Auditórium

La traición en Anzoátegui: ¿es revolucionaria?

“Cuando dios creó el mundo vio que era bueno. ¿Qué dirá ahora?”.

                                                                                         Bernard Shaw… 

A  muchos nos ha pasado alguna vez, cuando alguien nos ha traicionado. Esa experiencia hace que siempre  afloren sentimientos de: dolor, incertidumbre, frustración. La traición en la actual coyuntura política la utilizan muchos para el beneficio personal, para “trepar”, para adquirir reconocimiento, jalar bolas y  procurarse un dinero.  

 La traición es muy dolorosa cuando proviene de un amigo, al que le has depositado confianza, le has tomado cariño y al que, por su apariencia de hombre bueno de palabra, nunca se pensó ni remotamente que pudiera traicionarte. Cuando juntos han desarrollado nuevos proyectos e ilusiones que te costaron horas de trabajo y esfuerzo; donde se pone profesionalismo y recursos, entrega y amor. El actual proyecto revolucionario bolivariano  que tanto tiempo me ha quitado, el cual  pude haber utilizado para compartir más con mi familia, para disfrutar de un buen descanso o para emprender algo que sí hubiera valido la pena. A veces cunde la frustración cuando es usado por alcaldes y gobernadores, para convertir  a muchos militantes en chismosos rastreros, y en unos vulgares soplones de baja estofa, y  en ciertos  casos en sicarios, para eliminar adversarios internos, a cuenta de un miserable pago en dinero.   

Es  muy doloroso cuando ese amigo o militante de apariencia “íntegra” revolucionaria se restea contigo. Cuando es de aquellos que administran con la palabra, ciertos discursos, y  vivencias en las reuniones, y en las plazas, en los mítines, y en los muchos programas de radio y televisión cuando uno defiende a la revolución bolivariana. Y duele más aún cuando los que te traicionan después andan huyendo como ladrones en la noche, sin querer dar la cara, porque saben que te vendieron por unas piches monedas como lo hizo Judas con Jesucristo.     

De acuerdo con el DRAE, la palabra traición es el crimen de la deslealtad. Como un traidor se puede referir a cualquier persona que traiciona a un amigo, o se pasa al enemigo. Que es lo que sucede en el Estado Anzoátegui con cierta dirigencia en el gobierno que utilizan a estos especímenes para destruir a la revolución, y así tratar de desprestigiar a muchos militantes cuando no los pueden vencer intelectualmente e ideológicamente.     

Las heridas de la traición a veces hacen cambiar el rumbo de un militante, para bien o para mal. De ahora en adelante por lo que estoy viendo, puede que deje de creer en los demás;  porqué a veces en cada rostro pareciera ver los ojos de la traición. O aprender de esta situación como una valiosa lección.   

Algo en mi ser interno siempre me dice que cada vez que pase por una situación difícil le diga a Dios: “No entiendo nada, pero gracias”. Toda esta acción abre los canales de energía para la sanación interior. También puedo decirle a mi Dios: “Muéstrame el propósito de esta lección, muéstrame el bien que se esconde detrás de todo esto”.    

Nada sucede en el vacío gratis. Todo tiene un precio en la vida, aunque a veces no lo veamos de buenas a primera. A veces perdiendo, ganamos, ganamos mucha más experiencia, conocimientos, y nos fortalecemos para seguir en el combate. En situaciones desagradables como éstas debemos, siempre pensar que el que cometió la falta no me traicionó, sino que se traicionó a sí mismo, y a Dios, porque demostró con su rastrera acción que estaba sembrando en un terreno baldío, predicando lo que no practica.             

Muchas de las veces el noble acto de perdonar ayuda, pero nunca debemos  olvidar la ofensa, ya que si la olvidamos podemos repetir el mismo error. Lo que sí es importante es eliminar el resentimiento para que cuando recordemos lo ocurrido lo hagamos  con suficiente coraje.     

Siempre en esta vida como seres humanos que somos, cometemos errores. Lo importante es aprender de ellos, nunca perder la esperanza, ni la fe, y no querer medir a todo el mundo con la misma vara. Hay que levantar ese espíritu, la autoestima, y la autoconfianza siguiendo en el diario batallar. Hay que extender la mirada más allá del tronco, que por estar en el medio, muchas de las veces no te deja ver el bosque. Después de una brusca caída hay que levantarse con más fuerza y demostrarle al que te traicionó todo lo que se perdió por haber cometido su grave falta.  

Percasita11@yahoo.es



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Edgar Perdomo Arzola

Analista de políticas públicas.

 Percasita11@yahoo.es      @percasita

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