Si bien es cierto que la política fue aplastada y ultrajada de la manera más asquerosa por los partidos políticos que gobernaron durante el régimen puntofijista (1958-1998), la misma recobra aliento y comienza a renovarse con la llegada de la revolución y de Hugo Chávez al poder en diciembre de 1998. Hacía ratos que la dictadura bipartidista impuesta por los adecos y copeyanos había dejado de ser la panacea, más bien era un incordio para la sociedad venezolana, que alcanzó a manifestar elevados niveles de rechazó por la democracia practicada y ejercida por una dirigencia política chabacana y corrupta en todos los sentidos. Ese rechazo a la nefasta democracia adecopeyana me hizo recordar la triste historia de la niña sobreviviente que pregunta: - ¿los hombres malvados que mataron a mis padres, a mis hermanitos y al resto de mi familia, también van al cielo con Dios? –Por supuesto que sí, respondió de mala gana un sacerdote manipulador e inquisidor. –Ah, entonces yo no quiero ir al cielo, dijo la niña con una voz triste y melancólica que se perdía en las tristezas más profundas del alma.
Luego de un funcionamiento errático, negociado y alternado durante los años que duró la Cuarta República, con la llegada de Chávez la política adquiere un nuevo dinamismo, mas revolucionario y auténtico que marca las huellas de una acción trasformadora con patrones establecidos, de identidad propia y bien definidos que, como diría Mariátegui “no es calco ni copia de nadie”. Es el retorno de la política. Para bien de la democracia y la consolidación del sistema político, eso era lo que se quería, desalojar del poder a los nefastos partidos políticos del enroque puntofijista. Era necesario recuperar la “capacidad de la política para generar cambios en la sociedad” y adentrarse en los terrenos fangosos de los problemas nacionales para ir resolviéndolos y avanzar en las arenas movedizas del contexto internacional, donde el imperio desata tormentas de polvo para manipular y dominar a su real gana.
Ahora bien, con el contenido y el sentido de los cambios que se han producido en el país durante los últimos quince años, se fue definiendo una trayectoria trazada por Hugo Chávez quien determinó una ruta histórica que se perfila como una actividad de alta responsabilidad política que garantiza la consolidación de un modelo. Precisamente, la definición clara de un modelo totalmente diferente al capitalismo, es lo que enferma de miedo a la oposición venezolana y a los poderes imperiales por la posibilidad cierta de cristalizar el socialismo en esta patria de Bolívar, de Chávez y de todos nosotros que a una sola voz nos unimos para que de una vez por todas se rompa en mil pedazos el estado burgués-capitalista, que se convierta en escombro y se lance al basurero de la historia.
Al igual que la niña no quiso ir al cielo porque allá fueron los asesinos de su familia, tampoco queremos los venezolanos vivir en el mundo enfermo del capitalismo, ni mucho menos volver a la procesión de los muertos donde los adecos y los copeyanos se turnaban para cargar el ataúd de la democracia venezolana. La oposición anda en las comparsas de la muerte, enferma de miedo porque ellos saben que le es cuesta arriba volver al poder, ni por las malas ni por las buenas volverán. Así que a llorar al valle.