Son muchas y las hace a diario en la TV, pero últimamente Vladimir Villegas tiene un afán por repetir que de niño tenía la posibilidad de visitar a su papá en la cárcel, preso durante la cuarta república. Lo dice pretendiendo contrastar su experiencia personal, con la que supuestamente viven los llamados presos políticos de hoy; es decir, las víctimas de este gobierno dictatorial, de terror, que mantiene incomunicados, bajo tortura y en mazmorras a unos inocentes luchadores por la libertad y la democracia. En su objetivo de inocular incautos, el entrevistador parte de algo que imagino es cierto: las visitas que le hacía al viejo Villegas en la prisión; pero con base en esa particular verdad, pretende hacernos creer una inmensa mentira: que durante la cuarta república esa posibilidad era una norma, una constante, que había respeto con los detenidos y sus allegados. Se trata de una maniobra usual en este periodista de la derecha que no la mencionamos para cuestionarlo, sino para reclamar a los revolucionarios entrevistados en su programa, la firmeza que les ha faltado para responder a tales argucias.
Bastaría con que le citaran a Villegas, casos de personas que tuvieron familiares presos por razones políticas en aquellos años, para desmontarle la falacia que lanza a diario. La esposa e hijos de Jorge Rodríguez, por ejemplo, no tuvieron la suerte de ver al detenido antes de que fuera asesinado a golpes por instrucciones de uno de los gobiernos que Villegas defiende; igual le ocurrió a la familia de Alberto Lovera que se les permitió el acceso, sólo cuando ya no era un reo sino un cadáver en descomposición, con signos de salvajes torturas, rescatado del mar con una cadena atada al cuello y a un pico. Los entrevistados, que están obligados a difundir la verdad histórica, deberían exigir al periodista un poco de respeto hacia los dolientes de Fabricio Ojeda, con quienes el preso no pudo hablar cuando estaba secuestrado en el Palacio Blanco, poco antes de que lo ahorcaran con una cuerda de persiana; o para la madre de Noel Rodríguez que tampoco pudo estar cerca de su hijo, sino 40 años después de su captura, tortura y asesinato; igualmente a los familiares de Víctor Soto Rojas lanzado desde un helicóptero en alguna montaña de Venezuela; a los deudos de los desaparecidos Andrés Pasquier y Felipe Malaver, de Juan Pedro Rojas, Donato Carmona, Argelio Reina u otros allegados de las casi 4.000 personas que fueron asesinadas durante los gobiernos que el periodista reivindica. Es una fortuna que al viejo Villegas no le haya ocurrido lo mismo que a otros de sus propios camaradas y que hasta le hayan permitido la visita; pero eso no prueba lo que Vladimir pretende. En todo caso, el reclamo es a los nuestros, por el mutis ante las manipulaciones de un periodista sin ética.