Monsieur Verdoux

Ante lo que significa el apretujamiento de la existencia dentro del ahora (entendido éste como “el pasado, el presente y el futuro”, según Pierce). Ante lo que significa, teniendo ya setenta años, cumplir diariamente con las ceremonias del cuerpo además de cocinar, comer, lavar los platos, limpiar el nido, descansar profilácticamente, informarse, leerse algunas páginas carnosas, chatear con los hijos y los nietos, a veces con los hermanos y los amigos, procesar el torrente conceptual de Chávez, tratar de captar un puntito de luz (aunque titilante) en las opiniones de los “manitas blancas” y sus ayos, en esperar y leer el tsunami de artículos de prensa de toda horma, las expresiones tierna-ridículas de María Corina, meditar para no tener que perderse en lo imperecederamente necio, y todo eso ante la invalorable ventaja de estar liberado de los múltiples compromisos de un “feliz” maridaje, sin embargo, a veces, y de casualidad, me da tiempo para ver alguna película.

Porque todo hoy se me va con la fugacidad de una estrella, aceptando que no soy ni siquiera un mediocre administrador del tiempo, y sabiendo además que, también, necesito por obligación vivir para así poder llegar a ver el mayor número posible de los maduros frutos de la Revolución.

Pero tuve la oportunidad de ver en estos días una obra maestra del cine, producto del genio indubitable de un creador dentro del arte cinematográfico. Se trata de la película, “Monsieur Verdoux”, filmada en un artístico blanco y negro y auspiciada, en su casi totalidad, por una quimera llamada Charles Chaplin.

Trátase de un hombre que no llega a respetar el más bienhechor de los derechos, que es la vida, espoleado por una pérdida de fe en lo humano que lo conduce a la negación de toda afirmación, de toda creencia; a lo que se conoce, como nihilismo, dentro de la arada filosófica.

Aquí Chaplin, a través de Monsieur Verdoux, da entonces su punto de vista sobre el mundo en algunos pasajes. Pero Washington, a través del FBI, procedió acusar a Chaplin con una serie de cargos que incluían la infamia moral, el forjamiento de documentos y demás presuntas pruebas, que no conducían sino a pretender relacionarlo con la Unión Soviética; sobre todo, hablando los titulares de la película de un ser que asesina por dinero a sus mujeres so pretexto de que la sociedad capitalista le había resultado fraudulenta…

Ante semejante crítica, Chaplin también fue sometido a penetrantes ruedas de prensa donde le preguntaban, con una rara machaca, si era comunista, lo que demuestra que el capitalismo no acepta críticas que no sean las que ellos mismos teatralmente inventan para tratar de vender lo que resulta su remedo de libertad democrática, como también resultaba la que así se llamó dentro el socialismo real. Ambos, pues, resultan indisputablemente mutiladores de esa libertad.

El argumento versa sobre Verdoux, un pica flor que fuera un empleado bajo de un banco, quien, por haber perdido su empleo durante la gran depresión, elabora un plan para casarse con maduras solteronas a fin de asesinarlas con el motivo fútil (aunque dudo que así pudiera adjetivarlo un bien adoctrinado capitalista) de quedarse con su dinero. Su esposa legítima es una inmovilizada que, con su pequeño hijo vive en el campo, totalmente ajena a los andares delictivos de su marido quien, luego de haber asesinado a una de sus víctimas, va a su casa como lo haría un marido burgués cualquiera luego de un endemoniado día de trabajo, resultando, por tanto todo, una mixtura incongruente de integridad y maldad al ser un hombre que, cuando desmochaba el jardín, evitaba pisar un gusano mientras al fondo incineraba los restos de una de sus víctimas. ¿No resulta una subversiva crítica social al denunciar así la moral capitalista?

El mayor impacto de la película se muestra ya al final cuando, luego de retratarse una sociedad desmoralizada, Verdoux dice en su celda, a un cura:

-Asesinar a una persona hace de uno un canalla, asesinar a millones un héroe. Las cantidades santifican-, lo que no podía ser aceptado por aquella sociedad estadounidense de posguerra.

Lo que Verdoux ponía de manifiesto es que resultaba inconsciente exhibirse impresionado por sus atrocidades, que eran una simple ficción de crímenes, comparados con los ejecutados en masa y refrendados por la guerra que el régimen gloriaba con preseas doradas. En fin, Verdoux, como los empedernidos guerreristas, y con toda su facundia, intentaba justipreciar moralmente sus asesinatos. Porque así es el capitalismo. Porque así es el moralismo burgués.

Chaplin llego a decir, de su obra:

-Creo que Monsieur Verdoux es la película más inteligente y más brillante de las que he hecho hasta ahora.

Por lo que me permito sugerir, que ella sea proyectada, para todo el país, en cadena nacional.

canano141@yahoo.com.ar


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Raúl Betancourt López


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