Increíble país éste, en el que un tipo tan sinvergüenza como William Dávila pueda llegar a la AN

(ENSARTAOS.COM.VE) En circunstancias “normales”, quiero decir sin Chávez hoy en el poder, este señor William Dávila Barrios sería un total cero a la izquierda o a la derecha. Quizá hasta estaría purgando cárcel, quizá huido del país, quizá desaparecido en alguna hacienda de las tierras calientes merideña, quizá dedicado al contrabando con Colombia.

Pero llegó la revolución bolivariana y el tipo comenzó a coger oxígeno, a marchar con Cristo y el Demonio, a meterse en Globovisión, a bailar pegado con la USAID, SUMATE, ULA, COORDINADORA DEMOCRÁTICA, MUD, etc. Los medios lo convirtieron en un prospecto de líder superior, por la befa y por la jeta que se gasta. Comenzó a cotizarse alto en las mafias golpistas, tanto como el Pablo Medina, Cabeza e´ Motor, Nixon Moreno, Carlos Melo, Julio Montoya,…

Pero el historial de este protuberante maleante es de pánico: nació adeco, se disfrazó de mirico, saltó a la ultraderecha, se encaramó en la Gobernación de Mérida y luego pasó a ser viceministro de Relaciones Interiores con el bandido de Octavio Lepage, de donde lo sacaron a patada por meter ilegalmente en el país un montón de chinos. Se dedicó en ese ministerio a falsificar pasaportes.

Pero el caradurismo del personaje no tenía ni tiene límites, volvió a la Gobernación de Mérida, se enmaridó en sus actividades políticas con el obispo Baltazar Porras: iban juntos a francachelas, a corridas de toros, al Vaticano, a EE UU, etc.

En una ocasión el pendejo Héctor Alonso López quiso hacerle la guerra, y entonces William Dávila se fue al Congreso de la República para refutar a Héctor; se agarraron de las greñas y William le gritó en pleno hemiciclo: “Tú eres un marico, Héctor”, y Héctor lo escupió en la cara.

Aquello pasaba en la bella democracia Puntofijista que hoy muchos no se acuerdan. A mí nunca me dará el mal de alzheimer, que de todo eso nunca me olvido, porque la lucha de la justicia es la lucha de la memoria contra el olvido.

Cuando le tocó entregar la Gobernación en su segundo mandato provocó una súper repartición harto nerviosa de contratos para dejar al Estado en la carraplana. Y lo logró. Miles de fajo de documentos sobre sus innumerables trácalas y denuncias se enviaron al Congreso y la Asamblea Nacional, pero nadie puso voluntad en investigarle.

Un día, este señor William Dávila fue al Club Demócrata de Mérida y presentó un libro que fue financiado por el narcotraficante William Fajardo, que estaba de paso por Mérida. Aquello provocó un gran escándalo y multitud de pruebas corrieron por Mérida en las que se imputaba fuertemente a WDB con ese sucio y criminal negocio de las drogas.

Otro día, siendo gobernador, el susodicho preparó un voluptuoso viaje a Europa para conocer al Papa Juan Pablo II, y en la comitiva llevaba periodistas, guardaespaldas, mucamas, fotógrafos, y por su puesto a su carnal toda la vida, el obispo Ba…azaltar Porras. Se echaron al buche unos 200 millones de bolívares de la época. El susodicho fue a recibir la bendición papal porque corría por toda la ciudad feísimas acusaciones en su contra por supuestas relaciones carnales impropias.

Cuando regresó lo que le dijo al pueblo de Mérida fue: “el Papa les envía piadosamente a través de mí, la bendición”.

Fue uno de los mayores despilfarradores de la época, otra versión en chiquito del famoso Locoven: mentiroso, faramallero, incoherente y quizá uno de los mayores habladores de paja del continente americano.

Pero así, en fin señores, está esta democracia cojitranca, balurda y tuerta a la que cosas tan graves como estas no hay justicia que le pueda poner reparo.

Verdaderamente que en cuanto a justicia se podría decir que no hemos avanzado un carajo. Y si a decir de Bolívar: la Justicia es la reina de las virtudes republicanas y que con ella se sostiene la igualdad y la libertad, pues entonces nosotros estamos pavorosamente pelando…


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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