Perfil de un político mediocre

El Universo que amontona, en una minúscula parte de este, lo que hoy se conoce como “la humanidad”, según los sabedores del tema, partió de una gran explosión (el Big-bang) y seguramente, dentro de miles de millones de años terminará de la misma manera. Aparte de este aspecto lúgubre hay experiencias muy hermosas dignas de comentar, como por ejemplo la resurrección, la llamada palingenesia: el día renace en el mismo lugar donde muere la noche y de igual manera la noche renace en el mismo punto donde se produce el ocaso; con la primavera retoña la vida después de la expiración del invierno y con aquella, cada año, reaparece Adonis, según el mito fenicio que luego asimiló Grecia.

Este misterio, la resurrección, fue tomado por la mayoría de las religiones como una de las maneras de eternizar sus dioses y semidioses, como Osiris, Tammus, Fénix, Jesucristo y Odín. Meditando sobre estas cuestiones de filosofía doméstica me vino a la memoria la oposición venezolana liderada, en algún momento, por acción democrática y copey. A su expiración, tal como lo palpamos en la actualidad, todos esperábamos el renacimiento de una oposición moderna y digna, tal como lo merecía el pueblo de Venezuela. Craso error, cierto peregrino mecanismo de la sabia naturaleza, o alguna extraña divinidad colocó en nuestro ambiente político una ristra de personajes mediocres que evidencian, por sus aciagas actuaciones, que jamás se desempeñaron en tales menesteres.

Así mismo, vemos con asombro las incesantes burradas que exhiben, con descarada desvergüenza, en sus impropias declaraciones en la prensa escrita y ante las cámaras de televisión.

Lo peor que puede existir es un escribidor cesante. En mis momentos de abulia empecé a maquinar o meditar, sólo para indagar sobre algunos elementos que atentan contra la “honorabilidad” de ciertos protagonistas televisivos. Fue durante esa holgazanería continuada cuando intenté considerar una serie de características que podría definir el comportamiento de un político mediocre. No pretendo endilgarle tales particularidades a un hombre o mujer en especial. Si mediante este desinteresado florilegio logro retratar algún político conocido no será culpa mía sino de la sabia imaginación del lector.

El político mediocre:

Carece de ideología y por lo tanto no tiene ideales sino voraces apetitos.

Por carecer de ideología responde a intereses, o bien personales o económicos o grupales.

Como responde a intereses económicos o a intereses grupales, una vez que esté en poder deberá rendirle cuenta a sus socios.

Sirve a mezquinos intereses y se esfuerza por amontonar riquezas, deja de lado el patriotismo por afán personal y avaricia.

Está rodeado por hombres y mujeres desguarnecidos de virtudes quienes les besan la mano por las riquezas acumuladas con infamia, para luego arrojarles mendrugos a tales aduladores.

Ignora que el hombre y la mujer valen por sus saberes y no por las riquezas que poseen.

Es un ignorante contumaz, como consecuencia, es presa del fanatismo irracional e incapaz de un gesto digno.

Carece de dignidad y se destaca por su servilismo.

Está falto de ideas originales y por tal razón acata mandatos ajenos.

Es un cobarde sin mérito.

No se hace responsable de las decisiones tomadas ni de sus actuaciones, por lo general, siniestras.

Por carecer de ideas originales en sus discursos abunda palabras anodinas, con la certeza que toda la humanidad quiere escucharlas.

Está presto para las alabanzas, pensando que tales elogios hipócritas lo convertirán en un individuo respetable.

Es incapaz de reconocer los logros de un semejante y hará todo por destruir los beneficios que de estos se derivan.

Se torna peligroso y nocivo al pretender que otros marchen al son de su música desafinada.

Una vez encumbrado, por lo general, olvida a quienes les llevaron a la cima.

Carece de alas para elevarse y necesita cómplices para remontarse.

Clava sus colmillos en la gloria de quien lo vence sin importar la vileza de tal conducta humana.

Esconde su comportamiento miserable detrás de la cortina de una abominable calumnia.

La envidia, el engaño y la hipocresía son sus procederes más resaltantes.

Apela a la traición para conseguir sus objetivos, por lo general, el triunfo de sus bellacas pasiones.

No le importa macular la probidad de un hombre o una mujer de honor, sólo para lograr indignos propósitos.

Utiliza la maledicencia y la infamia de forma subrepticia por temor a dar la cara.

Prefiere ridiculizar una buena acción de gobierno que imitarla.

Empaña la reputación ajena para disminuir su contrincante, pretendiendo por medio de un manipulador contraste elevar la suya.

Logra menguados éxitos reptando, doblegándose, a hurtadillas, a la sombra y disfrazado, en complicidad con otros similares a él.

Pretende conducir una colectividad para que lo acompañe en sus taimados propósitos.

Si alguna vez alcanza el poder no les importará oprimir, robar y despreciar a un pueblo, sólo por el afán de aumentar sus caudales.

Cada lector es libre de asignarle tales características al político que más aborrece, pero tengo una certeza: quien lea este artículo no tiene duda de que tales particularidades retratan a un personaje vinculado a la oposición venezolana.

Para concluir, el político mediocre busca el éxito o la fama, que es efímera, momentánea y por lo general, no le pertenece a él sino a quien lo aplaude y lo lisonjea. Contrariamente, el político superior busca la gloria dado que ésta es inmarcesible y de su pertenencia. No tengo duda, el legado de nuestro comandante Chávez está adornado con los laureles de la gloria.


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Enoc Sánchez


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