El autor
Toda idea, una vez aceptada, tiende a convertirse en acto… si en un medio social mucha gente es inducida a creer algo que no es real, entonces es real en sus consecuencias. Satanizar es la clave: así funcionaron siempre las hogueras de los inquisidores.
Psicología Política Experimental
La oligarquía venezolana
se declaró en estado de emergencia desde que Hugo Rafael Chávez se
perfiló políticamente como un candidato con opción de poder. Para
comprobarlo sólo basta leer atentamente la prensa nacional a partir
del comienzo de la campaña que lo llevó a la presidencia y durante
lo que queremos llamar su primera resurrección, una vez cumplido su
período como prisionero político. Ninguna oligarquía
se moviliza en este sentido si no siente realmente que sus intereses
están siendo amenazados, pero es saludable señalar que hoy la oligarquía
es un fenómeno planetario, que conforma una red supranacional auto
sostenida, para lo cual se vale muy bien de los medios de difusión
masiva, que suele poseer mayoritaria e invariablemente.
De una manera muy astuta
los trabajadores intelectuales que sirven al sistema, al estilo de uno
muy serio llamado precisamente como el compañero de Kemo Saby
en el Llanero Solitario, valiéndose precisamente de esos medios,
muy especialmente de la televisión, suelen levantar la bandera del
anticomunismo en situaciones como la venezolana; también suelen
afirmar que toda idea revolucionaria ha devenido obsoleta, como si el
fracaso de cualquier intento histórico por parte de los oprimidos
para liberarse de aquello que los oprime, hubiese hecho desaparecer,
por obra de algún artilugio, del escenario de la historia y, sobre
todo, del escenario político actual, sin exceptuar un solo país, los
factores causales de su condición.
En ciertas oportunidades
esos trabajadores intelectuales han esgrimido, en su desesperación,
la bandera del fascismo, lo cual implica, de hecho, una contradicción,
pero tal es el interés en salir, a como dé lugar, del Presidente Chávez,
que no les importa recurrir al extremo que sea, con tal de manipular
la mente de los desprevenidos y/o desinformados.
Aproximadamente a las
nueve de la mañana del 11 de Abril de 2002, día de tanta vergüenza
para el periodismo venezolano como los subsiguientes que culminan con
el gran apagón en materia de información, pudimos apreciar como cada
quien iba cumpliendo su papel en la radio y la televisión, desde ciertos
jesuitas hasta el general Lameda, pasando por los diferentes actores
procedentes de todos los estratos que fijaron sus estrategias a partir
del llamado “Pacto de Gobernabilidad”, que – dicho sea de paso
– le habría hecho más honor a su mal disimulada intencionalidad
de haberse denominado Pacto de Repartición post mortem,
cúpula clerical incluida…
Cuando la llamada “oposición”
política al proyecto de país propuesto por el movimiento liderado
por Chávez, tras una larga conspiración –apoyada desde el
exterior– toma el poder, utilizando al máximo el recurso de los medios
de difusión masiva, muy especialmente – repetimos – el de la televisión,
por una razón que sólo podría esclarecer, tal vez, la psicología
profunda, la oligarquía venezolana y las cúpulas interesadas en la
eliminación del gobierno, extrovertieron toda su perversión oculta
en cada uno de los actos ya conocidos, que precipitaron, finalmente,
la más curiosa especie de suicidio político nunca antes visto
en la historia venezolana, para no hablar de América Latina.
Pero el pueblo Venezolano
debe aprender, despertando conciencia política, a reconocer todos estos
personajes en lo que respecta a su actuación actual, prevalidos de
que vivimos en un Estado democrático, para no caer en el error de darles
oportunidad para que se instalen, nuevamente, en los escenarios legislativos
y ejecutivos dentro del ámbito político nacional, al menos que
quiera retroceder hacia un pasado cuya superación está en nuestras
manos.
Tras los actos del 11A
y sus interesantes efectos en los días subsiguientes, se fueron cayendo
todas las máscaras y caretas “políticas” que maquillaban los multifacéticos
rostros de la oligarquía nacional y sus servidores a sueldo, hasta
el punto de que no quedó nadie encubierto… tal vez alentados por
la virtual impunidad que garantizaba el plan coronado por la auto erección
de una dictadura tan breve como inaudita, todos los protagonistas de
este singular sainete, no analizado aún por nadie con suficiente descenso
en la subconciencia de la plutocracia venezolana, sin excluir el caso
de la cúpula gerencial de PDVSA y las catastróficas consecuencias
generadas por su participación en mal llamado “paro petrolero”
en contra de los cuadros medios de su Nómina Mayor, para no mencionar
los estragos colaterales en la Nómina Mensual y Diaria, talvez alentados
– repetimos –, por esa prometida impunidad, todos los protagonistas
se desnudaron, quedando en absoluta evidencia ante el veredicto solemne
de la conciencia pública.
Imposible olvidar la
aparición, por enésima vez, en esa cadena ignominiosa que repetía
hasta el cansancio el trío fatídico del Ortega y los dos Fernández,
la actuación, inconmensurablemente cínica y perversa, de Juan Fernández,
cuando intentó jugar Nintendo con la conciencia de los venezolanos,
luciendo sus mejores prendas “meritocráticas”.
Fue precisamente durante
ese mal llamado “Paro Petrolero”, otra mendacidad verbal como el
“Vacío de Poder”, que le escribí la siguiente nota virtual
a un amigo:
Apreciado amigo:
... En este preciso momento, mientras
escribo esta nota, oigo, desde un televisor digno de transmitirle un
mejor mensaje a este paciente pueblo, un mensaje que nos ayude, como
ciudadanos a despertar la conciencia
–por ejemplo--, las palabras de Carlos Ortega, en su cotidiana
venta de su propia miseria a todos los venezolanos, sus víctimas, y
me pregunto qué esta pasando en este mundo de Dios...
¿Acaso se trata del fin de la inteligencia, así
como alguien pregonó alguna vez, desde alguna cátedra trasnochada,
la muerte de la historia? Ciertamente me apena vivir en un mundo donde
alguien, de tan reducida dimensión moral, prácticamente un analfabeto
cultural, se atreve a dictarle a 24 millones de personas, con la complicidad
de los dueños de unos medios que de alguna manera se parecen a
él, tanto como a los dos Fernández , Juan y Carlos, se atreve --repito--
a dictarle a 24 millones de personas qué
deben hacer para salvar un país que ha parido hombres como Bolívar...
y nosotros, desgraciadamente no todos, nosotros, el conjunto de seres que
habitamos este territorio soberano y que, además, ejercemos la viril
tarea de pensar por nosotros mismos, debemos, no sin el sentimiento
frustrante de cierta indefensión, de cierta derrota inconcebible, debemos
oírlo como si se tratase de un genio de la política... y como si esto
fuera poco, debemos también, indefensos, escuchar a Carlos Fernández
mostrarnos su propio vacío político, y --como si fuera poco todavía--
debemos también escuchar el infinito cinismo de ese otro Juan, de Juan
Fernández, un tecnócrata prepotente, un moderno déspota ilustrado
parido, absurdamente, por nosotros mismos, un marginal al revés,
que pretende convencernos de que él ama este país y
nos ama tanto que desea redimirnos... Siento, amigo, una tremenda indignación…
Y después, como si fuera poco, más aún, tenemos que escuchar las
preguntas dóciles de esos eunucos mentales que dicen ser comunicadores
sociales de la verdad. ¡Algo tiene que
pasar, amigo del alma!...
Y pasó… Hasta aquí la nota a mi amigo cuyo nombre me reservo.
Cuando el pueblo se presentó ante las sedes de los canales de televisión encartelados, para reclamar su derecho a ser escuchado mediáticamente y a preguntar qué tenía que ver el Gato Félix con el secuestro político del presidente de la república, legítimamente elegido por ellos, los locutores, pálidos de miedo, trataron de halagarlos pidiéndoles que no olvidaran que por esos mismos canales ellos, el pueblo desheredado, disfrutaba del excepcional privilegio de ver todos los sábados la producción cumbre del genio Cisneriano, ¿hay que decirlo?, nos estamos refiriendo a “Sábado Sensacional”.
Todos sabemos que Freud, con su psicoanálisis, destapó la olla de la subconciencia en lo que respecta al individuo humano, abriendo la posibilidad de penetrar en sus compartimientos estancos, recovecos en los cuales la mente suele ocultar aquellos trasuntos de la experiencia que exceden su capacidad de asimilación… si esta noción puede extenderse a lo social y alcanzar un subconjunto como la clase política venezolana, cuya falta de objetividad pudo engendrar esa serie de desaciertos, nos atreveríamos a afirmar, sin necesidad de tender en el diván de la historia a toda esa pléyade revertida de líderes frustrados y oportunistas, que la llamada “disociación psicótica” y el sainete presentado por Carmona y su combo se explican por la inmadurez infantiloide que caracteriza buena parte de la burguesía, la oligarquía y la plutocracia del país. De alguna manera Carmona y su combo nos hizo recordar el caso de Rodríguez Gacha, quien enviara, con sus atentados, aproximadamente el siguiente mensaje al pueblo colombiano: “o hacen lo que yo quiero o los mato a todos”. Parecían niñitos jugando cuando aplaudían la aniquilación absoluta de todas las instituciones, dejando sin efecto las leyes más importantes, incluyendo la Constitución Nacional y hasta el nombre mismo de la República, y muchachitos asustados cuando salieron corriendo, contralmirante de blanco a la cabeza, ante la presencia del indignado y reclamante soberano.
mpazb53@hotmail.com