Está suficientemente claro para mí que la actual situación del país es producto de un plan internacional. No estamos lidiando sólo con una población insatisfecha ante la gestión del gobierno, aunque ese es un elemento incluido en la ecuación, no el más influyente, y que se usa como justificación. Se trata de un plan fascista internacional. Allí está el verdadero enemigo. En el país hay una alta burguesía que representa los intereses del gran capital, del Complejo Militar Industrial, y que es la correa de transmisión para la ejecución del plan.
También está claro que alrededor del 85% de la población no está de acuerdo con el método de las protestas. De los opositores, al menos la mitad no está de acuerdo con la violencia.
Dos sectores diferentes involucrados, dos estrategias entonces.
Primero, al plan golpista internacional, con la alta burguesía nacional y su sector fascista, debemos enfrentarlo con energía (y el Ejecutivo lo está haciendo muy bien), respetando el carácter democrático de esta revolución. Aplicación implacable de la Constitución y las leyes, y el Pueblo en la calle. Hay que detener la conspiración. Y debemos estar conscientes que aún no han develado todo el plan, hay elementos ocultos que no han desplegado. Pero, aunque fundamental esta acción contentiva, se trata aquí de combatir al enemigo, y eso significa dejarle la decisión. Si nos quedamos sólo en esta acción (que es muy necesaria), le estamos concediendo la iniciativa al enemigo. La iniciativa debe asumirla la revolución. Es decir, la violencia es la táctica del enemigo, el amor la nuestra.
El Ejecutivo Nacional ha actuado sabiamente, en general, su liderazgo, el del Presidente Maduro y el del PSUV han aumentado, la unidad se ha fortalecido. Como corolario de esta primera estrategia, ante el fortalecimiento del liderazgo revolucionario, creo que debemos avanzar en la toma de las colinas restantes. Hemos tomado dos: la Fuerza Armada y PDVSA. Quedan cinco: los medios de comunicación social, los poderes judicial y ciudadano, los medios de producción en general, las universidades nacionales y autónomas, y la democracia internacional. En este momento, dado el carácter de la guerra económica, considero que debemos avanzar fundamentalmente en los medios de producción, avanzar en mejorar el encadenamiento de los procesos productivos para mejorar el sistema socialista de intercambio, en contraposición al mercado.
Segundo, para asumir la iniciativa, tenemos entonces que neutralizar la estrategia golpista en su origen, quitándoles la base poblacional, asumiendo nosotros la iniciativa, con la estrategia del Amor. No combatir violencia con violencia. Está claro que la protesta violenta es insostenible, la población, incluso gran parte de la opositora, no la respalda. Quienes planificaron estas acciones necesitan que los enfrentemos para mantener la candela avivada. La llama se apagará sola. Y quedará una gran frustración en la oposición no violenta. Y como el liderazgo de la revolución se ha fortalecido, entonces no debemos actuar contra las guarimbas más de lo necesario para garantizar la paz, como se ha venido haciendo, con energía. Como la Plaza Altamira, se apagará sola.
Pero hay un pueblo opositor con una gran frustración y polarizado (y en su seno hay un sector extremista, minoritario respecto al total de la oposición pero que se deja notar). Hay también un pueblo chavista muy polarizado (y dentro de él un sector, también no mayoritario dentro del chavismo, intransigente). En ambos bandos hay un porcentaje de extremistas. Pero en ambos bandos, incluso en los sectores no extremistas de ambos, la polarización en este momento es muy alta. El dialogo de ideas no es posible en este momento.
En este momento no tiene sentido el diálogo político, o de ideas. Con la dirigencia opositora, ni hablar. Pero con el pueblo opositor tampoco, sería infructuoso y contraproducente en este momento.
Pero esos millones de compatriotas no pueden ser oligarcas. Y tenemos que ir por ellos. Y ante la pérdida de liderazgo de los líderes de oposición hay que actuar rápido.
Debemos recordar que la conducta humana depende de las actitudes, las cuales a su vez están fundadas en la visión de mundo que se tenga, en los valores que tiene cada quien. Percibimos lo que queremos ver, filtramos lo que percibimos en función de nuestros intereses. Lo que no queremos ver, no lo vemos. Además añadamos la inmensa cantidad de información tergiversada que hay en los medios de comunicación y redes sociales. Cada bando tiene una visión de mundo cerrada, incompatible aparentemente con la otra, intransigente. Ante un mismo evento, cada bando percibe algo totalmente diferente, sin puntos de intersección, de encuentro. No es en el diálogo de las ideas donde encontraremos el acercamiento.
El acercamiento está en lo afectivo. Hay que romper primero la coraza del odio, del resentimiento. Y solo la acción puede hacer esto. Los lazos familiares son profundos por eso, porque se basan en el afecto.
Es la dirigencia social media la que debe asumir la iniciativa. Es en las comunidades, comunas, municipios (unidas por problemas comunes) en las que podemos fomentar ese diálogo en la acción, a través de acciones conjuntas para promover la paz, la convivencia, la solución de problemas comunes, identificar valores comunes, que nos lleven a actitudes comunes. Un diálogo de acción sin el elemento ideológico por medio. Lo llamo diálogo por concepto, pero sería más bien una accionar conjunto en base a situaciones concretas, de la solución de las cuáles se vaya formando un área de consenso que permita en un futuro cercano pasar al diálogo de idea.
Por eso me entusiasma la propuesta del Presidente Maduro de dialogar con las bases. Pero humildemente propongo que más que diálogo sea accionar conjunto, búsqueda de soluciones, interacciones de base, escuchar propuestas de ambas partes y ponerlas en práctica. La práctica sería el diálogo.
