El fragor del
activismo político me llevó a militar a finales de los setenta
al lado de Ángel (la bruja) J Márquez y la gorda Priscila López,
y por supuesto al lado de los trabajadores textiles del Estado Aragua;
donde hasta el final de sus días, esta pareja militante del amor y
de la revolución, defendieron. Allí conocí a una de nuestras militantes
más aguerrida, quien siendo una imberbe estudiante de bachillerato,
periódico “RUPTURA” en mano, iba de portón en portón a “propagar,
agitar y organizar” a los trabajadores en sus derechos laborales y
al de estar bien informados con su periódico revolucionario. Esta militante
de la prensa proscrita en la etapa de la cuarta república era la hoy
flamante Fiscal General de la República, “la china”, la misma
Luisa Ortega Díaz que ha llevado un proyecto de ley ante la Asamblea
Nacional, sobre el control de la información y los delitos mediáticos.
La última
vez que tuve oportunidad de ver personalmente a la China, fue en su
despacho como Fiscal General, donde generosamente me recibió y
nos dimos la oportunidad de recordar aquellos años de la militancia
intensa, donde por mucho tiempo anduvimos juntos luchando por el viejo
sueño de vivir en libertad y en socialismo; de manera que en honor
a todo lo dicho me veo en la obligación de preguntarle: ¿Pero, luisa
habiendo tanto funcionario en el Minci y Conatel, y tanto diputado desconocido
echando carro en esa Asamblea Nacional, como coño se te ocurre ir a
ese parlamento hacedor de leyes por encargo y como salchichas, a proponer
ese clavo caliente que te obligará a inhibirte ante cualquier juicio
sobre la materia y de paso asumir ese papelón de la Torquemada Bolivariana?
Reventón,
Basirruque, Ruptura, Que Hacer, Tribuna Popular, La Chispa, Al Margen
y hasta el socialismo naranja de Teodoro, expresado en su periódico
Punto; forman parte de la historia negra de la cuarta república, en
cuanto a medios perseguidos, allanados y cerrados. Irma Barreto, Doris
Francia y Argelia Melet, entre otras, son venezolanas que
pagaron muy caro y tras las rejas, los controles que los censores
mediáticos de los gobiernos adecos y copeyanos imponían a la
libertad de expresión. Ya estas conductas la suponíamos superadas
y deberían ser recordadas para refrescarle la memoria histórica a
nuestro pueblo, y no para reeditarlas a través de instrumentos jurídicos,
que no tendrían nada que envidiarle a los estatutos y edictos, emitidos
en las viejas dictadura del siglo pasado y en la moderna dictadura “democrática”,
impuesta apenas hace un mes en la Hondura de este siglo XXI.
Hay medios y hay miedos, camarada Fiscal. Hay miedo a perder privilegios, miedo a perder mayorías, hay también mucho miedo a opinar por temor al calificativo de “contra revolucionario”; pero también hay medios de soportar los miedos y medios para opinar sin miedo; de manera que vaya pensando en ampliar su propuesta legislativa y en vez de esos 17 artículos tenebrosos, incorpore uno a uno todo los delitos tipos que se suponen “existen” en el mundo de la libertad de expresión y la oquedad de los Estados autoritario.
Este dilema
es muy antiquísimo, dicen que data desde que el hombre balbuceó sus
primeras palabras y muy “recientemente” hasta el viejo Bakunin terminó
enfrentado con su camarada Carlos Marx; porque ante el socialismo estatista,
ya en el 1848 también se hablaba del socialismo libertario, que suponía
incluso el derecho de opinar libremente aun en los regímenes socialistas
y revolucionarios. Por eso luchamos en el pasado y anduvimos muchos
años repartiendo periódicos y revistas clandestinas, como “El Combatiente”
y “Fuego”, editadas y dirigidas entre otros por nuestros comandantes
Douglas Bravo, Francisco (flaco) Prada y hasta el mismisimo Fausto.
¿Verdad, camarada Luisa?