuesto Venezuela en los últimos 15 años, sin los mencionados controles de precios, pero sobre todo, sin socialismos y revoluciones, está alcanzando un crecimiento récord de su economía, un crecimiento que se ha convertido en la envidia de muchos países, incluso, de países desarrollados.
Ahora, en cuanto al gobierno venezolano se refiere, éste va atener que correr o encaramarse. ¿Por qué? Por lo siguiente: una de las causas -la fundamental-, del 6D, fue el desabastecimiento provocado por unos empresarios que, descontentos con los precios que el ejecutivo les fijó a sus productos, dejaron de producirlos, unos, y reducir significativamente la producción, otros. Pues bien, si esta es una verdad del tamaño de una montaña, ¿qué debería hacer entonces Maduro para conservar el gobierno y evitar que lo saquen con un revocatorio? Hacer que los productos regresen al mercado, y eso no lo podrá lograr si no alcanza a entenderse con el sector privado de la economía, o sea, con quienes producen los bienes desaparecidos.
La MUD sostiene que no acatará el mandato del Tribual Supremo de Justicia, que le ordena a tres diputados de Amazonas abstenerse de juramentarse el próximo 5 de enero. Aparte de que eso significaría un grave desconocimiento del ordenamiento institucional del país, ¿tiene algo de extraño que estos vándalos, que han participado en sangrientos golpes de estados, que han participado en guarimbas en las que han perdido la vida un crecido número de venezolanos y causado grandes destrozos de la infraestructura del país, adopten esta esa actitud? Si se les dejara pasar esa, mañana con cualquier pretexto, porque les sale de las entretela, podrían hacer lo mismo ante situaciones que, aunque ajustadas a derecho, podrían no convenirle a la oposición. De manera, que si la nueva Asamblea insiste en desconocer el mandato del TSJ, se estaría colocando al margen de la ley, por lo que todos sus actos estarían viciados de nulidad y por consiguiente nadie estría obligado a acatarlos y reconocerlos. Si esta Asamblea desconoce las demás instituciones, nadie les podría impedir a éstas hacer lo mismo con ella. O sea, desconocerla. Lo que es igual no es trampa.
Hace poco leí en esta misma página el artículo de un chavista que trataba de explicar las razones por las cuales se había abstenido de votar en las pasadas elecciones del 6D. Al respecto quisiera decir lo siguiente: si aquí en Venezuela existe alguien que se ha mostrado radicalmente en desacuerdo con la nefasta actuación de los gobiernos chavistas, ese he sido yo. Sin embargo, en fuerte lucha con mis escrúpulos, que me impulsaban a no hacerlo, en las pasadas elecciones voté indirectamente por esos gobiernos. Lo hice con la tarjeta de Podemos. ¿Por qué? Porque estaba en juego un valor de tanta trascendencia como la democracia. Un valor al que algunos sólo le vienen a conceder la importancia que realmente tiene sólo cuando se pierde. Y un triunfo de la oposición significaría precisamente eso, es decir, la pérdida de la democracia y la instauración en Venezuela de una de las dictaduras más terribles que se puedan existir: las dictaduras ideológicas. De allí que dijera: nada, "la democracia bien vale una misa" y voté. La otra razón por la que sufragamos en diciembre fue para impedir que el fascismo llegara al poder y con él se perdiera el país para siempre.
Julio Borges: "Ningún tribunal está por encima de la Constitución". Ni la nueva Asamblea Nacional ni la MUD tampoco.