Los golpes suaves no existen

Comprendemos que tal vez hace algunos años atrás en un momento inicial, cuando se comenzó a denunciar una supuesta nueva estrategia imperial de golpe, se quería de algún modo diferenciarla de las anteriores estrategias de derribar gobiernos, tipo asonadas militares.

Pero en estos momentos ya se hace necesario que los revolucionarios hallemos otra forma de denominar este tipo de golpe. En principio no existe ningún golpe de Estado que sea “suave”, siempre existen víctimas antes o después. Llamarle “suave” de algún modo le hace el juego al imperio pues se califica con el término de “suave” a algo que jamás deja de ser muy duro y brutal. Esa denominación pudiera sugerir un mensaje soterrado que el imperio se volvió más “benévolo” en nuestros días, cuando es todo lo contrario. Menos aún se puede llamar a lo que está ocurriendo hoy en Venezuela como “golpe suave” pues ya existe una cifra considerable de muertos y víctimas en general.

Creemos que esta nueva forma de derribar gobiernos demócraticamente electos pudiera llamarse más bien “golpe terrorista”, “golpe hamponil” o “golpe gansteril” ( u otra denominación más exacta que se sugiera del debate), pues para su realización los estados imperialistas, sobre todo el de EEUU, actúan con estrategias copiadas al terrorismo, al hampa, al mundo gansteril y al paramilitarismo.

Contratan a matones, ya no son soldados regulares, sino mercenarios a sueldo, sicarios, francotiradores, para producir asesinatos, crímenes viles de una brutalidad insólita, en el marco de una renuncia absoluta a las más elementales normas de la ética y la falta total de escrúpulos. Se pacta hasta con el diablo, pues se permite incluso negociar con enemigos si esto conviene. EEUU ha pactado por ejemplo con Al Qaeda en el Medio Oriente, y ahora en Ucrania con nazifascistas antisemitas, a pesar de que en EEUU domina el lobby judío en la política exterior. Se actúa de modo encubierto con procedimientos totalmente al margen de la ley y se pone en práctica una violencia terrorista física y mediática de la mayor brutalidad. Los métodos también son copiados al terrorismo, pero le dan una cobertura “democrática” pues se ocultan detrás de supuestos manifestantes “pacíficos”, “estudiantes”.

De igual forma, se emplea la mentira de modo superlativo como jamás soñó ni el propio Goebbels. Las mentiras son totalmente brutales, con desparpajo y cinismo, usando un enorme poderío mediático. Los medios y las redes sociales se convierten así en máquinas de guerra que estimulan, orientan y se regodean en el baño de sangre. Usan de modo gansteril el soborno y la amenaza de muerte, prometen enormes sumas de dinero para comprar a quien haya que comprar, imponen “sanciones” de chantaje financiero como recientemente hicieron con los parlamentarios del Partido del Presidente ucraniano derribado. Eso es lo que están tratando de hacer en Venezuela, intentar comprar y chantajear funcionarios, parlamentarios y sobre todo a militares activos, altos oficiales o generales.

En resumen, no puede ser ocultado el hecho de que hoy el centro imperial que pretende la hegemonía se esmera en usar desembozadamente estrategias mafiosas y delincuenciales basadas en la amenaza, el chantaje, la agresión a mansalva y el recurso al cinismo, a la hipocresía más descarada y a la mentira abierta, de manera que toda perfidia, toda bajeza, toda perversidad son permitidas en su propósito de calumniar y desprestigiar a los líderes y a las naciones que se atreven a ser soberanas, y que por ello mismo se resisten a entregar mansamente sus recursos a la voracidad imperial.

En sentido general, estos golpes terroristas, hamponiles o gansteriles hoy forman parte de una estrategia global del gobierno de Obama de realizar una especie de asalto propio de hampones en todo el mundo, como ya se vio en Libia, en Siria, en Ucrania y ahora en Venezuela.

En resumen, reiteramos que lo que está en marcha hoy en Venezuela no es en verdad un “golpe suave” sino más bien un golpe de naturaleza terrorista y gansteril.

Y en este orden de ideas en lo que se refiere a la forma del discurso revolucionario --- en este caso en cuanto a las palabras y frases que conviene emplear ---- convendría abandonar las referencias a un pretendido “golpe suave” y más bien empezar a destacar las razones por las cuales el actual proceso de desestabilización debe caracterizarse más bien como un “golpe terrorista”, “golpe gangsteril” o “golpe hamponil”, por lo demás muy propio de la acción de un imperio y de una burguesía nacional que hace mucho tiempo que merecen las denominaciones respectivas de imperio criminal y de lumpenburguesía.

En efecto, vale la pena insistir en que cada vez queda más en claro que el centro imperial ha procedido a renunciar a las acostumbradas hojas de parra y a las otras formas del pudor con las que solía cubrir su acción depredadora. En su afán por imponer su voluntad en todo el planeta, ya ni siquiera se preocupan hoy en guardar las formas más elementales de la diplomacia o de la simple decencia. Nuestra obligación, por tanto, es hacer ver al mundo que su comportamiento definitivamente carece hoy de la capacidad de sustentarse en un “orden jurídico universal”. Y pudiera agregarse lo que hoy también es obvio para casi todo el mundo: que más allá de lo jurídico, el imperio estadounidense no luce capaz de ofrecer la pertenencia a un orden civilizatorio universal, rasgo distintivo en el que, por ejemplo, se basó el poder de Roma, y que en definitiva le proporcionó una mínima legitimidad a su dominio y a la acción militar de sus legiones. El proyecto del nuevo imperio estadounidense en este siglo XXI se asemeja más bien al comportamiento de cualquier mafia y se manifiesta ahora en la carencia de leyes universales que irradien justamente una civilización, como hábitat ciudadano y vocación a la elevación de la justicia y de la moral universal.


Esta nota ha sido leída aproximadamente 2189 veces.



Juan Miguel Díaz Ferrer


Visite el perfil de Juan Miguel Díaz Ferrer para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:


Notas relacionadas