Quienes circulan por la Cota Mil en dirección este a oeste podrán contemplar atónitos un paisaje espeluznante. Lo que hace muchos años era un hermoso paisaje de bucólico verdor, en cuarenta años de puntofijismo se convirtió en una enmarañada ranchería donde los problemas de salud, alimentación, educación y vivienda acompañaron a miles y miles de venezolanos. Este mismo aciago panorama se repite en las zonas de Catia, San Agustín, San Martín, Antímano, en la vía hacia El Junquito y en casi toda Venezuela. Esta fatídica anarquía social es consecuencia de más de cuarenta años de desidia de los gobernantes anteriores, encarnados en la actualidad en el sexteto de la MUD.
Pero lo antepuesto no fue el único inconveniente a los que fuimos arrastrados millones de venezolanos durante los años de la democracia representativa. Veamos lo siguiente: la Revolución Industrial va de manos con el colonialismo y el capitalismo, la cual hace su aparición más o menos a mediados del siglo XIX. Esto le permitió a las potencias europeas y a los EEUU un desarrollo desmesurado, teniendo como premisa materia prima robada de las colonias, manos de obra casi esclava y mercados cautivos. Eran los llamados protectorados a los cuales le sustraían los productos para luego vendérselos a precios exorbitantes. Lamentablemente Venezuela fue una de las víctimas de los manejos de aquellas potencias. No logramos un parque industrial nacional sino la presencia de fábricas extranjeras cuyas ganancias se dirigían, como fuga de divisas, a sus naciones de origen. Para muchos de nosotros es común los nombres: Ford Motor of Venezuela, General Motor of Venezuela, Dupont of Venezuela, General Electric of Venezuela, Aluminium Co. of América, Procter and Gamble of Venezuela, Sherwin-Willimn, Creole, Shell…entre tantas de las firmas no nacionales que se instalaron en nuestra aciaga patria como verdaderos monopolios. No cabe duda, también se crearon alguna que otra empresa nacional asociada con capitales extranjeros, surgiendo apellidos como: Vollmer-Zuloaga-Machado, Mendoza, Boulton, Delfino, Phelps, Sosa-Rodríguez, Blohm…quienes en una macabra sociedad, desde la dictadura de Gómez y durante el puntofijismo, explotaron a los venezolanos y venezolanas, ante la mirada complacida y complaciente de los gobernantes adecos y copeyanos. Eran los dueños de Venezuela.
Los o las rectores de las Universidades se ufanan de la “universidad democrática”. ¿Cuál democracia? Instituciones académicas que prepararon empleados para desempeñarse como funcionarios de las empresas extranjeras y de los oligarcas venezolanos. Estas compañías necesitaban economistas, administradores y contadores; precisaban de ingenieros civiles para construir carreteras para vendernos camiones y carros, además urgía erigir edificios para especular con los terrenos cuyos dueños eran los sempiternos oligarcas. Era importante tener buenos galenos, había que construir hospitales para ofrecerles a los gobiernos los diferentes aparatos médicos, pero nunca instalaron en el país una sola fábrica. Se llegó al colmo de venderle a Venezuela un hospital completamente dotado, hasta con una máquina para barrer nieve. Tampoco los estudios de la Facultad de Ciencias se aprovecharon para el desarrollo del país, dado la inexistencia de centros de investigación. Nuestros licenciados en ciencias (Física, Química y Biología) sólo se desempeñaban como docentes universitarios o en liceos, o como vendedores de productos. Un(a) farmaceuta después de cinco años de estudio sólo servía para trabajar como dependiente de una farmacia para vender remedios, en su mayoría importados o como visitador médico. Esta es parte de la malhadada historia de nuestra universidad “democrática y autónoma”.
Lo anterior en un fugaz epítome de nuestra infausta historia durante más de cien años de dictaduras y democracias representativas. Los venezolanos tenemos el poder del voto para evitar que todo aquello se repita y por tal razón es necesaria la reelección del presidente Hugo. La MUD cuenta con un sexteto de escarabajos que está rodando actualmente la boñiga electoral, para finalmente depositar el huevo dentro del estiércol, en la espera del nacimiento del nuevo depredador con aspiraciones presidenciales. Por tal razón, cada unos de los seis premajunches se viste de pueblo, quieren parecer pueblo, hasta llegan al ridículo de disfrazarse de indígena (solo un disfraz). A diferencia del presidente Chávez, a quien le es imposible parecer pueblo porque, simplemente, nuestro comandante es puro pueblo, un pueblo revolucionario.
Enoc Sánchez
enocsa_@hotmail.com