Los años de ejercicio profesional que tengo en esta hermosa carrera -que comenzaron a ser desarrollados cuando estaba en segundo año, en la UCV- son los que me permiten decir algunas cosas en materia de periodismo y comunicación.
Por supuesto, hay que decir que los jóvenes estudiantes enfrentamos la fría crítica de quienes estaban haciendo periodismo en los medios impresos, muchos de los cuales pensaban que los jóvenes universitarios no sabíamos hacer periodismo.
El tiempo permitió demostrar lo contrario y quienes no habían acudido a las universidades, pero eran buenos lectores y sabían escribir, terminaron haciendo buenas migas con los muchachos que salíamos de las escuelas universitarias.
Particularmente tengo buenos recuerdos de nuestros profesores y aquellos colegas que conocimos en los medios, pero un asunto siempre ha seguido fastidiando durante los últimos años en quienes aprendimos a hacer periodismo prendados de la verdad.
El espacio o los espacios para el ejercicio periodístico y del comunicar, han crecido lo que se dice una barbaridad, es algo realmente inmenso, al punto que escribimos por estos lados y nuestra información puede estar dando la vuelta quien sabe por cual lugar.
Y lo terrible de toda esa especie de Tsunami del periodismo y la comunicación, es que también creció atrozmente el número de sujetos que dicen ser periodistas, otros que creen hacerlo mejor y otros que entrevistan a personas diariamente intentando ser periodistas y en el fondo lo que vienen haciendo es transmitir las palabras y deseos de los dueños de los medios o de quienes, tras bastidores, saben cómo condimentar la vida de tales entrevistadores.
Ese es el caldo de cultivo que tenemos hoy día: Una cantidad de muchachas y muchachos que sueñan con ser narradores, actores, locutores, genios de la belleza, orientadores de la conducta humana, adivinadores, iluminadores, expertos en gerencia del talento de las personas, expertos en la interpretación de los sueños y los conflictos de la sociedad, expertos en el diseño de propuestas y filosofía de los colores y, esas chicas y chicos, creen que para alcanzar sus objetivos, deben pasar por las escuelas de comunicación social, porque ahora hay mas menciones y especialidades.
Por eso no extraña la cantidad de escuelas de comunicación social que hay en Venezuela, como tampoco extraña la gigante manga de tipos que mal escriben en cuanto medio aparece por allí. Hay en todo esto, una suerte de mercado medioeval, donde se consigue hasta amaestradores de hormigas que se venden como si fuesen parientes lejanos de Albert Einstein, pero parientes al fin y por ello con capacidades –aunque inexistentes- para salir a la conquista del mundo.
Y esa multicolor manga de sujetos –que anda metida y haciendo bulla en muchos espacios- viene apelando a la mentira en la suerte de sobrevivencia que tienen, pero que para nada están relacionados con el ejercicio de la verdad, el periodismo, de la ética, de la buena escritura, del razonamiento, del filosofar, del amor por la cultura y la educación y del equilibrio del ser humano y su entorno familiar.
Lo que parce haber, lamentablemente, es la búsqueda de dinero, de un dinero que, por lo general, se les convierte en agua y sal, como decía una de mis abuelas.
Lee el siguiente blog: wwwpertinentes.blogspot.com (Premio Aníbal Nazoa/2010) Mención Opinión) Pedro Estacio estacio_conac@yahoo.com