Obedece
tal exordio entonces, entre otras cosas, al angustiante comunicado procedente
de la fatídica MUD sobre la CELAC.
Y lo califico de angustiante, porque
significa otro elemento particularmente decidor de lo que este engendro
político representa -o pretende representar- como alternativa válida al
planteamiento revolucionario dentro de un real, eficiente y por lo demás deseado sistema
democrático. Porque la gran pregunta que germina es: ¿Constituye la MUD una
alternativa mínimamente sería al proyecto revolucionario? Que por las oscuras virutitas,
que va soltando a su desconsolado paso, pienso que no. Porque es que la MUD
viene a resultar como una creación heroica, no de la razón, sino de lo absurdo
por la falta de ideales benéficos, por la ausencia absoluta de alguna voluntad
que pudiera resultar ética, por un como auténtico menestrón de actitudes
morales; por la contradicción de sus intereses pandilleros, por la ausencia de
rigor intelectual en sus planteamientos y propuestas, por la falta de
rigurosidad en su ubicación histórica, por el manejo chapucero y frívolo de lo
conceptual y por la tendencia degenerativa hacia lo irreversiblemente canceroso
desde todo punto de vista, amén de su unánime y patológico deseo de entregar de
nuevo a Venezuela al sadismo imperialista de los Estados Unidos... Y no
constituyen poca cosa tales aterradores extravíos, por supuesto.
A
ver:
¿Qué
quiere decir la MUD con eso de que Venezuela tiene vocación integracionista,
principio fundamental de la actuación de los gobiernos democráticos de la Cuarta
República durante muchas décadas? ¿Podía exhibir Venezuela para 1998 un solo
beneficio de tal vocación integracionista, incluida la OPEP, que luego buscaron
afanosamente destruir por mandato conminatorio de Estados Unidos, su Señor?
¿No
es capaz de pensar la MUD que el Sistema Económico Latinoamericano (SELA) tenía
que ser sin Estados Unidos y Canadá, debido a que era, precisamente
latinoamericano el Sistema?
¿Es
capaz
de desconocer la MUD que el Grupo de Río tuvo como antecedente
inmediato el Grupo de Contadora para la paz en Centroamérica, guerra en
Centroamérica
donde los flamantes gobiernos de Venezuela participaban a través de
personajillos pertenecientes a la CIA y al Opus Dei?
¿Es
capaz de desconocer la MUD que ese Grupo de Contadora, antecedente del Grupo de
Río no nació a instancias de Venezuela, ni mucho menos, sino por la iniciativa
de personajes extra continentales como el asesinado Primer Ministro sueco Olof
Palme, feroz opositor a la política exterior de Estados Unidos, así como a la
de los premios Nobel, la también sueca Alva Myrdal, una de las grandes
apuntaladoras del estado de bienestar sueco, y los nuestros, Alfonso García Robles,
el padre del acuerdo de Tlatelolco y Gabriel García Márquez, el autor de Cien
años de soledad y de El General en su laberinto? ¿Dónde entonces se ve aquí la
iniciativa de Venezuela, o al menos, la de algún personajón cuartarepublicano?
No
resulta por tanto para nada tonto que las “fuerzas políticas de la Alternativa
Democrática venezolana”, auto denominación teatral que no sé si me resulta más
cursi que fantoche, se pregunte cuál es el sentido de la CELAC. Sí, y no
resulta para nada necio, porque esas “fuerzas”, son así: ¡necias!
La
pequeña diferencia entre las demás iniciativas regionales citadas en tan
tristona carta, y la CELAC, es que esta es producto de la visión demostradamente
histórica de dos hombre que, esas “fuerzas políticas de la Alternativa
Democrática venezolana” han venido negando a todo vapor y durante doscientos años,
por orden conminativa, vergonzosamente, de su Señor; por lo que aquellas otras
participaciones tal vez obedecieron, más que todo, a compromisos verdaderamente
ineludibles. La CELAC es la iniciativa ya bicentenaria de los dos más
trascendentes venezolanos de todos los tiempos y que, si se hubiese realizado,
desde entonces, las otras no hubiesen tenido sentido.
Así
lo recoge la Declaración de Caracas en su numeral 16:
“Inspirados en el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826, acto fundamental de la doctrina de la unidad latinoamericana y caribeña, en el que nuestras jóvenes naciones soberanas plantearon la discusión de los destinos de la paz, el desarrollo y la transformación social del continente”.
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