¿Quién agredió a Globovisión? - ¿Fuenteovejuna, señor!

  Hace escasos días y en el escenario de las polémicas controversias generadas por las últimas acciones de la camarada Lina Ron contra el canal de televisión Globovisión, volví a leer un libro cuya lectura me ha parecido perentoria para la comprensión de los fenómenos que se suscitan en nuestras sociedades capitalistas. Se trata del texto Las contradicciones de Mao Tse Tung  

  En su concepción materialista de la realidad, Mao Tse Tung enfatiza la necesidad de aguzar nuestros sentidos para comprender el desarrollo de ciertas realidades. Y para ello invita a estudiar la causa fundamental de un fenómeno social y su relación con otros factores de carácter interno. Interesante ejercicio cognitivo que quizás se haga cuesta arriba para una ciudadanía presa por una educación que promueve la memorización y la escasa o nula producción intelectual de los individuos; los cuales padecen, en forma adicional, la enajenación de unos medios de comunicación cuyas programaciones ya pasaron a formar parte del acervo cultural de muchas familias venezolanas. 

  (Siempre recuerdo con horror y pena el nick de una sobrinita devenida de Ruperta a Ruppy, quien se fue tras el sueño americano con su título de psicopedagoga obtenido en instituciones venezolanas, a trabajar como doméstica en Nueva York. La joven rogaba en su nick a todos los venezolanos que lucháramos para que no cerraran RCTV porque ella había “crecido” y se había “formado” viendo ese canal) 

  En este sentido el libro de Mao es un invaluable instrumento para promover el análisis de fenómenos sociales, y la actual situación que atraviesa la sociedad venezolana posee un almácigo de objetos de estudio dignos de lecturas adecuadas que permitirían también la toma de decisiones inteligentes. Es por ello que considero vital su reedición y la promoción de su lectura en los distintos escenarios organizativos que surgen y se consolidan en la actual coyuntura histórica que vive nuestro país. 

  En el caso de la compañera Lina, a quien respeto más que a muchos de nuestros concejales o diputados “chavecistas” - no sólo porque es una mujer del pueblo cuya sensibilidad humana no se remonta al proceso histórico auspiciado por el Presidente Chávez, sino que emerge del día a día de las barriadas venezolanas de las últimas décadas del siglo XX – considero como único responsable de sus procederes equivocados,  al proceso bolivariano venezolano, en la medida en que ha fracasado en su intento por elevar el nivel de formación política de sus actores sociales. 

  Lina es víctima de un desenfoque de la realidad socio política que atraviesa nuestro país. Lina es víctima de la ineficiencia educativa que ha reinado en nuestro proceso revolucionario. De hecho es muy fácil hacerse llamar “chavista”, pero muy difícil defender el ideario político y filosófico sobre los cuales se sustenta el socialismo científico. Muchos de los seguidores del Presidente Chávez son sencillamente eso: seguidores. Repetidores de discurso cuyas prácticas reproducen la sociedad que tanto se esfuerza el Presidente por transformar.  

  No olvidemos aquella máxima fundamental: No habrá proceso revolucionario sin teoría revolucionaria, ni podemos concebir la teoría divorciada de una praxis emancipadora. 

  Sin embargo, no es ese precisamente el caso de Lina, quien siempre ha actuado empleando como premisa su apoyo irrestricto a la figura del Presidente Chávez, y quien en todo momento ha sido fiel defensora y activista de todas las políticas emprendidas por el gobierno revolucionario. Lina es, según las conceptualizaciones de Freire, una mujer con conciencia de clase que aún no alcanza la etapa de concienciación, ni el despliegue de un accionar crítico en el cual los seres humanos evalúan dialécticamente las coyunturas y son capaces de desarrollar tácticas y estrategias adecuadas a los requerimientos de un tiempo y de un espacio determinado. Se trata de la verdadera complejidad humana o de lo que el Che llamó el hombre y la mujer nueva. 

  Nuestro proceso revolucionario está en deuda con ese importante requerimiento. Y Lina Ron es una víctima de esa importante y significativa omisión. 

  De allí que sea injusto que se pida sobre ella y sobre su gente, “todo el peso de la ley”, incitando a disociados y “chavecistas de oficio” a hacer más drástica y penosa la condena a  nuestra camarada. 

  En relación con las declaraciones presidenciales, siempre he sido crítica de la propensión del Presidente a pronunciarse súbitamente por cuanto hecho ocurre en el escenario nacional e internacional, sin medir las consecuencias del impacto comunicacional que su verbo propicia. Una vez más alerto sobre ello, ahora porque afecta a una camarada que ha sido incondicional con este proceso, y a la que considero necesaria e imprescindible para emprender la transformación de nuestra sociedad. 

  La sanción a Lina debería recaer sobre todos los que de un modo u otro somos responsables de acompañar los procesos de formación política de nuestros camaradas, y hasta ahora no hemos logrado impactar siquiera en una de las líderes venezolanas más connotadas de nuestro quehacer político actual.  

  Lina debe recibir un tratamiento flexible. Lina debe cumplir su sanción legal a través de una actividad de formación política y no por medio de una reclusión indecorosa e improductiva.  

  La razón de un trato particular a esta camarada, encuentra sustento no sólo en el hecho de que se trata de una activista del proceso revolucionario venezolano; la razón tiene que ver también con aquellas motivaciones sociales y éticas que muy bien inmortalizó el talento literario de Lope de Vega en su famosa Fuenteovejuna: La impunidad legal con que actuó el Comendador, que no es otra que la impunidad con que actúa Globovisión, y la negligencia con que actúan los organismos gubernamentales frente a estos hechos, es la única responsable de las agresiones recibidas por ese canal privado. Lina jamás hubiera tomado la ley por su mano, si Conatel y los órganos jurisdiccionales del Estado, hubiesen cumplido desde el principio su papel regulatorio y de control. 

  En cambio, se intentó “controlar” a la compañera con reprimendas o con prebendas políticas, de las cuales Lina hizo su propia lectura personal…

  Por eso, Presidente Chávez, camaradas todos, frente a nosotros tenemos a Lina Ron: ¿Quién arroja la primera piedra? 


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Gladys Emilia Guevara


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