Esta oposición venezolana no le mete un gol a nadie. Además de bruta es sumamente ridícula. Quien, por muy idiota que sea, puede creer en un delincuente con delirios filantrópicos que hoy amanece más bueno que Robin Hood y mañana transmuta en Mahatma Gandhi. Lo que le falta ahora al Gregor Samsa de Primero Justicia, es metamorfosearse en Santo Niño de Aragua, defensor de todos los descamisados, y solicitar de inmediato la beatificación ante el camarada Francisco.
Hace algunos días un tabloide de Valencia abrió la primera página con una gran fotografía del diputado Richard Mardo, en la que aparece ataviado de franela blanca Ovejita, con la imagen de Jesucristo dibujada a la altura del pecho, gesto de santurrón y una patética cara de pendejo, que nos produjo una extraña sensación. Algo penoso, indescriptible, algo más o menos como oler un reflujo de perro debajo del comedor a la hora del almuerzo.
Hace pocos días la Asamblea Nacional allanó la inmunidad parlamentaria a Richard Mardo, luego de que el Tribunal Supremo de Justicia aprobara la solicitud del Ministerio Público de antejuicio de mérito contra Mardo, quien es acusado de evasión fiscal y legitimación de capitales.
Desde el mismo momento que se hicieron las denuncias de haber recibido ilegalmente casi tres millones de bolívares por parte de empresas privadas y otras instituciones, Mardo se defendió diciendo que se trata de una persecución política y afirmó, junto a su abogado, que las pruebas presentadas en su contra fueron forjados.
Además Richard Mardo, intenta presentarse como el Robin Hood venezolano diciendo que todo el dinero que ha recibido ha sido para ayudar a los aragüeños. “Si por ayudar a los pobres me dictan cadena perpetua que lo hagan”, dijo recientemente ante las cámaras. Extraños guaramos de un político acusado también de agredir a las mujeres.
Es contradictorio que Mardo diga que las pruebas han sido forjadas cuando él mismo admite que lo que recibe lo invierte en los pobres, como que si ayudar a los pobres fuera incompatible con robar y delinquir. El narcotraficante más famoso del mundo, Pablo Escobar Gaviria se cansó de hacer obras de caridad en Medellín y en toda Colombia, y lo mismo hacía un tristemente recordado empresario venezolano que especulaba pero daba empleo.
Quien debería estar más preocupado con la magnanimidad de Richard Mardo sería Henrique Capriles, al parecer uno es más Robin Hood que el otro y eso es buen síntoma para una candidatura.