A título personal, nada me sorprende cuando algún autor, periodista o político resalta algún aspecto despreciable de cierto oligarca o de la oligarquía, como forma de gobierno. Ciertamente, a través de los fastos de la historia el comportamiento de la mayoría de los godos (oligarcas criollos) los deja muy mal parados.
Podemos remontarnos a la época del Imperio Romano, durante el período de Tiberio y Cayo Graco (133-121 a.C), quienes armados de valor y de cierta sensibilidad hacia los campesinos, propiciaron una Ley Agraria centrada en tres aspecto: 1) Se limitaba la cantidad de tierra que un ciudadano podría usufructuar 2) Que las tierras públicas que hubiesen sido vendidas o arrendadas a individuos privados serían devueltas por el precio de compra más una cantidad equivalente a las mejoras realizadas y 3) Que las tierras devueltas serían divididas en lotes de 20 acres (7,5 ha) destinados a los ciudadanos más pobres con la condición de que jamás las vendieran y pagaran un tributo anual al tesoro. Como se observa esta ley se oponía a los deseos de los propietarios de tierras (los aristócratas) quienes vieron en esta disposición un peligro para sus intereses. Lamentablemente, tales reformas quedaron en la nada dado que ambos hermanos murieron asesinados bajo las armas de sicarios contratados por los oligarcas. Era y es la manera de resolver los oligarcas las discrepancias políticas.
Dentro de los oligarcas no solo se conocen avaros seglares, durante muchos siglos fueron los sacerdotes ligados a diversas iglesias quienes recibieron los beneficios del arrebato de la tierra. La historia nos recuerdas que el 80 % de las tierras cultivables de México estaban en manos de la iglesia católica y en Rusia, antes de la Revolución Bolchevique, los popes eran dueños de inmensas cantidades de hectáreas labradas por siervos esclavos. Indudablemente, el poder a lo largo de la historia estuvo ligado a la posesión de inmensos latifundios. Quizás, por eso en la isla de Sicilia, que durante la época del Imperio Romano era un centro de piratería se desarrolló la mafia tal como se conoce en la actualidad. Resulta que esta organización delictiva se asoció con los avaros propietarios para asesinar a los campesinos dueños de sus sembradíos. Eran tiempos que el socialismo avanzaba por el sur de Italia y la nobleza criminal siciliana encontró dos grandes aliados para despojar a los jornaleros de sus haciendas y satanizar a los socialistas: la mafia y la Iglesia.
De los dos breves ejemplos anteriores (hay muchos) se deduce de lo que son capaces los oligarcas para no desprenderse de los privilegios a lo que están acostumbrado. Práctica contumaz que fueron adquiridas a costa de robos y de la sangre de miles de campesinos que clamaban por el derecho a la tierra y a usufructuar su trabajo.
Pero cada oligarca tiene su característica dependiendo de la región, es decir de la idiosincrasia. En el caso de Venezuela nuestros oligarcas tienen una peculiaridad y esto data desde más o menos doscientos años (un suspiro histórico). Una vez alcanzada la independencia de Venezuela los generales, quienes pensaban que su labor durante la gesta debían cobrarla, comenzaron a ocupar las tierras fértiles y en el mejor de los casos, comprar a precios exiguos las haciendas que Bolívar les había entregado a los soldados por su participación en la guerra de independencia. Indudablemente, como las miserables mesnadas no tenían dinero para sembrar vendieron la propiedad y se quedaron trabajando como peones. Obviamente, la oligarquía en cierne no hizo nada para aumentar su capital, a no ser que la explotación de los seres humanos sea una forma de trabajo.
Por lo general estos oligarcas se aliaron con los caudillos de turno y de esa manera lograron aumentar sus haciendas, en algunos casos se dedicaron al contrabando en asociación con el dictador de turno. Con la llegada de Gómez y el despertar del negocio del oro negro “destacados aristócratas” adquirieron inmensas extensiones de terrenos, una concesión para explotar petróleo pero a los tres días de la operación la traspasaron a empresas norteamericanas. Con los capitales adquiridos fueron comprados inmensas cantidades de terrenos en las mejores zonas de la capital y de la provincia para sembrarlos, explotando a los campesinos y pasado el tiempo, las vendieron a precios descomunales para construir urbanizaciones para la clase alta. Como se ve, estos agiotistas fueron aumentando sus riquezas sin doblar el lomo una sola vez. Todo era comprar barato y vender caro. No instalaron ninguna fábrica y mucho menos un industria que contribuyera al crecimiento y desarrollo del país. Solo engordaban sus faltriqueras.
Con el advenimiento de la dictadura de Pérez Jiménez, los oligarcas, muy duchos en la lisonja (jalar bolas) tal como los hacían desde la época de Páez, lograron apoderarse de la banca, de los centros financieros y del negocio de la importación de productos, entre estos los alimentos. El lomito para no tener que trabajar duro. Se enriquecían con los dineros de los ahorristas y mediante una jalaíta de bolas a los políticos o al presidente de turno conseguían una licencia de importación, dando comienzo así a la economía de puerto. Con la llegada del negocio petrolero, no faltaron los comerciantes imperialistas que necesitaban de un testaferro para poner sus industrias monopólicas en el país y aparecieron muchas fábricas que terminaban, algo así, como “Colgate company of Venezuela” que de venezolana no tenía nada.
Mientras nuestro oligarca venales (corrompidos) y flojos no desarrollaban ninguna industria llegaron los emigrantes españoles, árabes, portugueses e italianos para ocuparse de lo que los holgazanes oligarcas dejaron de lado. Así fue, como pasado el tiempo, los herederos de los no nacionales formaron una oligarquía inmigrante y se apoderaron de ciertos rubros: los portugueses de areperas y automercados; los italianos de la construcción y restaurantes; los árabes del comercio; los españoles de los restaurantes, editoriales y de la distribución de alimentos; de la joyería y los negocios de las telas se ocuparon los judíos. No piensen que esto se trata de un sentimiento xenófobo, pero cuando voy a la Central Madeirense y no veo pollo entero por ningún lado, sin embargo, observo en las neveras chupeticas de pollo y pechuga empanizada a montones, siento una profunda rabia hacia los dueños del supermercado, que son portugueses, quienes hicieron inmensas fortunas explotando a los venezolanos. Así mismo, un sentimiento de rabia y repugnancia me embargó cuando atisbé a mis vecinos de Santa Paula condolerse de la dueña (portuguesa) del supermercado porque fiscales del gobierno la obligaron a vender a precio justos varios productos que tenía acaparado desde julio del año pasado.
No tengo nada en contra los europeos, en especial en contra los nombrados en el párrafo anterior, pero muchos de ellos hicieron fortuna y parte de esas divisas están representadas en viviendas, centros comerciales y negocios ubicados en su lugares de nacimiento, no obstante continúan haciendo de las suyas en Venezuela, aliados con nuestra burguesía venal, floja y canalla.
La oligarquía venezolana se dejó despojar el país por una oligarquía descendiente de inmigrantes y en la actualidad estamos sufriendo los escarnios de no producir detergente y productos de aseo personal; de carecer de una eficiente red de distribución y almacenamiento de alimentos; de depender de la ropa importada, de no tener una industria de confección de calzado, entre tantos negocios en los que nuestra oligarquía pudo intervenir, pero era más fácil vivir de los dólares petroleros. Hoy estamos pagando las consecuencias mientras la P&G se burla de los venezolanos.
Reitero, no tengo nada contra los europeos, ni contra ninguna fe religiosa, pero cuando escucho a sus descendientes enorgullecerse de la nacionalidad de sus ancestros no dejo de pensar en las guerras, las epidemias, el racismo, la prostitución, las enfermedades venéreas, el alcoholismo, los odios religiosos, las colonización, el robo de materia prima, la explotación, la esclavitud que junto a su cultura e idioma llevaron a los países conquistados a sangre y fuego, exhibiendo en un pendón la cruz que representó el símbolo de una colonización depredadora.
Actualmente, como la oligarquía corrompida y canalla no sabe trabajar se dedica a conspirar con la esperanza de volver administrar la renta petrolera. Les doy un consejo: mientras tanto, trabajen como guardián de un cementerio vigilando que los muertos no abandonen sus tumbas, de seguro que nunca se levantarán del sofá donde se encuentran arrellanados. Una forma de acumular, no dólares, sino flojera, venalidad y vileza, tal como lo vienen haciendo desde hace siglos.