Según aviso publicitario insertado en la página 76 del diario Últimas Noticias del sábado 23 de mayo, el Colegio Nacional de Periodistas (CNP) de Venezuela ha convocado al Premio Arturo Uslar Pietri a la Comunicación, a entregarse el 27 de junio, Día del Periodista, que se conmemora en evocación de Simón Bolívar y El Correo del Orinoco (por tanto el premio nacional debería llevar el nombre del padre de la patria).
Como la dirección actual del CNP se auto reconoce adversaria del gobierno revolucionario, y como son estos mismos periodistas quienes se refugian en fórmulas legales para exceptuar y criminalizar a quienes hacen periodismo popular sin estar colegiados; como son estos mismos periodistas quienes se sujetan como sanguijuelas a Ley del Ejercicio de Periodismo, y por tanto también se sujetan a la Constitución nacional, vale la pregunta: ¿Se está pretendiendo boicotear el Premio Nacional de Periodismo que coordina el Ministerio de Comunicación e Información? Apelando a sus mismos recursos técnicos, habría que revisar a ver si este llamado paralelo no es violatorio de la ley.
No obstante obviando las eventuales implicaciones de ley que esa iniciativa pueda contener, queda clara la maniobra divisionista, acción que después será endilgada insólitamente al Gobierno.
El aviso de prensa señala que un comité no revelado hará una pre selección de los trabajos postulados y la escogencia final se hará a través de internet. Se entregarán 5 mil bolívares fuertes a los ganadores, pero la inscripción de todo trabajo cuesta 50 bolívares, que no ayuda en nada, pero es que estos jóvenes que hoy dirigen el CNP no podían quedarse sin saciar aunque sea mínimamente sus espíritus mercantilistas.
El anuncio señala que los ganadores serán escogidos de acuerdo con los siguientes criterios:
*Calidad narrativa
*Investigación original de los hechos
*Tratamiento de la información
*Profundidad interpretativa de los hechos
*Valores ético profesionales
*Aprovechamiento adecuado de los recursos expresivos y tecnológicos de acuerdo al medio.
Apasionado oficiante y estudioso del periodismo, hace varios años que Gabriel García Márquez fundó la Fundación Iberoamericano Para un Nuevo Periodismo (fnpi.org), que lleva aproximadamente diez años concediendo un premio de periodismo, que en el caso escrito especifica las mismas bases que hoy usa el CNP en su primer premio Arturo Uslar Pietri. ¿Quién se copió de quién?
Se obtiene, en cualquier caso, que a este CNP le interesa mucho lo que ocurre en la FNPI, un extraordinario laboratorio de periodismo para América Latina. Les interesa este rezumar del Gabo sobre el oficio periodístico, pero no parece interesarles mucho lo que sobre el oficio ha dicho Gabo, quien en ponencia titulada “El mejor oficio del mundo” y leída ante la 52ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), dijo:
“A una universidad colombiana se le preguntó cuáles son las pruebas de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo y la respuesta fue terminante: “Los periodistas no son artistas”. Estas reflexiones, por el contrario, se fundan precisamente en la certidumbre de que el periodismo escrito es un género literario”.
“Hace unos cincuenta años no estaban de moda las escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes (…) Pues los periodistas andábamos siempre juntos, hacíamos vida común, y éramos tan fanáticos del oficio que no hablábamos de nada distinto que del oficio mismo (…). Era una tertulia abierta donde se discutían en caliente los temas de cada sección y se le daban los toques finales a la edición de mañana. Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulatorias y apasionadas de veinticuatro horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de los mismo, era porque querían o creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran”.
“La creación posterior de las escuelas de periodismo fue una reacción escolástica contra el hecho cumplido de que el oficio carecía de respaldo académico”.
“Pero en su expansión se llevaron de calle hasta el nombre humilde que tuvo el oficio desde sus orígenes en el siglo XV, y ahora no se llama periodismo sino Ciencias de la Comunicación o Comunicación Social. El resultado, en general, no es alentador. Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y en especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica”.
“La mayoría de los graduados llegan con deficiencias flagrantes, tienen graves problemas de gramática y ortografía, y dificultades para una comprensión reflexiva de textos. Algunos se precian de que pueden leer al revés un documento secreto sobre el escritorio de un ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al interlocutor, o de usar como noticia una conversación convenida de antemano como confidencial. Lo más grave es que estos atentados éticos obedecen a una noción intrépida del oficio, asumida a conciencia y fundada con orgullo en la sacralización de la primicia a cualquier precio y por encima de todo. No los conmueve el fundamento de que la mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor”.
“Es cierto que estas críticas valen para la educación general, pervertida por la masificación de escuelas que siguen la línea viciada de lo informativo en vez de lo formativo. Pero en el caso específico del periodismo parece ser, además, que el oficio no logró evolucionar a la misma velocidad que sus instrumentos, y los periodistas se extraviaron en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro (…) Las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores. La deshumanización es galopante”.
“Tal vez el infortunio de las facultades de Comunicación Social es que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy poco del oficio mismo (…) Pero toda la formación debe estar sustentada en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón”.
“El objetivo final debería ser el retorno al sistema primario de enseñanza mediante talleres prácticos en pequeños grupos, con un aprovechamiento crítico de las experiencias históricas, y en su marco original de servicio público. Es decir: rescatar para el aprendizaje el espíritu de la tertulia de las cinco de la tarde”.
En esta exposición, el Gabo propone al menos tres interesantes discusiones:
A) ¿Es en realidad el periodismo escrito un género literario?
B) ¿Es el periodismo un oficio estrictamente vocacional?
C) ¿Es el periodismo un oficio que se enseña y se aprenda mediante talleres prácticos?
Bien leído, el Gabo lamenta que la academia haya arrasado con el espíritu del verdadero periodismo, y propone a cambio regresar a los orígenes cuando se aprendía en talleres prácticos. ¿Por qué no se discuten estas cosas? ¿Por qué el CNP no se inmiscuye en esta discusión histórica?
A cambio, opta por crear premios paralelos de 5 mil bolívares con costo por inscripción. Con este pequeño pero importantísimo gesto capitalista se reafirman en la oposición y se confunden de cabo rabo al denominarse contrapoder, porque en realidad lo que hacen en acumular méritos para un lugar preponderante en la anti historia.
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