La astrología, se ha demostrado, no es científica, no es una ciencia ni tampoco un arte como se cree sino, más bien, una especie de astucia para producir pronósticos bajo la influencia de los astros. Fueron los chinos quienes, desde hace centenares de años, se ocuparon de inyectarle a la astrología los doce signos con nombres de animales. Hoy en día, incluso, muchos padres tratan de crear sus hijos o hijas guiándose por los signos, porque así consideran serán favorecidos en la vida.
Los astrólogos cumplen el papel de pronosticadores. Trotsky nos dice que “Todo pronóstico histórico es condicional. No se puede utilizar como dato. Un pronóstico no hace más que delinear los principales rasgos del desarrollo posterior. Pero a lo largo de estos rasgos operan diferentes fuerzas y tendencias, que pueden empezar a predominar en un momento o en otro. Los que quieran pronósticos de hechos concretos, deben consultar con el astrólogo. El pronóstico marxista no es más que una orientación…”. ¡He allí un concepto científico del pronóstico!
Miré y escuché a unos cuantos astrólogos en sus pronósticos “históricos”, “políticos”, “económicos” y hasta “amorosos” para el presente año de 2010. Cualquier camarada, por ejemplo, podría decir que dedicar tiempo a observar y escuchar a los astrólogos es una evidente necedad. Sin embargo, no pocas veces los astrólogos cumplen un papel político bien definido y, especialmente, en defensa de los intereses de un régimen socio-económico que niega al extremo las oportunidades de acceso a las ciencias, progreso y avance a la gente que lo cuestiona. El capitalismo, en este tiempo en que globaliza la miseria y el dolor y desglobaliza la riqueza y el privilegio, necesita del astrólogo como el socialismo de la ciencia. De esa manera los capitalistas tratan de distraer a una masa de población que continúa esperanzada en que los milagros o la adivinación de su futuro por los astrólogos garantizan la solución a sus dramas sociales.
Célebre se hizo aquel astrólogo que pronóstico la muerte del doctor Rafael Caldera en ejercicio de la Presidencia de la República, quien –por cierto- vivió más de una década después del frustrado vaticinio astrológico. Recién acaba de morir a los noventa y tres años de edad como consecuencia de una enfermedad que nada tiene que ver con la astrología. Me llamó la atención una región del Perú donde se celebra una actividad en la que participan muchísimas personas (entre ellas unos cuantos indígenas) que operan con la astrología. No se trata de un grupo selecto de astrólogos y astrólogas que se saben de memoria los textos dedicados a la astrología, sino de gente de pueblo que tal vez, muchos de sus integrantes no han tenido la oportunidad de hacer pasar por su vista y sus manos, ningún libro especializado en pronosticar futuro.
Es una verdadera fiesta, derrochan mucha alegría, pintan cuadros de las figuras o personajes más relevantes del año en el mundo y dan sus pronósticos futuros. Me causó gran impresión –y en cierto sentido profunda satisfacción personal- que una persona manifestó que el comandante Fidel Castro podría vivir doscientos (200) años si él mismo lo desea. ¡Quiera la astrología que así sea, amén! Pero el argumento utilizado para ese pronóstico produce risa y no ira. Dijo la astróloga que Fidel había firmado un pacto negro. No aclaró con quién, pero se supone fue con el Diablo. Bueno, si eso fuese cierto se hace imprescindible que todos los revolucionarios y revolucionarias del mundo y, especialmente, los proletarios comunistas, busquen con urgencia un contacto para dialogar con el Diablo y firmar un pacto negro para que le dediquen doscientos años a luchar contra el capitalismo y vencerlo de forma definitiva. Una vez ya avanzada la construcción del socialismo la ciencia misma se ocupará de premiar al Diablo dando por concluida su participación en la transformación del nuevo mundo, donde no quedará ni un solo vestigio de superstición. Se regocijaban los astrólogos y astrólogas del Perú, para que creyeran en sus pronósticos, que en el año 2008 habían vaticinado el triunfo de Barack Obama en Estados Unidos cuando –incluso- meses antes las encuestas lo confirmaban sobre datos más verídicos que la influencia de los astros.
En cambio, una astróloga venezolana, pronosticó que los nacidos bajo el signo Acuario van a recibir mucho dinero en este año 2010. Ese pronóstico, como especulación mitológica de los astros, se derrumba tan pronto como en el propio mes de enero y mitad de febrero del 2010 habrá en el mundo mucho más pobres que en el diciembre de 2009. ¿Cuántas personas de signo acuario morirán en el primer trimestre de 2010 por efecto de la injusta y desigual distribución de la producción, por carencia de recursos económicos para garantizar su alimentación o por enfermedades no atendidas en centros de salud? De eso nada, absolutamente nada, dijo la astróloga venezolana.
Dedicarse a creer en los pronósticos de la astrología es como cifrar las esperanzas de redención en que un día baje del espacio un principito con una flor en la mano capaz de cambiar el mundo por simple reacción aromática. Nada es más anticientífico en este planeta que los pronósticos astrológicos. Es mucho más creíble la conclusión de los campesinos, a través de las cabañuelas, sobre el tiempo de invierno y de verano durante el año que los falsísimos vaticinios de los astrólogos. Si un pitoniso es llamado por mil personas al día para darle el triple ganador en el sorteo de ese mismo día, nadie dude que uno lo acierta pero lo pelan novecientos noventa y nueve. ¿Cuál es la gracia?