Se me antoja que la situación electoral venezolana actual se parece a la existente en los finales del gobierno de Daniel Ortega en la que se conoció como Nicaragua Sandinista. Luego de transcurridos 10 años de “revolución”, el gobierno se vio obligado a medirse electoralmente con una oposición que se unió para derrotarlo, algo similar a lo que plantea la oposición en nuestro país para el año 2012. No pretendo decir que las situaciones son idénticas, simplemente se parecen. Aquí no hay “contras” en las fronteras con ningún país, por lo que no hay muertes permanentes de jóvenes soldados en cumplimiento del servicio militar obligatorio. No existen la miseria y las necesidades, que existían allá para aquel momento, y la acción del imperialismo ha sido mucho menos drástica que la ejercida contra los sandinistas.
Existen, en este momento, otras diferencias entre aquella situación política y la existente hoy en Venezuela, sin tomar en consideración las que se derivan de que estoy comparando el final electoral nicaragüense con una realidad política venezolana que está a unos 18 meses de ese final. Entre esas otras diferencias está la inexistencia en nuestro país de una figura como Violeta Chamorro, quien fue capaz de unificar a los opositores nicaragüenses y derrotar al gobierno sandinista. Se trataba de alguien que era visto con respeto y consideración por los votantes (no me refiero a los fanáticos), persona de prestigio, seria, conocida por los electores y que no era percibida con responsabilidades en el gobierno dictatorial, ni tampoco como culpable de lo ocurrido en los 10 años de revolución sandinista.
Era una candidata que no representaba a ningún partido en particular, lo que llevaba a inspirar confianza en todos los grupos opositores, en el sentido de no trabajar sectariamente por ninguna divisa política. Estaba, además, dispuesta a alcanzar las alianzas necesarias con el gobierno saliente, para garantizar la paz y el respeto de los derechos humanos de los perdedores. De hecho, Humberto Ortega, hermano del Presidente, siguió siendo por varios años el jefe del ejército de Nicaragua. Ninguno de los precandidatos opositores se acerca a las características de Violeta Chamorro. En el país se logró algo parecido con la derrota del bipartidismo adeco-copeyano, la cual se produjo en 1994 con Rafael Caldera, aunque esta verdad no le guste a mucha gente, a quienes el fanatismo no les deja ver más allá de sus narices.
Estoy tratando de analizar uno de los elementos que hacen difícil la victoria de la oposición en las próximas elecciones. Esto en absoluto significa que esté compungido por esta situación o que esté llamando a imitar la actitud de la oposición nicaragüense en 1989. Ahórrense, por lo tanto, las acusaciones airadas de copeyano, traidor y salta talanqueras. Cualquiera puede utilizar las conclusiones de este artículo. Es público.
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