Camaradas, no es muy difícil defender a La Hojilla, lo difícil es que un programa de televisión nos defienda a nosotros, y ese es precisamente el caso de La Hojilla.
Nos dicen que La Hojilla es chabacana y grosera. Estos calificativos son solo códigos de dominación burguesa. No caigamos en la trampa. La Hojilla es un programa que enfrenta al enemigo de clase, con el lenguaje de nuestra clase, la clase trabajadora, y no con el lenguaje burgués. Recordemos a Alí Primera cuando cantaba que “no hay peor grosería que esta misma sociedad”. Camaradas, ¿Qué importancia tiene llamar basura a un enemigo de clase cuando han asesinado a 219 campesinos? ¡Por favor! Además, las “groserías” que decimos nosotros no son muy distintas a la que emplean los burgueses. Lo que ocurre es que le burgués no la dice en público porque necesita distanciarse de la clase trabajadora como parte de los mecanismos de dominación. Sin embargo, cuando llegan a su casa sí la dicen delante de sus hijas y esposas.
Nos dicen que La Hojilla realiza trabajos de inteligencia y de contrainteligencia para evitar la desestabilización del orden democrático. ¡Por supuesto!. Estamos en una guerra de contrainsurgencia, asimétrica, donde el factor político es lo principal. Es un tipo de guerra donde más o menos el 80% de la lucha es política y el 20% es militar o cívico militar. Esto lo entiende el Ejército y la Marina de Estados Unidos, y lo señalan en el Manual de Contrainsurgencia FM 3-24/MCWP 3-33.5.
No dicen que La Hojilla no le dedica tiempo a reportajes sociales. Pero bueno camaradas, La Hojilla es solo una trinchera, no dos ni tres trincheras. La revolución mundial tiene muchas trincheras y muchos combatientes. Ahí están las guerrilleras y guerrilleros, las luchadoras y luchadores sociales, los militantes de partidos socialistas, los servidores públicos honestos, y muchas otras trincheras. Todas son trincheras necesarias, y son asumidas por cada quien según su motivación, pasión, virtudes y cualidades que se requieran para cada misión. Arriesgar la vida no es cualquier cosa. Los revolucionarios no asumen posiciones claves para que alimenten su vanidad, no, están allí porque los necesitamos allí.
El otro día le comentaba a mi hermano que menos mal que Mario Silva no fue a la academia para estudiar periodismo. Creo que la domesticación y las poses burguesas no le hubieran permitido comunicarse con la clase trabajadora obrera y profesional al mismo tiempo. La Hojilla informa, educa, denuncia, entretiene, le mina la moral al enemigo y se la levanta a los revolucionarios.
La Hojilla enseña a leer y a decodificar los mensajes mediáticos —políticos y publicitarios— que van dirigidos a las personas que tienen poco tiempo para investigar. Son mensajes que son dirigidos a las personas que tienen muchos preconceptos y distorsiones cognitivas, y las sobrecargan con información descontextualizada, con mentiras, medias verdades, música fantasmagórica, y mensajes subliminales. Toda una sobrecarga de estímulos y desinformación que los mantiene, según los especialistas, en un estrés perceptivo y un estrés percibido, que de manera sostenida puede incluso ocasionar alteraciones en el cerebro, y creo que ya los ha ocasionado. De hecho hay personas que tienen deseos de asesinar a revolucionarios.
A esto le sumamos el estrés comercial del acoso publicitario. Los escuálidos viven entre el deseo de consumir y el miedo a que les quiten su posibilidad de consumir. El consumismo es una droga, incluso consumir información negativa es una droga. De modo que están atrapados entre dos drogas. Y si le quitamos la droga de golpe les viene el síndrome de abstinencia. Todo este cuadro deprimente lo produce la televisión enemiga. De modo que La Hojilla tiene trabajo para rato largo.
Por otro lado, camaradas, creo que algunas personas temen al liderazgo de Mario Silva. Puede que haya despertado alguna envidia. Eso es normal en las revoluciones. Si no tuviéramos miserias humanas, esto no se llamaría revolución, tendría otro nombre. Todavía vivimos esclavos de la competencia, el orgullo y la vanidad como herencia de la vieja sociedad capitalista que no ha muerto. También creo que es una piedra en el zapato para los reformistas que no quieren la confrontación, y para los corruptos que no quieren dejar de robar.
Camaradas, La Hojilla es una trinchera imprescindible hasta que desaparezca el último canal burgués en Venezuela, o al menos hasta que no se regulen los órganos de alienación masiva como los llama el camarada Mario Silva.
Más artículos del autor en: