Las noticias son un desfile infatigable de ferocidades. Por ejemplo, un banco ejecuta hipotecas, lo que en España llaman con el poético nombre de deshaucios, o sea, echan de su casa a una viejita, a una familia y, como la ruindad es impecable, la familia debe seguir pagando y encima se le cierra el acceso al crédito y no puede adquirir otra vivienda. Que se joda, diría Aznar. Pero Rajoy dice que todo está mejorando, que donde la cosa está mal es en Venezuela, donde un millón de familias goza de vivienda nueva, gracias al gobierno que a Rajoy no le gusta.
El complejo industrial-militar promueve guerras para ganarse un puñado de dólares, lo que produce miseria, desgracia, muerte, mutilaciones, devastación de países completos, que ríete de los desahucios. Se desata una migración masiva de gente desesperada y Dinamarca le quita lo que lleva encima para cubrir gastos.
Pero no solo la pobreza sufre, pues los ricos también lloran. Y las ricas. Vemos también en las noticias cómo a una familia corrupta, completa, la Pujol de Cataluña, es paseada ante las cámaras en un linchamiento colectivo. A Isabel Pantoja también la pasean. Nada menos que a la propia infanta Cristina y a su marido los oxigenan ante las cámaras, los sientan en banquillos moralmente incomodísimos. En inglés eso tiene un nombre, poético también: public disgrace. La gente disfruta de esos linchamientos morales. No defiendo a nadie, si cometieron delitos deben pagar, me refiero al ensañamiento colectivo, a la sevicia, que el Diccionario de la Real define como «crueldad excesiva», lo que no es una definición sino una indefinición, porque crueldad sabemos qué es, vengo describiendo ejemplos, lo que no sé es qué es eso de excesivo. Conjunto borroso.
Un chico malcriado llama a La Salida del rrrÉgimen. En ella se desata una violencia, que el mozalbete no repudia, en que asesinan a 43 compatriotas. Piden amnistía para el pobre mocito, que en la campaña mundial, que el gobierno apenas refuta, figura como un pobre idealista preso por sus ideas libertarias. Otro preso, Antonio Ledezma, lanzaba ballenas a la ancianidad pensionada que exigía derechos. Pero es un pobre soñador encarcelado por sus ideales, que no sé cuáles son.
Así es la humanidad capitalista.