No es como el Conde del Guácharo, por ejemplo. Ni como aquel Pancho Tiznado y del Baúl, de Félix Cardona Moreno, patojo, paleto, palurdo. Lo recordamos pocos.
Las clases dominantes fantasean que la pobreza induce a la vulgaridad. Son los llamados rústicos, que el diccionario de la Real define como ‘toscos’. Gente dada a chistes gruesos, «mal gusto», lujuria y desenvoltura de las funciones corporales, especialmente del intestino grueso. Lo dijo Mijaíl Bajtín a propósito de Rabelais y el carnaval. La Comedia del Arte del Renacimiento italiano presenta a Arlequín, Colombina, Polichinela. Algo de eso hay en Sancho Panza. Es arduo desarraigar esos paradigmas porque son radicales, o sea, de raíz, raigales, arraigados precisamente.
En esa fantasía burguesa hay un asco radical por el pueblo, un guiñapo de vulgaridad, torpeza, ignorancia, procacidad, impudicia, falta de higiene, uso palurdo y balurdo del lenguaje y otros atributos calumniosos e inamovibles. Por eso están dispustos a una guerra civil y el suicidio colectivo contra todo intento de revertirlos. Enceguecen de ira si Negro Primero entra al Panteón. En el trastornado magín burgués esa contumelia justifica sus privilegios y el pueblo debe «darse su puesto», que es infinitamente abajo y mejor si no se ve. Por eso a la servidumbre se la uniforma y entrena para ser servil. El uniforme explicita su función de mesonero, mucama, «cachifa» y erige un muro insalvable entre clases. La gramática social estipula que la cachifa no puede brindar champán con la patrona. De paso: España y Venezuela son, que yo sepa, los únicos países hispanos en que hay palabras despectivas para sirvienta: chacha (aféresis de muchacha) y cachifa (cuyo origen ignoro).
Lo más risible es cuando las clases dominantes ostentan sin pudor los atributos infamantes que imputan al pueblo. Como la dirigencia opositora. Escucha sus procacidades. La risa no se aguanta. Encima no se dan cuenta. Quien vota por esa gente es o quiere ser como ella.
El Conde del Guácharo es la fantasía de cierta clase media y burguesa de lo que es el pueblo. Por eso lo persuadieron de lanzarse a presidente. Para su bien el Conde desistió de la política. Lo mismo piensan de Chúo Torrealba y ahí lo tienen dando lástima. Pobrecito.