"Así como yo les exijo a ustedes y ustedes me exigen a mí (...) exíjanme pero no me dejen solo jamás. Apóyenme en esta lucha, que aquí me dejó (Hugo) Chávez para proteger a este pueblo y así lo voy a hacer hasta el último día de mi vida". Nicolás Maduro Moros, discurso del 1º de mayo, Día Internacional del Trabajador y la Trabajadora.
Estas sentidas y definitorias frases pronunciadas por el presidente venezolano, pocas horas después de haber sido sembrado Eliécer Otaiza, cuadro revolucionario asesinado por una banda criminal que, a la hora de escribir esta nota, se maneja pudiera estar vinculada con sectores conspiradores como el grupo de empresarios, políticos, alcaldes, dirigentes estudiantiles de la ultra derecha venezolana, quienes han promovido el movimiento “La salida”, que busca derrocar por cualquier vía al gobierno bolivariano.
Nicolás Maduro se dirigió a todos los venezolanos patriotas, a los ciudadanos y ciudadanas de este país que no se han dejado manipular por la campaña fraguada internacionalmente, que persigue a toda costa la aniquilación del proyecto bolivariano y de la integración de los países de la región. Cuya cohesión no conviene al gobierno transnacional e imperial cuya sede se encuentra en Washington.
Esa campaña a la cual nos referimos cuenta con aliados en todo el mundo, fundamentalmente los medios de comunicación, algunos propiedad de grupos económicos, que no han cesado en atacar por diferentes flancos a la Revolución.
En virtud de que por la vía democrática-burguesa-electoral los sectores de derecha no han podido recuperar el poder -que empezaron a perder en 1989 y formalmente les fue arrebatado por la mayoría del pueblo en las elecciones de 1998- han venido activado alianzas fuera del país para golpear por otros flancos.
Golpean además con la guerra económica que ha sido quizás donde más éxito han obtenido. El apoyo de los especuladores y de sectores deshonestos del país ha sido generoso.
La denominada inseguridad (exacerbada con la distribución gratuita de drogas; la recluta y adiestramiento paramilitar a jóvenes con problemas) ha sido utilizada como un arma para atacar la estabilidad del gobierno que recién cumplió 1 año.
Parte de estos planes para desestabilizar y derrocar a Maduro están contemplados en el llamado golpe suave atribuido al politólogo estadounidense Gene Sharp, como la promoción de factores de malestar, entre los que destacan: el desabastecimiento, la criminalidad, la manipulación del dólar, el paro patronal (lockout) entre otros.
Golpe simbólico
El joven teniente del 27 de noviembre había acumulado muchos enemigos. Su incondicionalidad revolucionaria contravenía no pocos intereses.
Eliécer Otaiza participó en la Ley de Servicios de Inteligencia que derogó la Disip, y por su paso en ese organismo afectó intereses que denunciamos durante el año 2007, en un artículo publicado en Aporrea, denominado Seguridad vs. Inversionistas, en el cual nos referimos a la relación del Mosad con ex funcionarios y directivos de cuerpos policiales del país como la Disip.
Otaiza no era cualquier funcionario de gobierno o militante. El controversial e irreverente teniente era símbolo de fidelidad, de radicalidad, de fuerza, de dignidad, de antiimperialismo. Un bolivariano formado en la defensa. La derecha sabía que disminuir un elemento como él, golpearía moralmente a los militantes ya afectados por la muerte del líder máximo del proceso.
Sin embargo, se les hace difícil conseguir sus objetivos. Los expertos analistas no pueden aún descifrar ni entender por más que nos ausculten, el sentimiento y compromiso irreductibles de un sector importante del pueblo venezolano, que a pesar de las circunstancias devenidas, primero la desaparición física del Comandante, la guerra económica y el absurdo crimen contra Otaiza, permanece fiel al Comandante Supremo.
“No faltarán los que traten de aprovechar coyunturas difíciles para, bueno, mantener ese empeño de la restauración del capitalismo, del neoliberalismo, para acabar con la Patria. No, no podrán, ante esta circunstancia de nuevas dificultades -del tamaño que fueren-la respuesta de todos y de todas los patriotas, los revolucionarios, los que sentimos a la Patria hasta en las vísceras como diría Augusto Mijares, es unidad, lucha, batalla y victoria”, advirtió Chávez a su pueblo el 8 de diciembre de 2012, y éste en respuesta juró defender ese legado.
Hoy Nicolás Maduro no sólo tiene sobre sus hombros, este compromiso entregado por Chávez, sino que cuenta con la lealtad de gran parte del país. Maduro, a pesar de la terrible componenda de la derecha irracional y los medios de comunicación en su contra, se está ganando progresivamente a lo interno de la Revolución, el amor y la admiración de quienes saben y reconocen el esfuerzo inmenso que está haciendo para llevar la espada que Chávez le entregó para la defensa de la nación con el amor más sublime, como ella merece. Cuenta desde el 5 de marzo de 2013 con un ejército de hombres y mujeres que por encima de sus vidas colocan el interés colectivo y no lo dejarán solo en esta lucha por defender la Patria.
Pero esa cohesión debe ser indestructible. La unidad de los sectores revolucionarios no es ya una decisión particular, discrecional, es una obligación. Sólo juntos podremos enfrentar a un enemigo no convencional, cuya amenaza de asesinar selectivamente a sus objetivos -dirigentes, ministros, viceministros, presidentes de empresas del estado, gerentes de instituciones públicas, militares del alto mando, jefes policiales, empresarios, gobernadores, alcaldes, diputados y concejales- como es el caso de Eliécer Otaiza se estaría cumpliendo.
Para esta batalla se deben alistar todos los sectores patriotas. No puede estar, ni sobre los hombros de Maduro, ni sobre una institución, o dos, o tres solamente el peso de ella. La paz colectiva será posible si se gana la guerra.