Es difícil digerirlo, pero una de las más terribles consecuencias de la alienación mediática que aqueja a buena parte de la población, es un absoluto desapego por los asuntos nacionales cuando éstos conciernen o involucran de alguna manera a Chávez. El patriotismo en Venezuela pasa primero por el filtro de si esa condición favorece o no al Presidente de la República. Depende, pues. Es como si uno condicionara el amor a la madre a si ésta le cae bien a los amigos o no, si nos gusta cómo es; si nos agrada. No es intrínseco a los más íntimos valores que nos deberían caracterizar como seres humanos.
Tanto si un cantante de pacotilla se atreve a insultar en público al Jefe del Estado venezolano, o si la más grande transnacional petrolera quiere aniquilar a la nuestra, los apátridas criollos están ahí, siempre listos para el aplauso, a la orden para arrimarle el fuego a la candela. En todas partes del mundo sucede que ante los ataques extranjeros los nacionales se unen entre sí para repelerlos; aquí, los del patio se alían a los de afuera para atacar a los del bando contrario aun cuando se lleven por delante los intereses del país. ¿Cómo se le puede llamar a eso? Claro, esa conducta no está prevista en ningún Código Penal porque lamentablemente ese tipo de faltas morales, por más terribles que sean, no están contempladas en ninguna ley. ¿Será que los legisladores no concibieron que la traición a la patria pudiera tener modalidades, evidencias, actuaciones, distintas, más sutiles y más repulsivas que las ya tipificadas? No tengo idea de qué habita en la conciencia de quienes han conspirado a lo largo de estos años contra las estructuras fundamentales de la República.
Trato de imaginarlo y no lo concibo. Si alguien ataca a Bush, sale Clinton a defenderlo; cuando Chávez tuvo una discrepancia con Fox saltó López Obrador; a Uribe le han sobrado los contrarios que se cuadran con él a la hora de las chiquitas. ¿Y los nuestros?: del otro lado de la frontera, en el territorio enemigo, junto al que nos agrede.
Por eso es que tanta indulgencia y tanta impunidad terminan asqueando; porque la patria está pagando muy caro por las ovejas negras que en mala hora parió.
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