No pierdas las seseras, por favor

Como entre mis hermanos el antichavismo hace mayoría, además de que sumo varios amigos integrantes de ese nada despreciable ejército de opositores al proceso de cambio que vive el país, tengo razones para preocuparme por lo que le esté ocurriendo o le ocurra en un futuro a estos cuatro millones y pico de venezolanos que han sido derrotados electoralmente los últimos ocho años.

Me preocupa que mi hermano Nelson, por ejemplo, convencido de que el socialismo será malo para sus negocios, vea en un programa de televisión el domingo por la noche a un sesudo profesor universitario, escritor e investigador que muestre su alarma porque Chávez viene con el comunismo y está allí, a la vuelta de la esquina, con el martillo, la hoz y demás utensilios bolcheviques, tal como si Lenin hubiese reencarnado en él.

Y tres días más tarde, el miércoles por la mañana, el mismo personaje, con iguales títulos, sólo con cambio de ropa y de escenario, pero les juro que hasta con el mismo pelo revuelto, le dice a otro periodista que Chávez lo que está es fortaleciendo el capitalismo y que nada de dictadura del proletariado, ni de socialismo, ni de agente de Fidel, ni nada parecido, sino que es uña y mugre del imperialismo y busca fortalecer al mero neoliberalismo salvaje.

¡Pobre de mi hermano! ¡ Infortunados esos cuatro millones y pico de antichavistas que los cargan de un lado a otro! Una noche los invitan a luchar contra el comunismo, y Nelson hasta pensaría en recuperar la vácula de mi abuelo y prepararse hasta para darme un tiro a mí, si es que soy yo el encargado de irle a quitar su casa y su cuatroporcuatro y su cocina empotrada y su juego de comedor.

Y sólo tres días más tarde, les anuncian que Chávez es un defensor del capitalismo y del libre mercado y que Carter y Cisneros pactaron con él; entonces, mi hermano Nelson, todo confuso y hasta destornillado por la vaina, podría hasta llamarme para pedirme que me meta también a comerciante y que él me dará un taller de cómo sacarle el jugo a los trabajadores en plena paz laboral y que Chávez es de pinga.

O, en todo caso, Nelson empezará a llegar a la conclusión de que él está loco o está a punto de entrar en ese laberinto mental, pues ahora si es verdad que no entiende un carrizo de lo que sucede en este país.

Y mejor que apague el televisor, de lo contrario se le agravará el asunto. Pues, salta otro sesudo opositor, uno que dice andar por el mundo reuniéndose con líderes, escritores, periodistas, rectores a ver si le encuentra la caída a Chávez, y dice con seguridad en su voz y planteamientos que el Presidente lo que quiere implantar en Venezuela, en esta patria católica en su mayoría, es el fundamentalismo islámico, que es como pedirle a mi mamá que dejé de rezar el rosario a las cinco de la mañana y a las cuatro de la tarde porque ahora el rollo religioso es otro; entonces, a mi hermano Nelson se le suma otra preocupación porque sabe que a mi mamá el entretenimiento que le queda es el bendito rosario e ir a la iglesia a escuchar su misa.

La vaina es ya muy preocupante, porque de seguir así nuestros apreciados compatriotas opositores serán cuatro millones y pico de turulatos. Debemos pedir que no pierdan la sesera.

¿Será que apagan la pantalla por siempre?



salima36@cantv.net


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Pedro Salima


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