Graciela Beltrán, Elizabeth Fuentes y los rehenes de Altagracia de Orituco

Las situaciones extremas suelen revelar ideas y expresiones invaluables. Los comentadores habituales del acontecer nacional, sorprendidos en ese momento por los hechos, reproducen automáticamente los prejuicios macerados a lo largo de cientos de horas dedicadas al ejercicio implacable de la descalificación al gobierno y a sus funcionarios. Incapaces de desprenderse del hábito y evaluar con frescura la realidad, furiosamente se aferran al fatídico guión que atenaza y afixia la acuciosidad que cabe esperar de un periodista.

Hoy, 29/01/2008, a las 2:45 pm, escucho en la radio a Graciela Beltrán Carías reseñando la liberación de rehenes en un banco de Altagracia de Orituco. Sin embargo, como nos tiene acostubrado la prensa venezolana, la noticia tiene un foco particular: La declaración del Gobernador de Guárico calificando de éxitoso el operativo de liberación de rehenes. Las baterías las enfila la narradora a demostrar que no hay motivo alguno para calificar de exitoso tal operativo porque los secuestradores escaparon llevándose el dinero y cinco rehenes. Seguidamente señala que lo verdaderamente exitoso es que tales cosas no ocurran en este país, -¿en qué país nunca ocurre esto?- azotado por la inseguridad y la delicuencia, área en la cual, a su juicio, el gobierno ha mostrado abundantes desaciertos e incapacidad. La andanada prosiguió por varios minutos, hasta la hora misma de despedir el programa.

De acuerdo a esto, para Beltran Carías, el haber resuelto la situación sin muertos ni heridos no tiene ningún mérito. Uno siente que lo que realmente lamenta es que los delincuentes se hayan escapado con el dinero y que de permitirse a sí misma una ligera relajación a su cuidado lenguaje diría sin empachos: “llevándose esa bola e’ rial”. Quizás sea una sesgo profesional; es decir, a fuerza de hablar de marketing, productividad, renta, colocaciones, mercados, etc., termina por evaluar todos los procesos en términos de costos y beneficios, tasando estos últimos en moneda contante y sonante. De esta manera, se entiende que merezca tan poco aprecio el extraordinario éxito que significa que puedan ser liberadas sanas y salvas las víctimas de un secuestro en un país que hace apenas unos años contempló horrorizado, en vivo y en directo, la muerte de rehenes en el Urológico de San Román, debido a la torpeza de una policía que no supo resolver la situación sino a tiros.

Después de esta cátedra de periodismo objetivo y sensible a hechos humanos, en la misma emisora seguía un programa conducido por Elizabeth Fuentes. Su comportamiento no fue distinto, sino que, en una auténtica carrera de relevo, toma el testigo y con risa sarcástica hace comentarios similares y agrega una perla de ingenuidad o manipulación. ¿Qué cómo eso que el gobierno permita que los secuestradores escapen llevándose a cinco rehenes? Sin ningún rubor incurre en contradicción al apoyarse en las opiniones de Mármol León quien sostiene que en una situación de rehenes lo recomendable es la negociación. ¿No es precisamente una buena negociación permitirles a los secuestradores que huyan con cinco rehenes y lograr así la liberación de cuarenta y cinco, mientras se prosiguen acciones para liberar los restantes? A su vez, ¿cree Elizabeth Fuentes que los delincuentes iban a soltar cuarenta y cinco rehenes sin recibir nada a cambio? Precisamente, por ser una negociación, ¿iban a entregar todas sus cartas de una sóla vez? ¿Podrían creer estos secuestradores que de entregar todos los rehenes, los polícias iban a permitirles huir tranquilamente, haciéndose a un lado al paso de su huida? Sólo cuando las autoridades lograran persuadirlos de que no tenían otra opción o que, entregándose, ganaban algo –respeto a la vida y al debido proceso, por ejemplo- lo harían, como terminó ocurriendo.

El tratamiento que le dio Globovisión no fue esencialmente diferente, aunque extrañamente colocó en pantalla un título neutro “Resuelta la situación de rehenes en Altagracia de Orituco”. Sin embargo, una joven, al mismo tiempo que hacía comentarios sobre la situación, hizo un paneo “objetivo” de cómo la prensa internacional había tratado el caso. Menciona a la página de El Tiempo de Bogotá quien destaca la noticia de manera preferencial y, como un comentario inocente, reseña las opiniones de los lectores sobre el asunto. Todas, por supuesto, echando pestes sobre Chávez, Piedad Córdova y las Farc, resaltando además que lo que sucedía, de alguna manera, era consecuencia de la actitud de Chávez hacia Colombia y hacia el bueno de Uribe.

Accedí a la página web de El Tiempo y revisé esos comentarios. Me consigo que si bien es verdad que habían las opiniones reseñadas por Globovisión, también lo era que había numerosas opiniones contrarias y sobre todo, había opiniones bien centradas, como por ejemplo la siguiente, firmada por f_mercado y que reproduzco textualmente: “Leo los comentarios y me quedo pasmado, se esta hablando de cincuenta personas que estan retenidos por unos criminales. que tiene eso que ver con Chavez y Piedad? o sea que nos alegramos por que ellos se estan tomando un traguito de la botella? esto no puede ser, hay que rogar para que esa situacion se resuelva los mas pronto, ojalá de manera pacifica, sin perjuicio para los rehenes”.

Parece exagerado pensar que hubo el acuerdo previo de tomar la misma actitud hacia los acontecimientos, aunque lo parezca. Pero es evidente que hay un consenso previo: Descalificar toda acción del gobierno, independientemente de las circunstancias y lo que haga, por acertada que pueda ser en determinado momento. Por supuesto, no se espera que periodistas opositores –por más que uno quiera no puede quitarles el apellido y llamarles periodistas a secas- aplaudan a rabiar un acierto del gobierno; pero, cuando menos, deberíamos esperar un franco partido por los seres humanos sometidos a situaciones de terror, con riesgo de sus vidas y un reconocimiento a las autoridades que con inteligencia y sin costos de vidas humanas lograron liberarlos sanos y salvos. En este caso particular, debemos celebrar que la presencia de las autoridades – salvo uno que otro pantallero- trasmitieron la idea de que la vida es importante y son válidos todos los esfuerzos para garantizarla. La misma movilización del Ministro del Interior hasta el sitio de los acontecimientos, aparejada de todos los recursos disponibles, es una demostración fehaciente de que la vida de estas personas era la mayor prioridad y, este valor de la vida, necesitamos reivindicarlo los venezolanos en un mundo donde la muerte cotidiana y sin sentido ha terminado por hacernos indiferentes e insensibles.

rhbolivar@gmail.com


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Rafael Hernández Bolívar

Psicología Social (UCV). Bibliotecario y promotor de lectura. Periodista

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