Otra vez los efebos

Los clarines de Carabobo anunciaron el colapso del poder español en Venezuela. Luego de ese 24 de junio fulgurante sólo quedaron reductos enemigos aislados, que serían oportunamente abatidos, y se abrieron para la lucha por la libertad los caminos del Sur, dos años antes comenzados a transitar en Boyacá. Nuestra patria se inauguraba ante el mundo como un manantial de solidaridad, que ponía la vida de sus hijos y la gloria del tricolor mirandino al servicio de los otros pueblos hermanos, los cuales en realidad eran uno con el nuestro. Venidos de los cuatro horizontes de la antigua Gobernación y Capitanía General, aquellos hombres semidesnudos pero forjados en acero, y las heroicas mujeres que los acompañaban, se unieron con las y los surgidos de las cuencas del Magdalena, el Plata y el Amazonas para dejar sobre los campos de Bomboná, Pichincha, Junín y Ayacucho rotas las espaldas del imperio donde no se ponía el sol. Bolívar, catalizador y líder de la hazaña, unía para siempre su nombre a la propia existencia del Continente y dejaba su impronta en la recóndita memoria de su pueblo, para que este no olvidara de cuánto es capaz cuando es necesario combatir por una causa justa.

Y le tocó al pueblo proseguir los combates. Se derrumbó Colombia la grande, los sueños de justicia para los oprimidos fueron arrebatados, los herederos directos del coloniaje se apoderaron de las tierras y los medios de producción, dividieron para reinar, prolongaron la aberración de la esclavitud, condujeron a Bolívar a las puertas del sepulcro, bastardearon la historia, se entregaron a nuevos amos imperiales y fueron consolidando a lo largo de casi dos centurias un bloque de poder que estableció una férrea dictadura de clase, políticamente expresada en gobiernos, ora abiertamente terroristas, ora formalmente democráticos, ora terroristas con democracia de disfraz, siempre apátridas y antipopulares. Cuando alguno con sentido patriótico lograba una rendija y entraba, era infaltablemente derribado. Los libertadores habían arado en el mar. El pueblo siguió padeciendo derrotas.

Pero al unísono con el siglo XX se extinguió también la hegemonía del bloque imperialista-oligárquico, cuando de las profundidades marinas emergió la cosecha de aquellos sembradores. El pueblo (amorosamente unido a un liderazgo, ¡Chávez vive!, que reempató el hilo de la historia y, devolviendo la original conciencia patriótica y bolivariana a la Fuerza Armada, forjó la unidad civil-militar) retomó las riendas de su destino y está ahora dedicado a construir la Patria bonita y el sueño de justicia y libertad, marchando rumbo al socialismo y con él a la mayor suma de felicidad posible.

Los poderes desplazados no se resignan, nunca en parte alguna los explotadores y opresores se han resignado. Golpe de estado, golpe-sabotaje petrolero, microinsurrecciones de todo tipo lucubradas en los laboratorios de la CIA y mentiras, mentiras, mentiras descargadas sobre los caminos del mundo, con el cinismo criminal aprendido de los nazis y potenciado por el descomunal aparataje mediático que manejan, han conformado y conforman la panoplia de la contrarrevolución. Ahora retoman la pretensión del “golpe suave”, otra vez la rebelión de los efebos, las y los muchachitos bien mantenidos por fuera pero horror de sustancia por dentro, los cuales, formados en el odio al proceso revolucionario y a su liderazgo, son presa fácil de los manipuladores, quienes los llaman a una protesta pacífica mientras desarrollan un libreto de siniestra violencia subliminal que culmina en sangre y destrucción. Tratan de fabricar un imposible golpe y deliran por la intervención imperialista. Muchachito(a)s sin sentido consolidado de patria, capaces de mancillar la bandera mirandina. Están de nuevo subestimando al pueblo.

El pueblo que ha vuelto a empuñar, junto con sus hermanos de la América nuestra, los clarines de Carabobo y Ayacucho.


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Freddy J. Melo


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