Un lógico y triste rebuzno

Hay cosas que resultan lógicas, justamente, porque la lógica existe, sobre todo en cuanto a los historiales que terminan explicando lo que sucede. Y tristes también, justamente, porque existe la tristeza, sobre todo cuando esas mismas cosas resultan a la vez de mala muerte, faltas, infructíferas, atormentadas, irritantes, por lo tanto muy difíciles de soportar y para colmo (todo) cuando esas cosas, así perfiladas, son ejecutadas por venezolanos… ¡Oh! … O mejor en estricta justicia decir, y con pesadumbre tenaz: ¡presuntos venezolanos!

Obedece tal exordio entonces, entre otras cosas, al angustiante comunicado procedente de la fatídica MUD sobre la CELAC.

Y lo califico de angustiante, porque significa otro elemento particularmente decidor de lo que este engendro político representa -o pretende representar- como alternativa válida al planteamiento revolucionario dentro de un real,  eficiente y por lo demás deseado sistema democrático. Porque la gran pregunta que germina es: ¿Constituye la MUD una alternativa mínimamente sería al proyecto revolucionario? Que por las oscuras virutitas, que va soltando a su desconsolado paso, pienso que no. Porque es que la MUD viene a resultar como una creación heroica, no de la razón, sino de lo absurdo por la falta de ideales benéficos, por la ausencia absoluta de alguna voluntad que pudiera resultar ética, por un como auténtico menestrón de actitudes morales; por la contradicción de sus intereses pandilleros, por la ausencia de rigor intelectual en sus planteamientos y propuestas, por la falta de rigurosidad en su ubicación histórica, por el manejo chapucero y frívolo de lo conceptual y por la tendencia degenerativa hacia lo irreversiblemente canceroso desde todo punto de vista, amén de su unánime y patológico deseo de entregar de nuevo a Venezuela al sadismo imperialista de los Estados Unidos... Y no constituyen poca cosa tales aterradores extravíos, por supuesto.

A ver:

¿Qué quiere decir la MUD con eso de que Venezuela tiene vocación integracionista, principio fundamental de la actuación de los gobiernos democráticos de la Cuarta República durante muchas décadas? ¿Podía exhibir Venezuela para 1998 un solo beneficio de tal vocación integracionista, incluida la OPEP, que luego buscaron afanosamente destruir por mandato conminatorio de Estados Unidos, su Señor?

¿No es capaz de pensar la MUD que el Sistema Económico Latinoamericano (SELA) tenía que ser sin Estados Unidos y Canadá, debido a que era, precisamente latinoamericano el Sistema?

¿Es capaz de desconocer la MUD que el Grupo de Río tuvo como antecedente inmediato el Grupo de Contadora para la paz en Centroamérica, guerra en Centroamérica donde los flamantes gobiernos de Venezuela participaban a través de personajillos pertenecientes a la CIA y al Opus Dei?

¿Es capaz de desconocer la MUD que ese Grupo de Contadora, antecedente del Grupo de Río no nació a instancias de Venezuela, ni mucho menos, sino por la iniciativa de personajes extra continentales como el asesinado Primer Ministro sueco Olof Palme, feroz opositor a la política exterior de Estados Unidos, así como a la de los premios Nobel, la también sueca Alva Myrdal, una de las grandes apuntaladoras del estado de bienestar sueco, y los nuestros, Alfonso García Robles, el padre del acuerdo de Tlatelolco y Gabriel García Márquez, el autor de Cien años de soledad y de El General en su laberinto? ¿Dónde entonces se ve aquí la iniciativa de Venezuela, o al menos, la de algún personajón cuartarepublicano?

No resulta por tanto para nada tonto que las “fuerzas políticas de la Alternativa Democrática venezolana”, auto denominación teatral que no sé si me resulta más cursi que fantoche, se pregunte cuál es el sentido de la CELAC. Sí, y no resulta para nada necio, porque esas “fuerzas”, son así: ¡necias!

La pequeña diferencia entre las demás iniciativas regionales citadas en tan tristona carta, y la CELAC, es que esta es producto de la visión demostradamente histórica de dos hombre que, esas “fuerzas políticas de la Alternativa Democrática venezolana” han venido negando a todo vapor y durante doscientos años, por orden conminativa, vergonzosamente, de su Señor; por lo que aquellas otras participaciones tal vez obedecieron, más que todo, a compromisos verdaderamente ineludibles. La CELAC es la iniciativa ya bicentenaria de los dos más trascendentes venezolanos de todos los tiempos y que, si se hubiese realizado, desde entonces, las otras no hubiesen tenido sentido.

Así lo recoge la Declaración de Caracas en su numeral 16:

“Inspirados en el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826, acto fundamental de la doctrina de la unidad latinoamericana y caribeña, en el que nuestras jóvenes naciones soberanas plantearon la discusión de los destinos de la paz, el desarrollo y la transformación social del continente”. 

canano141@yahoo.com.ar



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Raúl Betancourt López


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