Doña Florinda, la errática oligarca mental del Chavo del 8, preanunció al escualidismo criollo.
Doña Florinda, la errática oligarca mental del Chavo del 8, preanunció al escualidismo criollo. Novia eterna del profesor Jirafales, mamá superprotectora del futuro guarimbero Kiko y enemiga de clase de Don Ramón, fue la precursora de esa sociedad civil venezolana que vive alquilada en el viejo Chacao. De su léxico excluyente tomó la “Venezuela decente” el latiguillo de “chusma”. “El otro” siempre será esa “chusma” y yo la aristócrata, así vivamos en la misma vecindad.
Doña Florinda es la ex comunista radical convertida a la derecha radical, esa que hoy suspira por Nueva York con las mismas palpitaciones por minuto que ayer lo hacía ante la Plaza Roja de Moscú o los cerezos en flor del Pekín del Gran Timonel. Esta gente que viene de abajo y sigue abajo aunque crea que va subiendo, detesta a los que le recuerdan su origen de clase, como Don Ramón, que bien saben ellos no es chavista, sino el espejo que los refleja. Pura filosofía de Plaza Altamira.
Las doñas Florindas criollas me dibujan a una profesora de la UCV que se jactaba de ser oligarca, sobre todo ante las chusmas como el suscrito. Un día vengo por el pasillo de Humanidades y la “profe” me ataja y pregunta con aprensión: “Oye, Earle, ¿están pagando el cestaticket?”. Me paralicé. Le di chance a enmendarse: “Oye, Luisita, tú eres la única amiga oligarca que tengo, por favor, no me decepciones, ¿qué es eso de andar preguntando por esos miserables cestatickets? Dime que no, viejita, que todo es un error”.
Esos lapsus que los hacen preguntar lo que no desearían, los radicalizan más. Ya no solo detestan a los chavistas, sino a los opositores que todavía creen en las “vías democráticas”, o sea, a los colaboracionistas que concilian con “el enemigo”. Esto lleva a doña Florinda a meterse en Voluntad Popular o La Salida. Esta conversión no respeta género. Antonio Ledezma, por ejemplo, es una versión masculina de doña Florinda, sociológicamente hablando, claro.
Pero doña Florinda es una víctima, una confusión, un error ontológico, como diría el filósofo transterrado en Panamá. Ahí en la vecindad, ella sufre más que don Ramón. No ama al profesor Jirafales, lo ve como una “Salida” al régimen del casero que cobra la renta, el oligarca de orilla señor Barriga.
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