En el futuro. ¿Como entenderá la derecha, racional, fría en su cálculo se halla pelado en sus apuesta por este joven, cuyas intervenciones están mas cargadas de descalabrados acertijos que de mínimas ideas para explicar que va a hacer. Por que hasta el programa de gobierno que firmó, ahora lo niega.
A estos habladores los llaman, merolicos en México. En nuestro Mercado de San Jacinto se les reconocía, como “encantadores de serpientes”, por su parafernalia: artefactos religiosos y de azar, semillas, “periquitos de la suerte”, imanes poderosísimos que todo lo atraen, collares multicolores, sombreros, abalorios mínimos necesarios para atraer a sus posibles victimas. Ofrecían a voces, productos maravillosos, bálsamos curativos, remedios contra todo tipo de afecciones -amorosas, morales, físicas-, vestidos o disfrazados portando amuletos, extraños artefactos y novedosos inventos para solucionar todo problema. Este muchacho, dice que todo lo cura y resuelve con sus menjunjes, en “100 cien días”.
Lo que el merolico vende o promociona es siempre una especie de panacea. Un artículo imprescindible, remedio universal con calidad infalible. Cada palabra salida de su boca, afirma, es, comprobable, sus productos están por encima de toda duda y amparados por garantía de unos espíritus que para mayor prestigio y solvencia tienen sus sedes en Miami. Los merolicos, culebreros o charlatanes de Venezuela, son maestros en retórica. Lastimosamente, este muchacho, ni al manejo de ese arte de la palabra ligera y vacía llega.
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